MUCHOS JÓVENES HAN PERDIDO EL HORIZONTE, DÉMOSLES ESPERANZA: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN EL CONGRESO INTERNACIONAL DE PASTORAL JUVENIL (25/05/2024)

El Papa Francisco recibió en la Sala Clementina, este 25 de mayo, a los participantes en el Congreso Internacional de Pastoral Juvenil del Dicasterio para los laicos, Familia y Vida a quienes en primer lugar agradeció por su labor para el éxito de la pasada JMJ de Lisboa. El Santo Padre insistió en que los jóvenes no pueden ser instrumentalizados para realizar ideas que ya han decidido otros o que no responden realmente a sus necesidades, sino que hay que confiarles responsabilidades, involucrarlos en el diálogo, en la programación de las actividades y en las decisiones. Compartimos a continuación, el texto pronunciado por el Papa, traducido del italiano:

Eminencias, queridos hermanos y hermanas, buenos días:

Primero que nada, quiero expresar mi gratitud a todos aquellos que cooperaron para el buen resultado de la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa. Fue un gran esfuerzo, pero valió la pena porque, después de la pandemia y en medio de tantas tensiones internacionales, los jóvenes tenían necesidad de una inyección de esperanza; y los días de Lisboa fueron una verdadera celebración de la alegría de vivir y de ser cristianos; una celebración de la esperanza que sigue habitando en el corazón de los jóvenes, Porque Dios mismo la alimenta y la hace sólida, a pesar de todas las adversidades.

Queridos amigos, animados por esta experiencia, están llamados a trabajar para los próximos eventos internacionales, pero también, y sobre todo, para acompañar a la Pastoral Juvenil en los “tiempos ordinarios”.

Pensando en el Jubileo de los Jóvenes – el año próximo –y en la JMJ de Seúl – dentro de tres años –, mi “sueño” es que puedan hacer encontrar a Jesús a muchos jóvenes, también entre aquellos que normalmente no asisten a la Iglesia, llevándoles el mensaje de la esperanza. Pienso en esos muchachos y muchachas que han “bajado la mirada”, que han perdido el horizonte, que han hecho a un lado los grandes sueños y se han quedado atrapados en la tristeza y en el mal de vivir. Asia es un continente joven, un continente vital, sin embargo, muchos jóvenes, sobre todo en las grandes ciudades, sufren una pérdida de la esperanza Y un repliegue sobre sí mismos, con pocas relaciones, pocos intereses. Y lo mismo sucede en todo el mundo. Las citas de Roma y Seúl son las ocasiones que Dios nos ofrece para decirle a todos los jóvenes del mundo que Jesús es esperanza, es esperanza para ti, es esperanza para nosotros, es esperanza para todos.

Mientras trabajan para estos grandes eventos, el Jubileo y el encuentro de Seúl, no deben olvidar, sin embargo, los caminos ordinarios, es decir el camino de los jóvenes en la vida cotidiana. Es el camino y la pastoral de los pequeños pasos, de los pequeños números, de las palabras y los gestos sencillos, de los momentos de celebración y de oración en comunidad, de las decisiones de cada día. Son experiencias menos aparentes, pero son las que excavan a fondo en el corazón y que con el tiempo dan frutos duraderos. Es la santidad de la vida cotidiana de la que hablé en Gaudete et exsultate... Y, no por hacerle publicidad a mis escritos, pero lean Gaudete et exsultate, es un himno a la alegría, y el cristiano triste es un triste cristiano. La alegría debe ser el alimento del cristiano, la expresión del cristiano y si tú no sabes qué es la alegría, ve frente al espejo... comenzarás a reírte un poco.

Quisiera, a este respecto, recordar algunos elementos que nunca deben faltar en el trabajo cotidiano de la Pastoral Juvenil. Ante todo, que los jóvenes sean ayudados a tener en el corazón algunas certezas fundamentales: “Dios es amor”, “Cristo te salva”, “Él vive”, “el Espíritu Santo da vida”. Son certezas y también hay otra certeza: La Virgen te quiere porque es madre. Cuatro, cinco sencillas verdades que no hay que cansarse nunca de anunciar (cf. Christus vivit, 112-133). Los jóvenes, de hecho, resienten de manera particular las noticias negativas que nos asedian, pero éstas no deben oscurecer la certeza de que Cristo resucitado está con ellos y es más fuerte que cualquier mal. Pensemos, no digo en las noticias, en la publicidad de la guerra, pensemos en esto. Que los jóvenes escuchen esto. ¡Sí, Cristo vive! Todo vive, está en su mano y solo Él conoce los destinos del mundo y el curso de nuestra vida. Es importante ofrecer a los jóvenes ocasiones para experimentar a Cristo vivo en la oración, en la celebración eucarística y de la reconciliación, en los encuentros comunitarios, en el servicio a los pobres, en el testimonio de los santos. Los jóvenes mismos que lo experimentan son los portadores de este anuncio-testimonio.

