CUANDO LOS TEMORES NOS ROBAN EL SABOR DE LA VIDA, JESÚS NOS DA ABUNDANCIA: ÁNGELUS DEL 19/01/2025
Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
El Evangelio de la liturgia de hoy (Jn 2, 1-11) nos habla del primer signo de Jesús, cuando transforma el agua en vino durante una fiesta de bodas en Caná de Galilea. Se trata de un relato que anticipa y sintetiza toda la misión de Jesús: el día de la venida del Mesías – así decían los profetas – el Señor preparará «un banquete de vinos excelentes» (Is 25, 6) y «los montes destilarán el vino nuevo» (Am 9, 13); Jesús es el Esposo que trae el “vino nuevo”.
En este Evangelio podemos encontrar dos cosas: la falta y la sobreabundancia. Por un lado, falta el vino y María le dice a su Hijo: «No tienen vino» (v. 3); por el otro, Jesús interviene haciendo llenar seis grandes ánforas y, al final, el vino es tan abundante y exquisito que el maestro del banquete le pregunta al esposo por qué lo ha conservado hasta el final (v. 10). Entonces, nuestro signo es siempre la falta, pero siempre «el signo de Dios es la sobreabundancia» y la sobreabundancia de Caná es el signo de ello (cf. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, vol. I, 294). A la falta del hombre ¿cómo responde Dios? Con la sobreabundancia (cf. Rom 5, 20). ¡Dios no es tacaño! Cuando da, da mucho. No te da un pedacito, te da mucho. A nuestras faltas, el Señor responde con su sobreabundancia.
En el banquete de nuestra vida – podemos decir – a veces nos damos cuenta de que falta el vino: que nos faltan fuerzas y muchas cosas. Sucede cuando las preocupaciones que nos afligen, los miedos que nos asaltan o las fuerzas perturbadoras del mal nos quitan el sabor de la vida, la ebriedad de la alegría y el sabor de la esperanza. Tengamos cuidado: ante esta falta, cuando el Señor da, da la sobreabundancia. Parece una contradicción: cuanta más falta hay en nosotros, más sobreabundancia hay por parte del Señor. Porque el Señor quiere hacer una fiesta con nosotros, una fiesta que no tendrá fin.
Oremos entonces a la Virgen María. Que Ella, que es la «Mujer del vino nuevo» (cf. A. Bello, María, mujer de nuestros días), interceda por nosotros y, en este año jubilar, nos ayude a redescubrir la alegría del encuentro con Jesús.
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