MUCHOS PERIODISTAS FIRMARON SU TRABAJO CON SANGRE: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN EL JUBILEO DE LA COMUNICACIÓN (25/01/2025)
Discurso improvisado
Queridas hermanas y queridos hermanos, buenos días. Y muchas gracias por haber venido.
Tengo en las manos un discurso de nueve páginas. A esta hora, con el estómago que comienza a moverse, leer nueve páginas sería una tortura. Le daré esto al Prefecto. Que sea él quien se los comunique.
Quería solamente decir una palabra sobre la comunicación. Comunicar es salir un poco de sí mismo para dar algo mío al otro. Y la comunicación no sólo es la salida, sino también el encuentro con el otro. Saber comunicar es una gran sabiduría, una gran sabiduría.
Estoy contento por este Jubileo de los comunicadores. Su trabajo es un trabajo que construye: construye la sociedad, construye la Iglesia, así avanzará todos, siempre y cuando sea verdadero. “Padre, yo siempre digo cosas verdaderas...” – “¿Pero tú, eres veraz? No sólo las cosas que dices, sino tú, en tu interior, en tu vida, ¿eres veraz sin interrogación”. Es una prueba muy grande. Comunicar lo que Dios hace con el Hijo, y la comunicación de Dios con el Hijo y el Espíritu Santo. Comunicar algo divino. Gracias por lo que hacen, muchas gracias. Estoy contento.
Y ahora quisiera saludarlos, y antes que nada dar la bendición.
Discurso entregado
Queridos hermanas y hermanos, buenos días:
Les agradezco a todos ustedes por haber venido en tan grande número y desde tantos países diferentes, desde lejos y de cerca. Es realmente hermoso verlos a todos aquí. Agradezco a los invitados que hablaron antes de mí – Maria Ressa, Colum McCann y Mario Calabresi – y agradezco al Maestro Uto Ughi por el regalo de la música, que es un camino de comunicación y esperanza.
Este encuentro nuestro es la primera gran cita del Año Santo dedicado a un “mundo vital” el mundo de la comunicación. El jubileo se celebra en un momento difícil de la historia de la humanidad, con el mundo aún herido por guerra y violencia, por el derramamiento de tanta sangre inocente. Por eso quiero, ante todo, decir gracias a todos los trabajadores de la comunicación que ponen en riesgo su propia vida para buscar la verdad y relatar los horrores de la guerra. Deseo recordar en la oración a todos aquellos que han sacrificado su vida en este último año, uno de los más letales para los periodistas [1]. Oremos por sus colegas que firmaron su trabajo con la propia sangre.
Quiero después recordar junto a ustedes también a todos aquellos que son encarcelados solamente por haber sido fieles a su profesión de periodista, fotógrafo, operador de video, por haber querido ir a ver con sus propios ojos y haber buscado relatar lo que vieron. ¡Son tantos! [2] Pero en este Año Santo, en este jubileo del mundo de la comunicación, pido a quienes tienen el poder de hacerlo que sean liberados todos los periodistas injustamente encarcelados. Que también para ellos se abra una “puerta” a través de la cual puedan volver a la libertad, porque la libertad de los periodistas hace crecer la libertad de todos nosotros. Su Libertad es libertad para cada uno de nosotros.
Pido – como lo he hecho muchas veces y como lo hicieron antes de mí también mis predecesores – que se defienda y salvaguarde la libertad de prensa y de manifestación del pensamiento junto al derecho fundamental a ser informados. Una información libre, responsable y correcta es un patrimonio de conocimiento, de experiencia y de virtud que debe ser protegido y promovido. Sin ello, corremos el riesgo de no distinguir más la verdad de la mentira; sin ello, nos exponemos acrecientes prejuicios y polarizaciones que destruyen los vínculos de convivencia civil e impiden reconstruir la fraterna.
La del periodista es más que una profesión. Es una vocación y una misión. Usted de los comunicadores tienen un papel fundamental para la sociedad hoy, al relatar los hechos y en la manera en que los relatan. Lo sabemos: el lenguaje, la actitud, los tonos, pueden ser determinantes en hacer la diferencia entre una comunicación que vuelva a encender la esperanza, crea puentes, abre puertas, y una comunicación que en cambio aumenta las divisiones, las polarizaciones, las simplificaciones de la realidad.
La suya es una responsabilidad peculiar. Su tarea es valiosa. Sus instrumentos de trabajo son las palabras y las imágenes. Pero antes que ellas, el estudio y la reflexión, la capacidad de ver y escuchar; de ponerse del lado de quien es marginado, de quien no has visto ni escuchado y también le hace renacer – en el corazón de quienes los leen, los escuchan, los miran – el sentido del bien y el mal y una nostalgia por el bien que relatan y que, al relatar, dan testimonio de él.
Quisiera, en este encuentro especial, profundizar el diálogo con ustedes. Y estoy agradecido de poder hacerlo a partir de los pensamientos y preguntas que compartieron hace poco dos de sus colegas.
María, tú hablaste de la importancia de la valentía para iniciar el cambio que la historia nos pide, el cambio necesario para superar la mentira y el odio. Es cierto, para iniciar los cambios se necesita valentía. La palabra valentía (coraggio, en italiano), deriva del latín cor, cor habeo, qué quiere decir “tener corazón”. Se trata de ese impulso interior, de esa fuerza que nace del corazón que nos permite enfrentar las dificultades y desafíos sin dejarnos sobrepasar por el miedo.
