DONAR ES UN GESTO ANÓNIMO QUE SUPERA LA INDIFERENCIA: PALABRAS DEL PAPA A DONADORES DE SANGRE (09/11/2024)
Queridos hermanos y hermanas, bienvenidos:
Saludo al Presidente y a todos ustedes. Me alegra encontrarlos en ocasión del 65º aniversario de fundación de la Federación Italiana de Asociaciones de Donadores de Sangre (FIDAS), animada por el compromiso silencioso de miles de donadores en todo el país. Quisiera detenerme con ustedes a reflexionar por un momento sobre tres aspectos de su actividad: la alegría – porque sé que son alegres –, el testimonio y la solidaridad.
Primero: la alegría. Alegría y actitud positiva son características frecuentes en los ambientes del voluntariado y más en general entre las personas comprometidas con el bien de los demás. Eso se siente también aquí, entre ustedes, y no es una casualidad. Donar con amor, de hecho, trae alegría. Jesús mismo lo dijo: «Hay más alegría en dar que en recibir» (cf. Hch 20, 35). El motivo es que nosotros «hemos sido hechos […] para dar amor, para hacer del amor la inspiración de toda nuestra actividad» (Benedicto XVI, Saludo a los jóvenes en la Catedral de Westminster, 18 de septiembre 2010). El don da alegría, porque en él toda nuestra vida cambia y florece, entrando en la dinámica luminosa del Evangelio, en el que todas las cosas encuentran su sentido y su plenitud en la caridad. El don da alegría, te hace más feliz este gesto [dar] que este gesto [tomar]. Este gesto [dar] nos hace felices. Ustedes dan gratuitamente a los demás una parte importante de ustedes mismos, su sangre, y ciertamente conocen la felicidad que viene de compartir.
Segundo: el testimonio. En un mundo, sabemos, contaminado por el individualismo, que a menudo ve en el otro más a un enemigo que hay que combatir que a un hermano al que hay que encontrar, su gesto desinteresado y anónimo es un signo que vence la indiferencia y la soledad, supera las fronteras y derrumba las barreras. El donador no sabe quién recibirá su sangre, ni quien recibe una transfusión sabe en general quién es su benefactor. Y en la sangre misma, en sus funciones vitales, es un símbolo elocuente: no se fija en el color de la piel, ni en la pertenencia étnica o religiosa de quien la recibe, sino que entra humildemente ahí donde puede, buscando alcanzar, corriendo en las venas, cada parte del organismo, para llevarles energía. Así actúa el amor. Y es significativo, al respecto, el gesto de extender el brazo, que se hace en el momento de la donación. Se asemeja mucho al gesto realizado por Jesús en la Pasión, cuando voluntariamente extendió su cuerpo en la cruz. Es un gesto que habla de Dios y nos recuerda que «la misión evangelizadora de la Iglesia pasa a través de la caridad» (cf. S. Juan Pablo II, Homilía para la Beatificación de la Madre Teresa de Calcuta, 19 de octubre 2003).
Finalmente, la solidaridad. Quien sigue la sangre llega al corazón, físicamente, pero también espiritualmente: es decir, llega al «centro unificador […] de la persona» (Carta enc. Dilexit nos, 55), donde se encuentran «la valoración de sí mismo y la apertura a los demás» (ibid. 18), al lugar por excelencia de la reconciliación y la unidad. Y a propósito quisiera invitarlos a vivir la donación de sangre, más que como un acto de generosidad humana, también como un camino de crecimiento espiritual por el camino de la solidaridad que une en Cristo, como un don al Señor de la Misericordia, que se identifica con los que sufren (cf. S. Juan Pablo II, Discurso a los participantes en la marcha de la solidaridad organizada por los Dirigentes de la Asociación de Voluntarios Italianos de la Sangre y Donadores de Órganos, 2 de agosto 1984). Seguir la sangre para llegar al corazón – no olviden eso –, es decir, para abrazar cada vez más a cada hombre y mujer que encuentren, a todos, en una sola caridad.
Muy queridos todos, gracias por lo que hacen. Los bendigo a ustedes y a sus familias, a los donadores y a todos los que colaboran con su Federación. Los recuerdo en la oración y, les pido, también ustedes no se olviden de orar por mí. Gracias.
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