TOCAR Y ASISTIR A UN POBRE ES UN “SACRAMENTAL” EN LA IGLESIA: PALABRAS DEL PAPA A MIEMBROS DE ASOCIACIONES CARITATIVAS (13/11/2024)

Cercanía, compasión y ternura: el Papa Francisco recordó en primer lugar estas “tres cosas de Dios” a los cerca de setenta miembros del Foyer Notre-Dame des Sans-Abri y de la Asociación Amis de Gabriel Rosset, recibidos en audiencia este 13 de noviembre en el Vaticano, poco antes de la Audiencia General. El Pontífice subrayó la importancia de acompañar a los más pobres entre los pobres, dando un rostro concreto del Evangelio del amor y, con el ejemplo de María, el Santo Padre los invitó a ser artesanos de la misericordia, permitiendo a los descartados reencontrar dignidad y esperanza. Transcribimos a continuación, el texto completo de su intervención, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, hablaré en italiano, pero ustedes tienen ahí la traducción. Muchas gracias por su presencia…, los niños…, ¡es hermoso, es hermoso!

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra darles la bienvenida y expresarles la gratitud de la Iglesia por su misión. Ustedes son testigos de la ternura y la misericordia de Dios hacia los más necesitados. Las tres cosas de Dios: cercanía, compasión y ternura. Su fundador, Gabriel Rosset, a quien recuerdan este año en el 50 aniversario de su muerte, sintió viva compasión por el sufrimiento de los hermanos; escuchó el clamor de los pobres y no volvió la cabeza ni cerró los ojos. Respondió con fe y valentía, de forma concreta, fundando Notre-Dame des Sans-Abri.

Sabía reconocer la presencia de Cristo en los pobres: son nuestros hermanos. Recordemos siempre: «En cada uno de estos “más pequeños” está presente Cristo mismo. Su carne se hace visible de nuevo como un cuerpo torturado, herido, flagelado, desnutrido, que huye... para ser reconocido por nosotros, tocado y asistido con cuidado» (Misericordiae Vultus, 15). Tocar a un pobre, asistir a un pobre, es un “sacramental” en la Iglesia. Hoy ustedes continúan la obra de Gabriel Rosset. Ustedes también son artesanos de la misericordia y la compasión de Dios: acompañando a las personas sin hogar, dan un rostro concreto al Evangelio del amor. Ofreciéndoles un cobijo, una comida, una sonrisa, tendiendo sus manos sin miedo a ensuciarlas, les devuelven la dignidad y su compromiso toca el corazón de nuestro mundo a menudo indiferente.

Su fundador quiso que su misión se colocara bajo la mirada de la Madre de Cristo, la Madre que no cesa de velar por todos los que sufren en cuerpo y corazón. Creo que esto es fundamental porque, según la Biblia, la misericordia está estrechamente ligada a las entrañas maternas (cf. Mensaje para la Cuaresma 2016, 1). Misericordia y compasión, fraternidad y apertura, mano tendida y rechazo a la cultura del descarte: es en estos gestos concretos de amor que la Iglesia se convierte en signo vivo de la ternura de Dios por todos sus hijos. Los invito a contemplar a la Virgen María, imagen perfecta de la Iglesia, ella ilumina su servicio a los más pobres entre los pobres.

Me gusta contemplar a la Virgen de los Desamparados como Virgen de la Misericordia, que abre sus brazos de par en par para acoger a todos, porque todos tienen un lugar cerca de María, cerca de Cristo. Ella no tiene miedo de abrir su manto, de hacer de él un refugio contra la lluvia y el fuego abrasador del sol. Ella da su bien más precioso, que es Jesús, dejando que los pobres se acerquen lo más posible a ella para recibir de sus manos tendidas ternura y alivio. Pónganse en su escuela. María es ante todo mujer de vida interior: medita y custodia en su corazón la Palabra de Dios que alimenta cada una de sus acciones. Es también una mujer abierta, una mujer disponible a las sorpresas de Dios. Por eso vigila y camina. María responde a las necesidades de los hermanos y hermanas vulnerables, pero sobre todo anticipa sus necesidades: como en Caná, donde sabe que se ha acabado el vino. Sigue a su Hijo por el camino, hasta el Calvario; no teme tocar el sufrimiento del mundo, cuando lo acoge en sus brazos al pie de la cruz.

Ustedes, queridos amigos de Notre-Dame des Sans-Abri, son para muchos una imagen viva de esta compasión maternal. Con su presencia, con su escucha, demuestran que María y Jesús nunca dejan de caminar con sus hermanos, aquellos que muy a menudo son olvidados. Realicen su servicio con la fuerza del amor. Permitan a muchos hombres y mujeres reencontrar su dignidad y su esperanza, incluso en medio de las pruebas.

Los encomiendo a la oración maternal de la Virgen, que vela por ustedes y por todas las personas a las que acompañan. Los bendigo a todos de corazón. Y, por favor, no se olviden de orar por mí.

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