LA IGLESIA NECESITA DE SU COMPROMISO Y SERVICIO: CARTA DEL PAPA A LOS PÁRROCOS (02/05/2024)

El Papa Francisco escribe una carta a los párrocos agradeciéndoles por su generoso trabajo, y exhortándolos “a ser constructores de una Iglesia sinodal misionera y a comprometerse con entusiasmo en este camino”, viviendo el carisma ministerial específico, practicando el arte del discernimiento y la fraternidad sacerdotal. La carta del Santo Padre a los párrocos fue publicada este 2 de mayo, al final del encuentro de “Los Párrocos para el Sínodo” que se efectuó desde el pasado 29 de abril en Roma y compartimos a continuación el texto de la Carta, traducido del italiano:

Queridos hermanos párrocos:

El encuentro internacional “Los párrocos para el Sínodo” y el diálogo con quienes han participado en él, son la ocasión para recordar en mi oración a todos los párrocos del mundo, a los que dirijo estas palabras con gran afecto.

Es tan obvio que decirlo suena casi banal, pero esto no lo hace menos verdadero: la Iglesia no podría ir adelante sin su compromiso y servicio. Por eso quiero ante todo expresar gratitud y estima por el generoso trabajo que hacen cada día, sembrando el Evangelio en todo tipo de terreno (cf. Mc 4, 1-25).

Como están experimentando en estos días de intercambio, las parroquias en las que desarrollan su ministerio se encuentran en contextos muy diferentes: desde aquellas en las periferias de las grandes ciudades —las conocí directamente en Buenos Aires— a aquellas vastas como provincias en las regiones menos densamente pobladas; desde aquellas de los centros urbanos de muchos países europeos, en las que antiguas basílicas acogen comunidades cada vez más pequeñas y más envejecidas, hasta aquellas donde se celebra bajo un gran árbol y el canto de los pájaros se mezcla con la voz de muchos niños.

Los párrocos conocen todo esto muy bien, conocen desde dentro la vida del Pueblo de Dios, sus fatigas y sus alegrías, sus necesidades y sus riquezas. Por eso una Iglesia sinodal necesita a sus párrocos: sin ellos nunca podremos aprender a caminar juntos, nunca podremos emprender ese camino de la sinodalidad que «es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio» [1].

Nunca nos convertiremos en Iglesia sinodal misionera si las comunidades parroquiales no hacen de la participación de todos los bautizados en la única misión de anunciar el Evangelio el rasgo característico de sus vidas. Si las parroquias no son sinodales y misioneras, tampoco lo será la Iglesia. La Relación de Síntesis de la Primera Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos es muy clara al respecto: las parroquias, a partir de sus estructuras y de la organización de su vida, están llamadas a concebirse «principalmente al servicio de la misión que los fieles llevan adelante al interno de la sociedad, en la vida familiar y laboral sin concentrarse exclusivamente en las actividades que se desarrollan a su interior y sobre sus necesidades organizativas» (8, l). Por eso es necesario que las comunidades parroquiales se conviertan cada vez más en lugares desde los cuales los bautizados parten como discípulos misioneros y a los que regresan, llenos de alegría, para compartir las maravillas obradas por el Señor a través de su testimonio (cf. Lc 10, 17).

Como pastores, estamos llamados a acompañar en este itinerario a las comunidades que servimos y, al mismo tiempo, a comprometernos con la oración, el discernimiento y el celo apostólico para que nuestro ministerio se adecúe a las exigencias de una Iglesia sinodal misionera. Este desafío concierne al Papa, a los Obispos y a la Curia romana, y les corresponde también a ustedes párrocos. Aquél que nos ha llamado y consagrado nos invita hoy a ponernos a la escucha de su Espíritu y a movernos en la dirección que nos indica. De algo podemos estar seguros: no dejará que nos falte su gracia. A lo largo del camino descubriremos también el modo para liberar nuestro servicio de aquellos aspectos que lo hacen más fatigoso y redescubrir su núcleo más verdadero: anunciar la Palabra y reunir a la comunidad partiendo el pan.