Con la palabra valentía podemos recapitular todas las reflexiones de las Jornadas Mundiales de las Comunicaciones Sociales de los últimos años, hasta el mensaje que lleva la fecha de ayer: escuchar con el corazón, hablar con el corazón, custodiar la sabiduría del corazón, compartir la esperanza del corazón. En estos últimos años ha sido precisamente el corazón el que me ha dictado la línea guía para nuestra reflexión sobre la comunicación. Quisiera por eso agregar a mi llamado por la liberación de los periodistas, otro “llamado” que se refiere a todos: el de la “liberación” de la fuerza interior del corazón. ¡De todo corazón! Recoger el llamado no le corresponde a nadie más que a nosotros.
La libertad es la valentía de elegir. Aprovechemos la ocasión del Jubileo para renovar, para reencontrar esta valentía. La valentía de liberar el corazón de aquello que lo corrompe. Volvamos a colocar el respeto por la parte más alta y noble de nuestra humanidad al centro del corazón, evitemos llenarlo de lo que se marchita y lo hace marchitar. Las decisiones de cada uno de nosotros cuentan por ejemplo para expulsar esa “putrefacción cerebral” causada por la dependencia del continuo scrolling, “el desplazamiento”, en las redes sociales, definida por el Diccionario de Oxford como palabra del año. ¿Dónde encontrar la cura para esta enfermedad si no es en trabajar, todos juntos, para la formación, sobre todo de los jóvenes?
Necesitamos una alfabetización mediática, para educarnos y educar para el pensamiento crítico, para la paciencia del discernimiento necesario para el conocimiento; y para promover el crecimiento personal y la participación activa de cada uno en el futuro de sus propias comunidades. Necesitamos empresarios valientes, ingenieros informáticos valientes, para que no se corrompa la belleza de la comunicación. Los grandes cambios no pueden ser el resultado de una multitud de mentes adormecidas, sino que comienzan más bien por la comunión de corazones iluminados.
Un corazón así fue el de San Pablo. La Iglesia celebra precisamente hoy su conversión. El cambio ocurrido en este hombre fue tan decisivo como para marcar no sólo su historia personal sino la de toda la Iglesia. Y la metamorfosis de Pablo fue causada por el encuentro de tú a tú con Jesús resucitado y vivo. La fuerza para encaminarse por un camino de cambio transformativo es generada siempre por la comunicación directa entre las personas. Piensen en cuánta fuerza de cambio se esconde potencialmente en su trabajo cada vez que ponen en contacto realidades que – por ignorancia o por prejuicio – se contraponen. La conversión, en Pablo, derivó de la luz que lo envolvió y de la explicación que después le dio Ananías, en Damasco. También su trabajo puede y debe prestar este servicio: encontrar las palabras justas para esos rayos de luz que llegan a impactar el corazón y nos hacen ver las cosas de manera distinta.
Y aquí quisiera conectarme con el tema del poder transformador de la narración, del relato y la escucha de las historias que puso en evidencia Collum. Volvamos nuevamente un momento a la conversión de Pablo. El evento es narrado en los Hechos de los Apóstoles tres veces (9, 1-19; 22, 1-21; 26, 2-23), pero el núcleo sigue siendo siempre el encuentro personal de Saulo con Cristo; la forma de contarlo cambia, pero la experiencia fundante y transformadora permanece invariable.
Contar una historia corresponde a la invitación a vivir una experiencia. Cuando los primeros discípulos se acercaban a Jesús preguntándole «Maestro, ¿dónde vives?» (Jn 1, 38), él no respondió dándoles la dirección de su casa, sino que dijo: «Vengan y verán» (v. 39).
Las historias revelan que somos parte de un tejido vivo; el cruzamiento de hilos con los que estamos unidos unos a otros [3]. No todas las historias son buenas y sin embargo también ellas deben ser contadas. Hay que ver el mal para ser redimido; pero es necesario contarlo bien para no desgastar los hilos frágiles de la convivencia.
En este Jubileo les hago entonces otro llamado a ustedes aquí reunidos y a los comunicadores de todo el mundo: cuenten también historias de esperanza, historias que alimentan la vida. Que su storytelling sea también hopetelling. Cuando relaten el mal, dejen espacio a la posibilidad de volver a coser lo que está desgarrado, al dinamismo de bien que puede reparar lo que está roto. Siembren interrogantes. Relatar la esperanza significa ver las migajas de bien oculto aún cuando todo parece perdido, significa permitir esperar incluso contra toda esperanza [4]. Significa darse cuenta de los brotes que surgen cuando la tierra todavía está cubierta por cenizas. Relatar la esperanza significa tener una mirada que transforma las cosas, las hace convertirse en lo que podrían ser, lo que deberían ser. Quiere decir, hacer caminar las cosas hacia su destino.
Y ese es el poder de las historias. Y es eso lo que los animo a hacer: contar la esperanza, compartirla. Esa es – como diría San Pablo – su “buena batalla”.
¡Gracias queridos amigos! Los bendigo de corazón a todos ustedes y a su trabajo. Y por favor, no se olviden de orar por mí.
[1] Según el reporte anual de la Federación Internacional de Periodistas son más de 120.
[2] Según Reporteros Sin Fronteras son más de 500. En un comunicado de prensa publicado a finales de 2024, RSF subraya que “el encarcelamiento sigue siendo uno de los medios preferidos por aquellos que atacan la libertad de prensa”.
[3] cf. «Para que puedas contar y fijar en la memoria» (Ex 10, 2). La vida se hace historia, Mensaje para la 54ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2020.
[4] cf. Compartan con mansedumbre la esperanza que está en sus corazones. Mensaje para la 59ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2025.
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