ESCUCHAR SIN CONDENAR ES EL CAMINO HACIA LA UNIDAD: MENSAJE DEL PAPA AL PATRIARCA BARTOLOMÉ I POR LA FIESTA DE SAN ANDRÉS (30/11/2024)

En su mensaje al Patriarca Ecuménico de Constantinopla Bartolomé I con motivo de la festividad de San Andrés, el Papa Francisco anima a escuchar sin condenar como principal camino para la concordia entre católicos y ortodoxos. Un vínculo que el Papa espera que pueda concretarse en la celebración conjunta del inminente 1700 aniversario del primer Concilio Ecuménico de Nicea, «testimonio de la creciente comunión que ya existe entre todos los bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Compartimos a continuación el texto completo del mensaje, traducido del inglés:

A Su Santidad Bartolomé
Arzobispo de Constantinopla
Patriarca Ecuménico

Su Santidad, amado hermano en Cristo:

La conmemoración litúrgica del apóstol Andrés, patrono del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, me ofrece una oportunidad adecuada, a nombre de toda la iglesia católica y a nombre propio, para expresar mis buenos deseos de corazón a Su Santidad, a los miembros del Santo Sínodo, a los clérigos, los monjes y a todos los fieles reunidos en la Catedral patriarcal de San Jorge en Phanar. De igual forma les aseguro mis fervientes oraciones para que Dios el Padre, fuente de todos los dones, les conceda abundantes bendiciones celestiales a través de la intercesión de San Andrés, el primero entre los que fueron llamados y hermano de San Pedro. La delegación que una vez más envié este año muestra el afecto fraternal y el profundo respeto que sigo teniendo por Su Santidad y por la Iglesia encomendada a su cuidado pastoral.

Precisamente hace pocos días, el 21 de noviembre, fue el 60º aniversario de la promulgación del Decreto Unitatis Redintegratio, que marcó la entrada oficial de la Iglesia Católica en el movimiento ecuménico. Este importante documento del Concilio Vaticano II abrió el camino para el diálogo con otras Iglesias. Nuestro diálogo con la Iglesia Ortodoxa ha sido y sigue siendo particularmente fructífero. El primero de los frutos obtenidos es ciertamente la fraternidad renovada que experimentamos hoy con particular intensidad, y por ello doy gracias a Dios el Padre Todopoderoso. Sin embargo, lo que Unitatis Redintegratio plantea como la última meta del diálogo, la plena comunión entre todos los cristianos, compartiendo el único cáliz Eucarístico, aún no se ha realizado incluso con nuestros hermanos y hermanas Ortodoxos. Esto no debe sorprendernos, porque divisiones que se remontan a un milenio, no pueden resolverse en unas pocas décadas. Al mismo tiempo, como algunos teólogos sostienen, la meta de restablecer la plena comunión tiene una innegable dimensión escatológica en tanto que el camino hacia la unidad coincide con el de la salvación ya otorgada en Jesucristo, en la cual la Iglesia participará plenamente sólo al final de los tiempos. Esto no quiere decir que debemos perder de vista la meta final que todos anhelamos, ni tampoco perder la esperanza de que esta unidad pueda alcanzarse en el curso de la historia y en un tiempo razonable. Católicos y Ortodoxos no deben dejar de orar y trabajar juntos para disponernos a aceptar el don divino de la unidad.

El compromiso irreversible de la Iglesia Católica con el camino del diálogo se reafirmó por la reciente Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, celebrada en el Vaticano del 2 al 27 de octubre de 2024. El ímpetu por un renovado ejercicio de las sinodalidad en la Iglesia Católica ciertamente fomentará las relaciones entre la Iglesia Católica y la Ortodoxa, que siempre ha mantenido viva esta dimensión eclesial constitutiva. Más allá de las decisiones concretas que surgirán del trabajo de la Asamblea, una atmósfera de diálogo auténtico y franco se experimentó durante esos días. En un mundo lacerado por la oposición y la polarización, los participantes en la Asamblea, a pesar de venir desde contextos muy diferentes, fueron capaces de escucharse mutuamente sin juzgar o condenar. Escuchar sin condenar debería ser también la forma en la que Católicos y Ortodoxos continúen su camino hacia la unidad. Me complace especialmente que representantes de otras Iglesias, incluyendo al Metropolita Job de Pisidia, y a un delegado del patriarcado ecuménico de Constantinopla, participaran activamente del proceso sinodal. Su presencia y trabajo asiduo fue enriquecedor para todos y un signo tangible de la atención y el apoyo que usted siempre ha dado al proceso sinodal.

Su Santidad, el ahora inminente 1700 aniversario del Primer Concilio Ecuménico de Nicea será otra oportunidad para atestiguar la creciente comunión que ya existe entre todos los que son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Ya he expresado varias veces mi deseo de poder celebrar este evento junto con usted, y sinceramente agradezco a todos los que ya han comenzado a trabajar para hacer eso posible. Este aniversario involucrará no sólo a las antiguas Sedes que participaron activamente en el Concilio, sino a todos los cristianos que siguen profesando su fe con las palabras del Credo Niceno-Constantinopolitano. El recuerdo de ese importante evento seguramente fortalecerá los lazos que ya existen y animará a todas las Iglesias a un testimonio renovado en el mundo de hoy. La fraternidad vivida y el testimonio dado por los cristianos será también un mensaje para nuestro mundo plagado por la guerra y la violencia. Al respecto, con gusto me uno a su oración para que haya paz en Ucrania, Palestina, Israel y el Líbano, y en todas esas regiones donde se está peleando lo que a menudo he llamado una “guerra mundial a pedazos”.

Con estos sentimientos, renuevo de corazón mis deseos a Su Santidad. Encomendándolo a la intercesión de los Santos Hermanos Pedro y Andrés, intercambio con usted un abrazo fraternal en Cristo nuestro Señor.

Roma, San Juan de Letrán, 30 de noviembre 2024

FRANCISCO

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