LA DESTRUCCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE ES UNA OFENSA A DIOS: PALABRAS DEL PAPA A MIEMBROS DE LAS ACADEMIAS PONTIFICIAS DE CIENCIAS Y DE CIENCIAS SOCIALES (16/05/2024)

El Papa Francisco recibió en audiencia este 16 de mayo, en la Sala Clementina, a los miembros de las Academias Pontificias de Ciencias y de Ciencias Sociales que participan en el encuentro «De la crisis climática a la resiliencia climática» que reúne también a alcaldes y gobernadores en la Casina Pio IV. En su discurso, el Santo Padre relanzó los llamados ya expresados en Laudato si' y Laudate Deum y reiteró su preocupación por los datos del cambio climático que «empeoran año tras año». «Es urgente, por tanto, proteger a las personas y a la naturaleza», afirmó en el mensaje cuyo texto transcribimos a continuación, traducido del italiano:

Eminencia, Excelencia, señores y señoras:

Me alegra recibirlos a ustedes, miembros de las Pontificias Academias de Ciencias y de Ciencias Sociales. Saludo a la Presidente, saludo a todos los invitados, alcaldes y gobernadores provenientes de distintas partes del mundo, al encuentro que tiene como título “De la crisis climática a la resiliencia climática”.

Los datos acerca del cambio climático se agravan año con año, y por tanto es urgente proteger a las personas y a la naturaleza. Me alegro con las dos Academias por haber guiado este esfuerzo y haber producido un documento universal de resiliencia. Las poblaciones más pobres, que tienen muy poco que ver con las emisiones contaminantes, tendrán que recibir mayor apoyo y protección. Son víctimas.

«La destrucción del medio ambiente es una ofensa contra Dios, un pecado que no es solamente personal sino también estructural, que pone en grave peligro a todos los seres humanos, sobre todo a los más vulnerables, y amenaza con desencadenar un conflicto entre las generaciones» (Discurso a la COP28, Dubai, 2 de diciembre 2023). La pregunta entonces es: ¿estamos trabajando por una cultura de la vida o una cultura de la muerte? Ustedes han respondido que debemos estar atentos al grito de la tierra, escuchar la súplica de los pobres, ser sensibles a las esperanzas de los jóvenes y a los sueños de los niños. Que tenemos la gran responsabilidad de garantizar que no se les niegue el futuro. Han declarado que hay que optar por un desarrollo humano sustentable. Acojo entonces favorablemente su trabajo, porque el cambio climático es «una cuestión social global e íntimamente ligada a la dignidad de la vida humana» (Exhort. ap. Laudate Deum, 3).

Nos encontramos ante desafíos sistémicos distintos pero interconectados: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la degradación medioambiental, las disparidades globales, la inseguridad alimentaria y una amenaza a la dignidad de las poblaciones involucradas. A menos que se enfrenten colectivamente con urgencia, estos problemas representan amenazas existenciales para la humanidad, para los demás seres vivos y para todos los ecosistemas. Pero que sea claro: son los pobres de la tierra los que sufren mayormente, no obstante que contribuyen en menor medida al problema. Las naciones más ricas, cerca de mil millones de personas, producen más de la mitad de la de los contaminantes que atrapan el calor. Por el contrario, tres mil millones de personas más pobres contribuyen con menos del 10%, pero soportan el 75% de las pérdidas que de ello derivan. Los 46 países menos desarrollados – mayormente africanos – representan solo el 1% de las emisiones globales de CO2. Por el contrario, las naciones del G20 son responsables del 80% de estas emisiones.

Su investigación muestra la trágica realidad de que las mujeres y niños soportan un peso desproporcionado. A menudo las mujeres no disponen del mismo acceso a los recursos que los hombres; además, el cuidado de la casa y los niños puede obstaculizar la posibilidad de migrar en caso de una catástrofe. Sin embargo, las mujeres no son solamente víctimas del cambio climático: son también poderosos agentes de resiliencia y adaptación. Con respecto a los niños, casi mil millones de ellos residen en países que enfrentan un riesgo extremadamente elevado de devastación ligada al clima. La edad evolutiva los hace más susceptibles a los efectos, tanto físicos como psicológicos, del cambio climático.