Otro elemento esencial es el discernimiento espiritual (cf. Christus vivit, 112-133). El discernimiento es un arte que los agentes pastorales en primer término deben aprender: sacerdotes y religiosos, catequistas, acompañantes, jóvenes mismos que siguen a otros jóvenes. Es un arte que no se improvisa, que debe profundizarse, experimentarse y vivirse. Para un joven, encontrar a una persona capaz de discernir es encontrar un tesoro. En el camino de la fe y en el descubrimiento de la propia vocación, una guía sabia ayuda a evitar muchos errores, ingenuidades, momentos de extravío y de “parálisis”. Una guía que no quita la libertad, sino que acompaña. Sobre el discernimiento hice también un ciclo de catequesis, pueden ir a buscarlas, que explica cómo se hace el discernimiento. Aquí quisiera subrayar solo tres cualidades: es sinodal, es personal, está orientado hacia la verdad. El discernimiento es sinodal, personal y orientado hacia la verdad.

Sinodal. Hoy prevalece el individualismo: cada uno va por su camino, cada quien se atribuye un sentido de vida, cada quien establece sus valores, sus verdades. Quizá con una categorización de “me gusta – no me gusta”. Y este es un individualismo terrible. En cambio, en la práctica del discernimiento, la iglesia nos pone a un lado de los hermanos y hermanas en la fe para recorrer un camino juntos, no solos, y así nuestra maduración interior se vuelve mucho más rica. En este sentido el discernimiento es sinodal.

Al mismo tiempo el discernimiento es personal. En nuestro mundo todo está masificado y homologado, los jóvenes, en cambio, deben ser acompañados uno a uno. Cada uno de ellos es único e irrepetible. Cada uno merece escucha, comprensión y consejos adecuados a su edad, a su madurez humana y espiritual. El discernimiento no puede ser más que personal. Antier tuve una reunión en una parroquia, con adolescentes, unos 60 adolescentes, me gustaban las preguntas que hacían, preguntas de búsqueda, de apertura al Señor, de dudas. Escuchar y ayudar a avanzar.

Y después el discernimiento está orientado hacia la verdad, esto parece una queja. Vivimos en una sociedad que está contaminada por las fake news, donde los perfiles personales son a menudo alterados o falsificados, donde se crean identidades alternativas, y el discernimiento quiere ser para los jóvenes un camino de autenticidad: salir de las identidades artificiales y descubrir la propia identidad real. Se trata de volverse “verdaderos” ante sí mismos, ante los demás y ante Dios. Nos reímos cuando vemos que las mujeres se maquillan, deben ser hermosas, por eso se maquillan, pero cuántas veces todos nosotros hacemos un “maquillaje” del alma para aparentar lo que no somos. Tengan cuidado con esto. Verdaderos ante los demás, ante Dios, ante nosotros mismos.

Concluyo – ¡tranquilos!, estamos por terminar – es importante seguir escuchando a los jóvenes. Una escucha real, que no se quede “a la mitad”, o sea solamente “de fachada”. Los jóvenes no deben ser instrumentalizados para realizar ideas ya decididas por otros o que no responden realmente a sus exigencias. Los jóvenes deben ser responsabilizados, involucrados en el diálogo, en la programación de las actividades, en las decisiones. Es necesario hacerles sentir que son parte activa y plenamente de la vida de la Iglesia; y sobre todo que ellos mismos son los primeros anunciadores del Evangelio para sus contemporáneos.

Queridos hermanos y hermanas, gracias por su compromiso con los jóvenes y para los jóvenes. Sigan adelante con valentía, llevando a todos la buena noticia de que Jesús está vivo, de que Jesús es el Señor: es éste el mensaje de alegría, de consuelo y esperanza que muchos están esperando. De corazón los bendigo y les pido orar por mí. Gracias.

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