LA GUERRA ES INHUMANA, DESTROZA EL CORAZÓN DE LAS MADRES: ÁNGELUS DEL 01/01/2025
Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz año!
La sorpresa y la alegría de la Navidad continúan en el Evangelio de la liturgia de hoy (Lc 2, 16-21), que narra la llegada de los pastores a la gruta de Belén. Después del anuncio de los ángeles, de hecho, ellos «fueron, sin demora, y encontraron a María y José y al Niño, recostado en el pesebre» (v. 16). Este encuentro llena a todos de asombro, porque los pastores «contaron lo que se les había dicho del niño» (v. 17): el recién nacido es el «salvador», el «Cristo», el «Señor» (v. 11).
Reflexionemos sobre lo que los pastores vieron en Belén, el niño, y también sobre lo que no vieron, es decir el corazón de María, que guardaba y meditaba todos estos hechos (cf. v. 19).
Ante todo, el Niño Jesús: este nombre hebreo significa “Dios salva”, y es precisamente lo que hará. El Señor, de hecho, vino al mundo para entregarnos su propia vida. Pensemos en esto: todos los hombres son hijos, pero ninguno de nosotros eligió nacer. Dios, en cambio, eligió nacer por nosotros. Dios eligió. Jesús es la revelación de su amor eterno, que trae al mundo la paz.
Al Mesías recién nacido, que manifiesta la misericordia del Padre, corresponde al corazón de María, la Virgen Madre. Este corazón es el oído que escuchó el anuncio del Arcángel; este corazón es la mano de esposa entregada a José; este corazón es el abrazo que envolvió a Isabel en su vejez. En el corazón de María, nuestra Madre, late la esperanza; late la esperanza de la redención y de la salvación para toda criatura.
¡Las madres! Las madres siempre tienen en el corazón a sus hijos. Hoy, en este primer día del año, dedicado a la paz, pensemos en todas las madres que se alegran en su corazón y en todas las madres que tienen el corazón lleno de dolor, porque sus hijos les han sido arrebatados por la violencia, la soberbia, el odio. ¡Qué hermosa es la paz! ¡Y qué inhumana es la guerra, que destroza el corazón de las madres!
A la luz de estas reflexiones, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿sé permanecer en silencio para contemplar el nacimiento de Jesús? ¿Y busco cuidar en el corazón esta Venida, su mensaje de bondad y salvación? Y yo, ¿cómo puedo pagar un don tan grande con un gesto gratuito de paz, de perdón, de reconciliación? Cada uno de nosotros encontrará algo que hacer, y eso hará bien.
Que María, la Santa Madre de Dios, nos enseñe a custodiar en el corazón y a dar testimonio en el mundo de la alegría del Evangelio.
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