DIALOGAR CON TODOS, RECONOCIENDO LA SINGULARIDAD DE CADA UNO: PALABRAS DEL PAPA A RELIGIOSAS MISIONERAS DE LA ESCUELA (04/01/2025)
Queridas hermanas, buenos días:
Me alegra encontrarlas en ocasión de su Capítulo General y del centenario de fundación de la Unión Santa Catalina de Siena de Misioneras de la Escuela. La escuela es una misión, ¡no lo olviden!
Han elegido, para sus encuentros, un tema exigente: Comprender el presente para entender juntas el futuro de la Unión en camino con la Iglesia. Entender el presente, comprenderlo, para entender el futuro; en camino, no detenidas – ¡los muertos están detenidos! –, en camino con la Iglesia. ¡Es hermoso! Esto está en línea con la herencia, que les dejó a ustedes la Venerable Luigia Tincani, de dar respuestas creativas a las interrogantes de hombres y mujeres de nuestro tiempo, especialmente de los indiferentes a la fe y los alejados, a través de la promoción de un humanismo cristiano. Para hacerlo, su Fundadora les propuso tres actitudes, que San Juan Pablo II resumía así: «El compromiso constante de la propia santificación, una seria preparación teológica y profesional y un estilo de vida afable y amoroso hacia todos, especialmente hacia los jóvenes» (Discurso a la Unión Santa Catalina de Siena de Misioneras de las Escuelas, 2 de enero 1995). Me gusta ese “estilo de vida afable y amoroso”. A veces en mi vida he encontrado alguna hermana que tenía cara “de vinagre” y eso no es afable, eso no es algo que ayude a atraer a la gente. El vinagre es feo y las hermanas con cara de vinagre, ¡ni hablemos de ellas! En breve: santidad, preparación y afabilidad. Eso les pido.
Primero: santidad. Es una palabra exigente, que puede asustar, hasta el punto de que a menudo nos cuesta trabajo aplicarla a nosotros mismos. Sin embargo, es la vocación que nos une a todos (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 40) y el objetivo esencial de nuestra vida. Pero la santidad es algo alegre, la santidad atrae, la santidad es alegría espiritual. Es cierto que no es fácil encontrar la santidad, pero con la gracia de Dios podemos hacerlo. ¡Qué importante es esta misión hoy, especialmente para los jóvenes! Ustedes, como consagradas, la realizan ante todo en el seguimiento de Cristo, con la profesión de los consejos evangélicos, la vida sacramental, la escucha y la meditación cotidiana de la Palabra de Dios, la oración y la vida en común (cf. ibid., 44), como enseña el lema dominico: “contemplata aliis tradere”. Permanezcan bien arraigadas en estos cimientos, para que su apostolado sea sólido y rico. Y para tradere a los demás es necesario hablar bien, con afabilidad. Y hay un enemigo muy grande de esto, que es el chismorreo. Por favor, cuídense del chismorreo. El chismorreo mata, el chismorreo envenena. Por favor, nada de chismorreo entre ustedes, nada. Sigamos adelante y nada de chismorreo.
Y llegamos a la segunda actitud: la preparación. Podríamos decir, con un término moderno, “profesionalismo”; pero no en un sentido reductivo de eficiencia funcional, sino en el evangélico de dedicación, vivida en el estudio y la profundización continua de los propios conocimientos y capacidades, en la confrontación personal y el compartir fraterno acerca de las verdades aprendidas, en la actualización de las modalidades didácticas y de comunicación, para hacer suyo «todo lo que de bueno se encuentra en el dinamismo social actual» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 42), con apertura y diálogo con todos. El Señor nos ha hecho ver que dialogaba con todos, excepto... Había una persona con la que el Señor nunca dialogaba: el diablo. Y cuando el diablo se le acercó para hacerle aquellas preguntas, el Señor no dialogó con él. Le respondió con la Palabra de Dios, con la Escritura. Por favor, dialoguen con todos, excepto con el diablo. El diablo viene a la comunidad, mira los celos, todas aquellas cosas que son de todos los humanos, no sólo de las mujeres, de todos, y el diablo va allí. Con el diablo no se dialoga. ¿Entendido? Con el diablo no se dialoga.
Sean mensajeras de afabilidad, que es don del Espíritu, y de alegría, viviendo cada encuentro con un reconocimiento solar del otro en su sagrada unicidad.
Queridas hermanas, gracias por su trabajo, especialmente en el ámbito juvenil. Y veo que faltan hermanas jóvenes… ¿Cuántas novicias tienen en el mundo? [Responden: “unas diez”] Es poco. Busquen un apostolado vocacional, ¡busquen! Sigan llevando adelante su trabajo con la apertura y la valentía que les son características, listas para renovarse donde sea necesario, con santidad de vida, preparación y afabilidad. Las bendigo y pido por ustedes. Y también ustedes, por favor, no se olviden de orar por mí.
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