NO SE DEBE REDUCIR EL CONOCIMIENTO A LAS CAPACIDADES DE LA MENTE: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN ENCUENTRO SOBRE EDUCACIÓN (09/11/2024)

El Papa Francisco recibió este 9 de noviembre, en la Sala Clementina, a los 250 participantes en el Simposio Mundial Uniservitate que se realizó en Roma los días 7 y 8 de noviembre. El Santo Padre expresó a los miembros del Simposio “El aprendizaje-servicio y el pacto educativo global”, el significado esencial de la enseñanza, la cual, argumentó, no debe ser “sólo transmisión de contenidos […] sino transformación de la vida”. Transcribimos a continuación, el texto de su discurso, traducido del italiano:

Señor Cardenal, queridos hermanos y hermanas, buenos días:

Su encuentro es de particular interés para la Iglesia, que San Pablo VI llamaba «experta en humanidad» (Discurso ante la ONU, 1). Una expresión, esta, hermosa, exigente, que requiere siempre de compromiso para que pueda realizarse en nuestra obra educativa.

Al respecto, recuerdo aquella película La sociedad de los poetas muertos: ahí se cuenta la llegada a un renombrado Colegio de un profesor con un método muy original. Y este profesor de literatura inicia su primera lección con un “giro en la trama”: invita a los estudiantes a subirse en los bancos y mirar la clase desde otro punto de vista. El episodio revela lo que debería ser la educación: no sólo transmisión de contenidos – eso es solamente un aspecto – sino transformación de la vida. No sólo repetición de fórmulas – como los pericos – sino adiestramiento para ver la complejidad del mundo. Eso debe ser la educación.

En la pedagogía de Jesús, este estilo es muy claro: lo encontramos en una de sus formas de enseñanza más recurrentes, es decir las parábolas. Al contarlas, el Señor no habla de manera abstracta, que sólo puede ser comprendida por una élite, sino en una forma simple, accesible para todos, y todos entienden, todos. La parábola es un relato que permite a quien escucha entrar en la narración, involucrándose y confrontándose con los personajes. Jesús busca que el escucha no permanezca sólo como destinatario del mensaje, sino que se ponga en juego en primera persona.

Con respecto a este estilo, la globalización actual implica un riesgo para la educación, es decir, el aplanamiento sobre determinados programas a menudo al servicio de intereses políticos y económicos. Esta uniformidad esconde formas de condicionamiento ideológico, que falsifican la obra educativa, volviéndola instrumento para fines muy distintos a la promoción de la dignidad humana y la búsqueda de la verdad. La ideología “empequeñece” siempre, no te permite desarrollarte. Siempre empequeñece. Por eso tengan cuidado en defenderse de las ideologías en turno.

Ya que «no podemos cambiar el mundo si no cambiamos la educación» [1], es necesario reflexionar juntos sobre el modo de iniciar y conducir este cambio. La red Uniservitate, del Centro Latinoamericano de Aprendizaje y Servicio Solidario, ha desarrollado el método pedagógico del service-learning, o “aprendizaje en el servicio”, cultivando la responsabilidad comunitaria de los estudiantes a través de proyectos sociales, que forman parte integral de su camino académico. Y de esta forma las instituciones educativas católicas hacen honor a su título. Para una escuela o una Universidad, ser “católica” no agrega un simple adjetivo honorario a su nombre, sino que significa el compromiso por cultivar un característico estilo pedagógico y una didáctica coherente con las enseñanzas del Evangelio. No es ideología evangélica, no, es humanismo, humanismo según el Evangelio.

Al respecto, Uniservitate responde con coherencia a las intenciones del Pacto Educativo Global, cultivando itinerarios formativos atractivos para todos. He repetido esto muchas veces: un proverbio africano afirma que para educar a un niño es necesaria una aldea entera; construyamos entonces una “aldea de la educación”, donde se comparta el compromiso por promover relaciones humanas positivas y culturalmente válidas.

En esta proximidad puede ciertamente madurar una alianza educativa entre todos los sujetos que contribuyen al crecimiento de la persona en sus expresiones científicas, políticas, artísticas, deportivas y otras. La educación, de hecho, no es una actividad que termina una vez que se sale de las aulas escolares o de una biblioteca: la educación continúa en la vida, continúa en los encuentros y en las calles que recorremos cada día. Escuchar al otro, reflexionar sobre el diálogo: este es el camino de la educación.