El rechazo a actuar rápidamente para proteger a los más vulnerables expuestos al cambio climático provocado por el hombre es una culpa grave. Un progreso ordenado es después obstaculizado por la voraz búsqueda de ganancias a corto plazo por las industrias contaminantes y de la desinformación, que genera confusión y obstaculiza los esfuerzos colectivos para un cambio de ruta.

Hermanos y hermanas, el camino es difícil y lleno de peligros. Los datos emergidos de esta cumbre revelan que el espectro del cambio climático afecta todo aspecto de la existencia, amenazando el agua, el aire, el alimento y los sistemas energéticos. De igual forma alarmantes son las amenazas a la salud pública y al bienestar. Asistimos a la disolución de las comunidades y al desplazamiento forzado de las familias. La contaminación atmosférica se cobra prematuramente millones de vidas cada año. Más de tres mil millones y medio de personas viven en regiones altamente sensibles a las devastaciones por el cambio climático y esto impulsa a la migración forzada. Vemos en estos años cuántos hermanos y hermanas pierden la vida en viajes desesperados y las previsiones son preocupantes. Defender la dignidad y los derechos de los migrantes climáticos significa afirmar la sacralidad de toda vida humana y exige honrar el mandato divino de custodiar y proteger la casa común.

Ante esta crisis planetaria, uno mi sentido llamado al de ustedes.

En primer lugar, es necesario adoptar un enfoque universal y una acción rápida y decidida, capaz de producir cambios y decisiones políticas. En segundo lugar, es necesario invertir la curva de calentamiento, buscando disminuir a la mitad la tasa de calentamiento en el breve período de un cuarto de siglo. Al mismo tiempo, es necesario apuntar a una de-carbonización global, eliminando la dependencia de los combustibles fósiles. En tercer lugar, deben removerse las grandes cantidades de anhídrido carbónico de la atmósfera, a través de una gestión medioambiental que abrace a distintas generaciones. Es un trabajo largo, pero también es con visión de futuro, y debemos emprenderlo todos juntos. Y en este esfuerzo la naturaleza es nuestra fiel aliada, uniendo a disposición sus poderes, los poderes que tienen naturaleza para regenerar, poderes regenerativos.

Salvaguardemos las riquezas naturales: la cuenca amazónica y la del Congo, las turberas y los manglares, los océanos, las barreras de coral, los terrenos agrícolas y los casquetes polares, por su contribución a la reducción de emisiones globales de carbono. Con este enfoque holístico, se combate el cambio climático y se enfrenta también la doble crisis de la pérdida de biodiversidad y la desigualdad, cultivando los ecosistemas que sostienen la vida.

La crisis climática requiere una sinfonía de cooperación y solidaridad global. El trabajo debe ser sinfónico, armónico, todos juntos. A través de la reducción de las emisiones, la educación de los estilos de vida, los financiamientos innovadores y el uso de soluciones probadas basadas en la naturaleza, reforzamos entonces la resiliencia, en particular la resiliencia a la sequía.

Finalmente, debe desarrollarse una nueva arquitectura financiera que responda a las exigencias del Sur del mundo y de los Estados insulares gravemente afectados por desastres climáticos. La reestructuración y reducción de la deuda, junto con el desarrollo de una nueva carta financiera global en 2025, reconociendo una especie de “deuda ecológica” – deben trabajar en esta palabra: la deuda ecológica –, pueden ser una válida ayuda para mitigar el cambio climático.

Queridos amigos, les agradezco por su compromiso y los animo a seguir cooperando en la transición de la actual crisis climática a la resiliencia climática con equidad y justicia social. Es necesario actuar con urgencia – ¡con urgencia! –, compasión y determinación, porque la apuesta no podría ser más alta. Sigan adelante y que Dios los bendiga. Hago oración por ustedes y, por favor, háganlo por mí. Gracias.

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