Los exhorto entonces a acoger esta llamada del Señor a ser, como párrocos, constructores de una Iglesia sinodal misionera y a comprometerse con entusiasmo en este camino. Para ese fin, deseo formular tres sugerencias que puedan inspirar el estilo de vida y de acción de los pastores.

1. Los invito a vivir su carisma ministerial específico cada vez más al servicio de los multiformes dones diseminados por el Espíritu en el Pueblo de Dios. Urge, de hecho, descubrir, animar y valorar «con el sentido de la fe los carismas, tanto los humildes como los más elevados, que bajo múltiples formas se conceden a los laicos» (Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, 9) y que son indispensables para poder evangelizar las realidades humanas. Estoy convencido de que así harán surgir muchos tesoros escondidos y se encontrarán menos solos en la gran tarea de evangelizar, experimentando la alegría de una genuina paternidad que no sobresale, sino que hace emerger en los demás, hombres y mujeres, muchas potencialidades valiosas.

2. Con todo el corazón les sugiero que aprendan y practiquen el arte del discernimiento comunitario, valiéndose para esto del método de la “conversación en el Espíritu”, que nos ha ayudado tanto en el itinerario sinodal y en el desarrollo de la misma Asamblea. Estoy seguro de que podrán recoger numerosos frutos de ello, no sólo en las estructuras de comunión, como el Consejo pastoral parroquial, sino también en muchos otros campos. Como recuerda la Relación de Síntesis, el discernimiento es un elemento clave de la acción pastoral de una Iglesia sinodal: «Es importante que la práctica del discernimiento se aplique también en el ámbito pastoral, en un modo adecuado a los contextos, para iluminar lo concreto de la vida eclesial. Esta práctica permitirá reconocer mejor los carismas presentes en la comunidad, confiar con sabiduría tareas y ministerios, proyectar a la luz del Espíritu los caminos pastorales, yendo más allá de la simple programación de actividades» (2, l).

3. Por último, quisiera pedirles que basen todo en el intercambio y la fraternidad entre ustedes y con sus Obispos. Dicha instancia surgió con fuerza en el Congreso internacional para la formación permanente de los sacerdotes, con el tema «Reaviva el don de Dios que hay en ti» (2 Tim 1,6), realizado el pasado mes de febrero aquí en Roma, con más de ochocientos Obispos, sacerdotes, consagrados y laicos, hombres y mujeres, comprometidos en este campo, en representación de ochenta países. No podemos ser auténticos padres si no somos ante todo hijos y hermanos. Y no seremos capaces de suscitar comunión y participación en las comunidades que nos son confiadas si, en primer lugar, no las vivimos entre nosotros. Sé bien que, en la sucesión de las responsabilidades pastorales, tal compromiso podría parecer un añadido o incluso tiempo perdido, pero en realidad es lo contrario; de hecho, sólo así somos creíbles y nuestra acción no desbarata lo que otros ya han construido.

No es sólo la Iglesia sinodal misionera la que necesita a los párrocos, sino también el camino específico del Sínodo 2021-2024, “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, en vista de la Segunda Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se llevará a cabo el próximo mes de octubre. Para prepararla necesitamos escuchar sus voces.

Por eso, invito a todos los que han participado en el Encuentro internacional “Los párrocos por el Sínodo” a que, cuando regresen a casa, sean misioneros de sinodalidad también con ustedes, sus hermanos párrocos, animando la reflexión sobre la renovación del ministerio del párroco en clave sinodal y misionera, y al mismo tiempo permitiendo a la Secretaría General del Sínodo que reúna su contribución insustituible en vista de la redacción del Instrumentum laboris. Escuchar a los párrocos era el objetivo de este Encuentro internacional, pero eso no puede terminar hoy: necesitamos seguir escuchándolos.

Muy queridos hermanos, estoy a su lado en este camino que también yo intento recorrer. Los bendigo a todos de corazón y a su vez necesito sentir su cercanía y el apoyo de su oración. Encomendémonos a la Santísima Virgen María Odighitria: aquella que indica el sendero, aquella que nos conduce al Camino, a la Verdad y a la Vida.

Roma, San Juan de Letrán, 2 de mayo de 2024


[1] Discurso en la Conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17 octubre 2015.

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