CRISTIANOS Y BUDISTAS ESTÁN LLAMADOS A TRABAJAR JUNTOS POR LA PAZ: MENSAJE DEL DICASTERIO PARA EL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO A LOS BUDISTAS EN OCASIÓN DEL VESAK (06/05/2025)

La responsabilidad común como cristianos y budistas de promover la paz, la reconciliación y la resiliencia es el punto central del mensaje enviado este 6 de mayo por el Dicasterio para el Diálogo Interreligioso a los budistas con motivo de la conmemoración del Vesak, tiempo sagrado que celebra el nacimiento, la iluminación y la partida de Buda. En el mensaje, se resalta la tarea de redescubrir y atesorar la reconciliación y resiliencia en las respectivas tradiciones religiosas, dando a conocer mejor las figuras espirituales que los encarnaron. Transcribimos a continuación el texto del mensaje, traducido del inglés:

Cristianos y Budistas: Trabajando juntos por la paz
a través de la Reconciliación y la Resiliencia

Queridos amigos budistas:

La celebración del Vesak, este tiempo sagrado para ustedes que conmemora el nacimiento, iluminación y partida del Buda, nos permite una ocasión oportuna para ofrecerles nuestros mejores deseos y reflexionar con ustedes acerca de nuestra responsabilidad compartida, como cristianos y budistas, de promover la paz, la reconciliación y la resiliencia, valores profundamente arraigados en nuestras respectivas tradiciones religiosas.

“¡Nunca más la guerra, nunca más la guerra! ¡Es la paz, la paz, la que debe guiar el destino de las naciones y la humanidad!” Esta fuerte llamada, pronunciada por el Papa Pablo VI en su Discurso a las Naciones Unidas del 4 de octubre de 1965, ha sido repetido por numerosas reuniones interreligiosas en años recientes para pedir que se condene la destrucción causada por las guerras alrededor del mundo. Nos hemos referido a este asunto en varias ocasiones, pero la continua escalada de conflictos en todo el mundo pide una atención renovada al problema crítico de la paz y una más profunda reflexión de nuestro propio papel en superar los obstáculos que hay en el camino de su crecimiento. Además de nuestras constantes oraciones y esperanzas, la actual situación nos demanda esfuerzos vigorosos. Para hacer nuestra parte en hacer que terminen el odio y el deseo de venganza que conducen a la guerra, y en curar las heridas que las armas han infringido en la humanidad y en la Tierra, nuestra casa común, necesitamos fortalecer nuestro compromiso para trabajar por la reconciliación y la resiliencia.

A menos que las más profundas causas de los conflictos y la violencia se enfrenten adecuadamente, el amanecer de una paz duradera es una ilusión, porque no puede haber paz y reconciliación sin equidad y justicia en la vida política, económica y cultural. “Perdonar y reconciliarse no tienen que ver con la pretensión de que las cosas son distintas de lo que son. No es darse palmadas unos a otros en la espalda y hacerse los ciegos ante lo que está equivocado. La verdadera reconciliación expone el horror, el abuso, el dolor, la degradación, la verdad” (Desmond Tutu, No hay futuro sin perdón, 218).

Las nobles enseñanzas de nuestras respectivas tradiciones y las vidas ejemplares vividas por aquellos a quienes reverenciamos, dan testimonio de los abundantes beneficios de la reconciliación y la resiliencia. Cuando se busca el perdón y las relaciones rotas sanan, los que fueron extraños se reconcilian y la armonía se restaura. La resiliencia empodera a los individuos y a las comunidades para recuperarse de la adversidad y el trauma. Fomenta la valentía y la esperanza por un mejor futuro, ya que transforma tanto a las víctimas como a los perpetradores y conduce a una nueva vida. La reconciliación y la resiliencia se unen para formar una sinergia poderosa que cura heridas pasadas, forjar vínculos fuertes y hace posible enfrentar los retos de la vida con fortaleza y optimismo.

Como se enseña en los rituales y la adoración propios de nuestras respectivas tradiciones religiosas, la reconciliación y la resiliencia son entonces los remedios necesarios para una cultura de violencia que a menudo se justifica como una respuesta lamentable pero necesaria ante acciones militares o terroristas agresivas. La reconciliación y la resiliencia nos empoderan para perdonar y buscar perdón, para amar y para estar en paz con nosotros mismos y con los demás, incluso con los que nos han ofendido.

Buda impartió la sabiduría atemporal de que “el odio nunca se apacigua con el odio en este mundo. Solo se apacigua con la bondad amorosa” (Dhammapada, v. 5), mientras que San Pablo, haciendo eco de la llamada de Jesús de un perdón sin límites (Mt 6, 14), exhorta a los cristianos a abrazar el ministerio de la reconciliación iniciado por Dios en Cristo (2 Cor 5, 11-21).

Mientras les extendemos nuestras cordiales felicitaciones en ocasión del Vesak, permítanos invocar la sabiduría atemporal del Venerable Maha Ghosanda, un testigo de los horrores del genocidio de Camboya y la inspiración para la Peregrinación de la Paz de Dhamma Yatra, que nos urge a “remover las minas de odio de nuestros corazones” (cf. Oración por la paz). También el Papa Francisco nos asegura que “la reparación y la reconciliación nos darán nueva vida y nos liberarán del miedo” (Fratelli Tutti, 78). Él aconseja a los que fueron fieros enemigos a “aprender cómo cultivar una memoria penitencial, una que pueda aceptar el pasado no para ensombrecer el futuro con sus propios reclamos, problemas y planes” (Fratelli Tutti, 226). Todos nosotros estamos llamados a redescubrir y atesorar estos valores que se encuentran en nuestras respectivas tradiciones, para que se conozcan mejor las figuras espirituales que las encarnaron y para caminar juntos por el bien de la paz.

Con estos pensamientos de oración, les deseamos una fructífera celebración del Vesak.

Desde el Vaticano, 6 de mayo 2024

Miguel Ángel Card. Ayuso Guixot, MCCJ
Prefecto

Mons. Indunil J. Kodithuwakku K.
Secretario

Comentarios