AL SERVICIO DE LOS ENFERMOS CON LA “SANTA LOCURA DEL AMOR”: PALABRAS DEL PAPA A LAS HERMANAS HOSPITALARIAS DEL SAGRADO CORAZÓN Y A LAS HIJAS DE SAN CAMILO (23/05/2024)

El Papa Francisco recibió en la Sala del Consistorio, este 23 de mayo, a las participantes en los Capítulos Generales de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón y de las Hijas de San Camilo. El Santo Padre recorrió la historia de los dos institutos religiosos femeninos, invitándolas a continuar la misión de las fundadoras junto a los enfermos, los marginados, a atreverse “sin miedo” y a dejarse “interpelar por las nuevas pobrezas de nuestro tiempo”. Reproducimos a continuación el texto de su discurso, traducido del italiano:

Ahora es tiempo de Capítulos, hasta julio, por eso tengo que hacer dos juntos porque no hay tiempo, son muchos... Pero adelante, ¡ánimo!

Me alegra darles la bienvenida en ocasión de sus Capítulos Generales. Este es un momento de gracia: para ustedes, para las hermanas que representan y para toda la Iglesia.

Es un hermoso gesto de la Providencia reunirlas aquí con el Obispo de Roma, para dar gracias al Señor, pedirle luz para discernir su voluntad y renovar su compromiso al servicio de la Iglesia.

Al comienzo de sus caminos hay dos historias emocionantes, en las que se ve cómo la audacia de fundadores y fundadoras, bajo la acción del Espíritu Santo, puede realizar grandes obras, lanzándose allí donde la caridad llama, sin hacer demasiados cálculos, con la “santa locura del amor”. Y si falta el amor, ¡estamos acabados!

Este es el caso de María Angustias Giménez, de la Venerable María Josefa Recio y San Benedetto Menni, que en 1881, inspirados por el carisma de San Juan de Dios, en una España atribulada por las dificultades y las divisiones, iniciaron una obra de vanguardia para aquellos tiempos, al servicio de los últimos entre los últimos: los enfermos mentales. Esto es algo hermoso, sin intereses humanos. Así nacían las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón. Y desde entonces han continuado su misión, extendiendo su asistencia siempre a nuevos sufrimientos y pobrezas, para hacer presente la misericordia de Dios en la práctica de la hospitalidad, con una particular atención a la recuperación y rehabilitación integral de las personas. Y lo hacen intentando implicar a todos – enfermos, familias, médicos, hermanas, voluntarios y otros – en un clima “de comunidad” en el que cada uno es partícipe y contribuye al bien de los demás. Esto es hermoso, porque así todos sanan juntos, cada uno según su necesidad y las heridas que lleva. No lo olvidemos nunca, por favor: todos necesitamos curarnos, todos, y cuidar de los demás nos hace bien.

No muchos años después de la fundación de las Hermanas Hospitalarias, en 1892, en Roma, otra mujer, Santa Josefina Vannini, inspirándose esta vez por San Camilo de Lellis, junto con el Beato Luigi Tezza – que fue enterrado en Buenos Aires, yo visité su tumba –, daba vida a la Congregación de las Hijas de San Camilo, también dedicada al cuidado de los enfermos. Ellas me hospitalizaron cuando me operaron. Esta mujer sabía bien lo que es el dolor: en su vida había sufrido mucho a causa de su mala salud y por muchas otras razones. Sólo con la ayuda de Dios y de personas buenas había podido salir adelante, y por eso le gustaba repetir: “el sufrimiento sólo se vence con amor”. Así, confió los enfermos a su amor, primera e indispensable medicina de todo lugar de cuidados; es más, con el cuarto voto de atención a los enfermos, los colocó en el corazón de su consagración. Me decía un sacerdote que se recuperó con ustedes: “¡Estas hermanas creen, creen!”.

Queridas hermanas, todo esto es un signo, es una invitación, en el discernimiento de sus Capítulos, a no tener miedo, a dejarse impulsar por la misma audacia que sus fundadoras y fundadores, a atreverse, a arriesgar – ¡atreverse, arriesgar! – por el bien de los hermanos y hermanas que Dios pone en su camino. Atrévanse, sin miedo, y déjense interpelar por las nuevas pobrezas de nuestro tiempo: ¡son muchas! De esta manera harán fructificar la grande y rica herencia que han recibido, y la mantendrán siempre viva y joven.

Gracias. Gracias por su trabajo. Por favor, no pierdan la alegría, no pierdan la sonrisa y la alegría del corazón. Las bendigo de corazón. Y por favor les pido orar por mí. Gracias.

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