SUICIDIOS Y SOBREPOBLACIÓN EN LA CÁRCEL, PERO NO CEDER A LA DESESPERACIÓN: PALABRAS DEL PAPA EN LA CÁRCEL DE MONTORIO EN VERONA (18/05/2024)

Durante su visita pastoral a Verona de este 18 de mayo, el Papa Francisco quiso visitar a 592 detenidos, junto con voluntarios y agentes de la Policía Penitenciaria en la Cárcel de Montorio donde recientemente – como recordó en su discurso – “algunas personas, en un gesto extremo, renunciaron a seguir viviendo”. En sus palabras el Papa enfrentó el tema de la problemática de las penitenciarías en Italia y por una parte, pidió un mejoramiento de la vida carcelaria mientras por otra exhortó a nunca perder el horizonte: “Con Dios cada instante es el tiempo oportuno para empezar de nuevo. La esperanza es un derecho que nunca defrauda”. Transcribimos a continuación el texto completo de su discurso, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Doy las gracias a la Sra. Directora por su acogida y por el sentido del humor. La sonrisa hace mucho bien. Agradezco a todos ustedes, por la calidez, la fiesta y el afecto que me demuestran. Mi saludo va además a todos los que trabajan en este instituto: cuidadores, educadores, personal de la salud, personal administrativo, voluntarios. También quiero saludar a todos los que están mirando por las ventanas, un saludo a todos ustedes. Tenía muchas ganas de conocerlos, a todos juntos.

Para mí, entrar en una cárcel es siempre un momento importante, porque la cárcel es un lugar de gran humanidad. Sí, es un lugar de gran humanidad.  De humanidad probada, a veces fatigada por dificultades, sentimientos de culpa, juicios, incomprensiones, sufrimientos, pero al mismo tiempo llena de fuerza, de deseo de perdón, de deseo de redención, como dijo Duarte en su discurso.

Y en esta humanidad, aquí, en todos ustedes, en todos nosotros, está presente hoy el rostro de Cristo, el rostro del Dios de la misericordia y del perdón. No olviden esto: Dios perdona todo y perdona siempre, en esta humanidad, aquí, en todos ustedes. Este sentido de mirar al Dios de la misericordia.

Conocemos la situación de las prisiones, a menudo sobrepobladas – también en mi tierra –, con las consecuentes tensiones y penurias. Por eso quiero decirles que estoy cerca de ustedes, y renuevo mi llamado, especialmente a quienes pueden actuar en este ámbito, para que sigan trabajando por la mejora de la vida en las cárceles. Una vez, una señora que trabajaba en la cárcel y tenía una buena relación con las detenidas – porque era una cárcel femenina –, una madre de familia, muy humana la señora, me dijo que ella era devota de una santa. “¿A qué Santa?” – “Santa Puerta” – “¿Por qué?” – “Es la puerta de la esperanza”. Y todos ustedes tienen que mirar a esta puerta de la esperanza. No hay vida humana sin horizontes. Por favor, no pierdan los horizontes, que se verán a través de esa puerta de la esperanza.

Siguiendo las crónicas de su instituto, me he enterado con dolor de que desgraciadamente aquí, recientemente, algunas personas, en un gesto extremo, han renunciado a seguir viviendo. Es un acto triste, al que sólo una desesperación y un dolor insoportable pueden conducir. Por eso, al unirme en la oración a las familias y a todos ustedes, quiero invitarlos a no ceder al desconsuelo, a mirar la puerta como la puerta de esperanza. La vida siempre es digna de ser vivida, ¡siempre!, y siempre hay esperanza para el futuro, incluso cuando todo parece apagarse. Nuestra existencia, la de cada uno de nosotros, es importante – no somos material de descarte, la existencia es importante –, es un don único para nosotros y para los demás, para todos, y sobre todo para Dios, que nunca nos abandona, y que más aún, sabe escuchar, alegrarse y llorar con nosotros y perdonar siempre. Con Él a nuestro lado, con el Señor a nuestro lado, podemos vencer la desesperación. Y, como dijo la directora, Dios es uno: nuestras culturas nos han enseñado a llamarlo con un nombre, con otro, y a encontrarlo de maneras diferentes, pero es el mismo Padre de todos nosotros. Es uno. Y todas las religiones, todas las culturas, miran al único Dios con modalidades diferentes. Nunca nos abandona. Con Él a nuestro lado, podemos vencer la desesperación, y vivir cada instante como el tiempo oportuno para volver a comenzar. Recomenzar. Hay una bella canción piamontesa que, trataré de traducir en italiano, que dice así – la cantan los alpinistas –: “En el arte de ascender, lo que importa no es no caer, sino no permanecer caído”. Y a todos nosotros, que trabajamos en esta cárcel, también como voluntarios, a los familiares, a todos nosotros, les digo una cosa: es lícito mirar a una persona desde arriba hacia abajo, solamente una vez: para ayudarla a levantarse. Por eso, en los peores momentos, no nos encerremos en nosotros mismos: hablemos con Dios de nuestro dolor y ayudémonos mutuamente a soportarlo, entre compañeros de camino y con las personas buenas que encontramos a nuestro lado. No es debilidad pedir ayuda, no: hagámoslo con humildad y confianza y humanidad. Todos necesitamos unos de otros y todos tenemos derecho a esperar, más allá de cualquier historia y de cualquier error o fracaso. Es un derecho, la esperanza, que nunca desilusiona. Nunca.

Dentro de pocos meses comenzará el Año Santo: un año de conversión, de renovación y liberación para toda la Iglesia; un año de misericordia, en el cual depositar el lastre del pasado y renovar el impulso hacia el futuro; en el cual celebrar la posibilidad de un cambio, para ser y, donde sea necesario, volver a ser verdaderamente nosotros mismos, dando lo mejor. Que ésta sea también una señal que nos ayude a levantarnos de nuevo y a tomar en nuestras manos, con confianza, cada día de nuestra vida.

Queridos amigas y amigos, gracias por este encuentro. Les digo la verdad: me hace bien. Ustedes me están haciendo bien, gracias. Sigamos caminando juntos, porque el amor nos une más allá de toda distancia. Los recuerdo en mi oración y les pido, por favor, que oren por mí: a favor, no en contra. Y no lo olviden: “En el arte de ascender, lo que importa no es no caer, sino no permanecer caído”. Gracias.

PALABRAS IMPROVISADAS EN LA CÁRCEL AL ENTREGAR EL REGALO

Y ahora haré un regalo a la cárcel. Se lo daré a la Directora. Este regalo… Pensé en un una virtud que Dios tiene y que nosotros olvidamos. Porque Dios tiene tres virtudes principales: cercanía, compasión y ternura. Dios está cerca de todos nosotros, Dios es compasivo y Dios es tierno. Y pensé en la ternura – no se habla mucho de la ternura – pensé en este regalo: la Virgen con el niño que es precisamente un gesto de ternura. Y pensé también que la figura de María es una figura común tanto para el cristianismo como para los musulmanes, es una figura común, nos une a todos.

Ahora quisiera darles la bendición, pero la daré en silencio, así cada uno la recibe de Dios en la forma en la que cree. Un minuto de silencio y doy la bendición a todos ustedes.

[Bendición]

Que el Señor los bendiga, los ayude a seguir adelante siempre, los consuele en la tristeza y sea su compañero en la alegría. Amén.

Buen provecho y hasta luego.

Comentarios