SIRVIENDO A LOS DEMÁS SE CONSTRUYE EL BIEN COMÚN: PALABRAS DEL PAPA A LA COMISIÓN INTERNACIONAL DEL APOSTOLADO EDUCATIVO DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS (24/05/2024)

El Papa Francisco recibió en audiencia, la mañana de este 24 de mayo, a la Comisión Internacional del Apostolado Educativo de la Compañía de Jesús, en la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano. El Papa subrayó la urgencia de salir de nosotros mismos «para percibir a los demás», especialmente a aquellos que están en los márgenes de nuestras sociedades y que no sólo necesitan nuestra ayuda, sino que también «tienen mucho que enseñarnos y ofrecernos». Es necesario un nuevo pacto educativo global, para «crear un futuro lleno de esperanza», les dijo en su mensaje cuyo texto compartimos a continuación, traducido del italiano:

Deseo agradecerles, en nombre mío y de la Iglesia, por el trabajo que realizan en las escuelas jesuitas y en las demás escuelas asociadas en la misión, que han decidido unirse al esfuerzo apostólico de la Compañía de Jesús. Es verdad que San Ignacio y los primeros compañeros no consideraron la importancia de las escuelas al comienzo de la fundación de la Compañía. Pero también es cierto que muy pronto se dieron cuenta del inmenso potencial evangelizador y lo acogieron con entusiasmo y dedicación. Sin duda las escuelas jesuitas han hecho que el mensaje del Evangelio continuara escuchándose entre las nuevas generaciones, acompañado del rigor académico e intelectual que las caracteriza. Pero el centro ha sido y debe seguir siendo Jesús. Por eso los jesuitas, a través del programa de estudios y las actividades en las escuelas, se esforzaron para que los jóvenes pudieran entrar en contacto con el Evangelio, con el servicio a los demás y, contribuyeran así al bien común. Las Congregaciones Marianas fueron un ejemplo valioso de cómo la educación jesuita quería invitar a sus estudiantes a convertirse en agentes de cambio y de evangelización en su contexto. Se trataba de hacer que desde jóvenes aprendieran a descubrir a Dios presente en los demás, especialmente en los pobres y los marginados. Esa es la verdadera educación: acompañar a los jóvenes para que descubran en el servicio a los demás y en el rigor académico la construcción del bien común.

El Nuevo Pacto Educativo Global que he promovido quiere actualizar precisamente el esfuerzo educativo para que los jóvenes se preparen y comiencen a cambiar la mentalidad de una educación sólo para “mi” éxito personal, en la mentalidad de una educación que los lleve a descubrir la verdadera plenitud de la vida, cuando se emplean los dones y habilidades personales en colaboración con otros, para la construcción de una sociedad y un mundo más humanos y fraternos. Necesitamos pasar de la cultura del “yo” a la cultura del “nosotros”, en la que una educación de calidad se define por sus resultados humanizantes y no por los resultados económicos. Esto significa ― como lo he repetido muchas veces ― poner a la persona en el centro del proceso. Y era lo que el P. Arrupe nos repetía frecuentemente al insistir en “educar personas para los demás”. El P. Arrupe estaba muy consciente de que la persona para los demás por excelencia, es Jesús, el verdadero hombre con y para los demás.

Como bien saben, la mejor forma de educar es a través del ejemplo, modelando en nosotros lo que deseamos en nuestros estudiantes. Así educó Jesús a sus discípulos. Así estamos llamados a educar en nuestras escuelas. Por eso, es importante todo lo que puedan hacer para que los educadores en nuestras escuelas entiendan existencialmente este llamado. Poner a la persona en el centro significa poner a los educadores en el centro de la formación, ofreciéndoles una preparación y un acompañamiento que los ayuden también a descubrir su potencial y su llamado profundo a acompañar a los demás. Poner a la persona en el centro significa salir de nosotros mismos para percibir a los otros, especialmente a aquellos que están en los márgenes de nuestras sociedades, y que no sólo necesitan nuestra ayuda, sino que tienen también mucho que enseñarnos y ofrecernos. ¡Todos ganamos cuando acogemos entre nosotros a los más pobres y desprotegidos!

Naturalmente, como lo señalé en mi carta cuando confirmé las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús, la primera preferencia es indispensable para comprender el significado de la educación de la Compañía, pues sin una relación verdadera de los educadores con el Señor nada de lo demás es posible. En esto tenemos que insistir. Por eso me alegra que vayan a tener el Seminario Internacional de Yogyakarta – para poder profundizar cómo compartimos con los jóvenes el tesoro revelado en Jesús – y que los jóvenes puedan experimentar su misterio liberador y salvífico. Pero lo lograrán sólo si ven en sus educadores ― incluyendo los padres de familia, primeros educadores en las familias ―, esta relación con Dios y el respeto profundo a los demás y a la creación. Para ellos, nuestros colegios también deben ser educadores de educadores, maestros de maestros.

Me alegra contar con ustedes para impulsar un nuevo pacto educativo global. Sin él, nuestro mundo, que ya sufre tanta violencia y polarización, no podrá crear un futuro lleno de esperanza ni superar los graves desafíos que lo afectan y que nos obligan a tomar mayor conciencia del hecho de que compartimos la casa común de nuestro mundo. Educar es un trabajo de siembra y, cómo dice la Sagrada Escritura, muchas veces “sembramos entre lágrimas para recoger entre cantos” (cf. Sal 126, 5). La educación es una tarea a largo plazo, con paciencia, donde los resultados a veces no son claros; incluso Jesús al comienzo no obtuvo buenos resultados con los discípulos, pero fue paciente, y sigue siendo paciente con nosotros para enseñarnos que educar es esperar, perseverar e insistir con amor.

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