LA ESPERANZA, PUESTA A PRUEBA POR LAS GUERRAS Y LAS INJUSTICIAS: PALABRAS DEL PAPA A RESPONSABLES DE “CONGRÉS MISSION” (10/01/2025)

El Papa Francisco recibió en la Sala del Consistorio, este 10 de enero por la mañana, a los responsables de “Congrès Mission”, una iniciativa nacida en Francia hace diez años con el objetivo de proponer la fe en la sociedad actual. No tengan miedo de “salir”, dejándose “sacudir por el Espíritu Santo” que los impulsa a anunciar el Evangelio con creatividad, no sólo en “estructuras consolidadas” sino “dondequiera que estén nuestros hermanos y hermanas”, en la vida cotidiana, la vida, en las alegrías, en las heridas y en las preguntas, les dijo el Santo Padre en su mensaje, cuyo texto transcribimos a continuación, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días. ¡Bienvenidos!

Me alegra encontrarlos a ustedes que son los rostros y corazones de “Congrès Mission”. Les agradezco por su visita y sobre todo por su fiel compromiso al servicio del Evangelio, que es fuente de luz y esperanza en un mundo que lo necesita tanto.

Mientras se preparan a su gran reunión de Bercy, la Iglesia hace poco entró en un nuevo año jubilar que nos invita a ser “peregrinos de esperanza”. Se trata de una llamada apremiante a renovar nuestra vida cristiana, que nos envía en misión: convertirse en testigos de una esperanza que nunca defrauda (cf. Rom 5, 5), en la «alegría del Evangelio que llena el corazón y toda la vida de quienes se encuentran con Jesús» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 1). La alegría, queridos amigos, y si inseparable de la esperanza y es también inseparable de la misión; una alegría que no se reduce al entusiasmo del momento, sino que nace del encuentro con Cristo y nos orienta hacia los hermanos. Ser peregrinos significa caminar juntos en la Iglesia, pero también tener el valor de salir, de ir al encuentro de los demás. Y llevar la esperanza significa ofrecer al mundo una palabra viva, una palabra arraigada en el Evangelio, que consuela y abre caminos nuevos.

Los animo a nunca tener miedo de “salir”, porque «la misión es una pasión por Jesús, pero al mismo tiempo, es una pasión por su pueblo» (ibid., 268). Esto significa ir a donde los hombres y mujeres viven sus alegrías y sus dolores. Es así como ustedes llevan la esperanza, tanto en sus comunidades como en los lugares en los que la Iglesia parece a veces cansada o retirada. Gracias por todo lo que hacen, gracias por su dinamismo y su entusiasmo, por la fraternidad misionera que tejen con paciencia y con fe a través de Francia. Francia, la fille aînée de l’Église (la hija mayor de la Iglesia). Y los enemigos de Francia dicen: sí, la fille aînée de l’Église, mais pas la plus fidèle (pero no la más fiel) … ¡eso no es verdad! Francia tiene muchos santos: ¡muchos santos!

Sabemos que la esperanza a menudo es puesta a prueba. Nuestro mundo está marcado por la guerra y por muchas injusticias, es lacerado por el individualismo. Todo esto genera a menudo dudas, miedo al futuro y muchas veces desesperación. Pero nosotros los cristianos tenemos una certeza: Cristo es nuestra esperanza. Él es la puerta de la esperanza, siempre. ¡Él es la buena noticia para este mundo! Y esta esperanza – es curioso – no nos pertenece: la esperanza no es una posesión que se puede meter en el bolsillo. No, no nos pertenece. Es un don que hay que compartir, una luz que hay que transmitir. Y si la esperanza no se comparte, cae.

¡No tengan miedo de responder a este llamado! Ser misioneros significa dejarse sacudir por el Espíritu Santo. Les pido: lean los primeros capítulos de los Hechos de los Apóstoles y vean lo que hace el Espíritu Santo. Es el Espíritu el que guía a la Iglesia, el que sacude los corazones. Y la esperanza nace aquí. A veces, dejarse sacudir por el Espíritu Santo puede significar salir de nuestros esquemas habituales e incluso aceptar “crear un poco de confusión”. El Espíritu Santo es Maestro.

Recuerdo una Misa para los niños, cuando era párroco en los barrios de San Miguel, donde casi doscientos niños venían a Misa todos los domingos. Un día, era Pentecostés, le dije a los niños: “¿Ustedes saben quién es el Espíritu Santo?”; “Yo, yo, yo…”; “¡Tú!”; “El paralítico” (se ríen). “¡No! ¡El Paráclito! ¿Qué quiere decir?”; “Yo, yo, yo…”; “¡Tú!”; “¡El que crea la confusión!”. Es verdad, el Espíritu Santo crea la confusión. ¡El Espíritu Santo impulsa a la creatividad! Miren la vida de los santos: todos creativos, ¡porque el Espíritu está dentro! El Espíritu Santo nos invita a anunciar el Evangelio no sólo en estructuras consolidadas, sino en donde quiera que se encuentren nuestros hermanos y hermanas: anunciar el Evangelio en la cotidianidad, en las alegrías, en sus heridas, en sus preguntas. El Beato Padre Chevrier decía: «el amor a Dios y al prójimo es el principio, es la savia vital de todo, que debe producir todo en nosotros; cuando hay esto en un alma, hay todo lo necesario. Vale más la caridad sin exterioridad que una exterioridad sin caridad. Es mejor el desorden con amor que el orden sin amor» (Le véritable disciple, Sion 2010, 223).

Queridos amigos, quiero también animarlos a estimular a los jóvenes. ¡Los jóvenes son los primeros peregrinos de la esperanza! Tienen sed de significado, de autenticidad y encuentros reales. Pero tengan cuidado, busquen que los jóvenes se encuentren con los ancianos, porque también los ancianos son testigos de la esperanza. Que los jóvenes, cuando van con los ancianos, reciban alguna misión especial. Hagan este trabajo, que es muy importante. Ayuden a los jóvenes a descubrir a Cristo, porque Cristo es la respuesta. Ayúdennos a crecer en la fe, a atreverse a decisiones valientes y a convertirse también ellos en discípulos misioneros de Jesús, testigos vivientes del Evangelio. Transmítanles la audacia de soñar un mundo más fraterno y acompáñenlos, para que se conviertan en artesanos de esperanza en sus familias, en las escuelas y lugares de trabajo.

En esta dinámica misionera, los exhorto nunca perder de vista la comunión entre ustedes. La unidad es un testimonio poderoso: es a partir de amor que tengamos unos por otros que el mundo reconoce que somos discípulos de Jesús. Cuiden unos de otros, apóyense mutuamente en sus cansancios y gocen juntos de los frutos que el Espíritu hace madurar a través de su compromiso.

Los animo a prepararse para la gran reunión del 25 de noviembre y les aseguro mi oración para que sea un momento de alegría, de conversión, de renovación para la Iglesia en Francia.

Los encomiendo a la Virgen María, peregrina cariñosa y fiel, que llevó en el corazón y entre los brazos a la esperanza del mundo. Que ella los acompañe y los guíe en esta misión. Los bendigo de corazón y, por favor, no se olviden de orar por mí. Le Seigneur vous bénisse (que el Señor los bendiga).

Comentarios

Entradas populares