La alianza que los invito a cultivar deberá ser generadora de paz, justicia y acogida entre todos los pueblos, expandiendo sus propios efectos saludables en colaboraciones cada vez más intensas. Y esta alianza podrá favorecer el diálogo entre las religiones y el cuidado de nuestra casa común. Somos conscientes de que la tarea no es fácil, ¡pero es apasionante! Educar es una aventura, es una gran aventura.

Frente a este desafío, todas las escuelas católicas de cualquier orden y grado están llamadas a realizar con valentía los cambios necesarios, orientando sus actividades según la enseñanza de Jesús, nuestro Maestro común. Para apoyar la cohesión de las distintas iniciativas, les encomiendo en particular dos principios tomados de la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium: «la realidad es superior a la idea» (nn. 231-233), siempre, y «el todo es superior a la parte» (nn.234-237).

En primer lugar, los proyectos pedagógicos deberán llevar a los estudiantes a ponerse en contacto con la realidad que los rodea, para que, a partir de la experiencia, aprendan a transformar el mundo no para su propio beneficio, sino con espíritu de servicio. Contacto con la realidad para no caer en la idea.

En segundo lugar, la educación católica deberá promover una “cultura de la curiosidad”. ¿Han escuchado eso? Lo dijo un gran sabio: cultura de la curiosidad, que no es lo mismo que cultura del chismorreo, no, nada que ver una con la otra. Cultura de la curiosidad valorando el arte de hacer preguntas. Es lo que nos enseñan los niños en la edad del “por qué”: “¿Papá, por qué? ¿Mamá, por qué?”. Recuerdo una vez una experiencia personal, que me impactó mucho. Me habían llevado a hacerme la operación de las, no sé cómo se llaman aquí, nosotros les decimos amígdalas. En ese tiempo no había anestesia y por ello se hacía de una forma muy práctica: la enfermedad, te tomaba con las manos, te sostenía de manera que no te pudieras mover, te ponían un abreboca, y con los fórceps, zac, y se acabó la historia. Y ahí después te daban un helado, un helado para la coagulación. Al salir, papá llama a un taxi y volvemos a casa. Al llegar, papá paga. Al día siguiente, cuando pude hablar, le digo: “¿Papá, por qué pagaste?”. “Por qué…”, y me explicó qué era un taxi. “Pero papá, todos los coches de la ciudad, ¿no son tuyos?”. “¡No!”. Y fue una gran desilusión, porque papá no era el dueño de todos los coches. El “por qué” de los niños a veces nace de una desilusión, de una curiosidad. Escuchar las preguntas de los niños y aprender hacerlas nosotros. Eso nos ayuda mucho. Y a eso lo llamo cultura de la curiosidad. Los niños son curiosos, en el buen sentido de la palabra. El arte de hacer preguntas.

Apoyemos a los jóvenes en esta exploración de sí mismos y del mundo, sin reducir el conocimiento a las habilidades de la mente, más bien, completándolo con la destreza de manos trabajadoras y con la generosidad de un corazón apasionado. La educación no es sólo con la mente: se hace con la mente, con el corazón y con las manos. Debemos aprender a pensar lo que sentimos y hacemos, a sentir lo que hacemos y pensamos, a hacer lo que sentimos y pensamos. Eso es la educación: el triple lenguaje.

Ese es un buen camino para lograr una tarea tan urgente. Vean, en un «mundo líquido – me gusta esa definición – es necesario hablar de nuevo con el corazón» (Carta enc. Dilexit nos, 9) porque «solo a partir del corazón nuestras comunidades lograrán unir las distintas inteligencias y voluntades y pacificarlas de manera que el Espíritu nos guíe como red de hermanos» (ibid., 28). Hoy el enemigo, quizá el más grande, en el camino de maduración, son las ideologías. Las ideologías no nos hacen crecer, ideologías de cualquier signo; son enemigas de la maduración.

Les agradezco por su trabajo. Que el Señor mantenga siempre viva en ustedes la pasión educativa. Los bendigo de corazón y les pido por favor orar por mí.


[1] Discurso a los participantes en el IV Encuentro de Scholas Occurrentes, 5 de febrero 2015.

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