SIGAMOS EL CAMINO INDICADO POR JESÚS Y REALICEMOS OBRAS DE AMOR: REGINA COELI DEL 12/05/2024
Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
Y ahora, quisiera desear un feliz domingo a los muchachos de Génova.
Hoy, en Italia y en otros países, se celebra la Solemnidad de la Ascensión del Señor. El Evangelio de la Misa afirma que Jesús, después de haber encomendado a los apóstoles la tarea de continuar su obra, «fue elevado al cielo y sentado a la derecha de Dios» (Mc 16, 19). Así dice el Evangelio: «Fue elevado al cielo y sentado a la derecha de Dios ».
El regreso de Jesús al Padre se nos presenta no como un separarse de nosotros, sino sobre todo como un precedernos hacia la meta, que es el Cielo. Como cuando en la montaña se sube hacia la cima: se camina, con fatiga, y finalmente, en un recodo del sendero, el horizonte se abre y se ve el panorama. Entonces todo el cuerpo vuelve a encontrar la fuerza para afrontar la última subida. Todo el cuerpo – brazos, piernas y todos los músculos – se tensa para llegar a la cumbre.
Y nosotros, la Iglesia, somos precisamente ese cuerpo que Jesús, ascendido al Cielo, arrastra consigo como en una “cordada”. Es Él quien nos revela y nos comunica, con su Palabra y con la gracia de los Sacramentos, la belleza de la Patria hacia la que estamos encaminados. Del mismo modo también nosotros, sus miembros – nosotros somos miembros de Jesús –, subimos con alegría junto a Él, nuestra cabeza, sabiendo que el paso de uno es un paso para todos, y que nadie debe perderse ni quedarse atrás, porque somos un solo cuerpo. (cf. Col 1, 18; 1 Cor 12, 12-27).
Escuchemos bien: Paso a paso, peldaño a peldaño, Jesús nos muestra el camino. ¿Cuáles son esos pasos que hay que dar? El Evangelio hoy dice: “Anunciar el Evangelio, bautizar, expulsar a los demonios, enfrentar a las serpientes, sanar a los enfermos” (cf. Mc 16, 16-18); en resumen, llevar a cabo las obras del amor: dar vida, llevar esperanza, mantenerse alejado de toda maldad y mezquindad, responder al mal con el bien, estar cerca de quien sufre. Esto es el “paso a paso”. Y cuanto más hacemos esto, más nos dejamos transformar por el Espíritu, más seguimos su ejemplo y más, como en la montaña, sentimos que el aire en torno a nosotros se vuelve ligero y limpio, el horizonte amplio y la meta cercana, las palabras y los gestos se vuelven buenos, la mente y el corazón se ensanchan, respiran.
Entonces podemos preguntarnos: ¿está vivo en mí el deseo de Dios, el deseo de su amor infinito, de su vida que es vida eterna? ¿O estoy un poco aplanado y anclado a las cosas pasajeras, o al dinero, o al éxito, o a los placeres? Y mi deseo del Cielo, ¿me aísla, me cierra o me lleva a amar a los hermanos con ánimo grande y desinteresado, a sentirlos compañeros de camino hacia el Paraíso?
Que María nos ayude, ella que ya llegó a la meta, a caminar juntos con alegría hacia la gloria del Cielo.
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