CONFIEMOS EN EL EVANGELIO PARA NO VIVIR BAJO LA ANGUSTIA DE LA MUERTE: ÁNGELUS DEL 17/11/2024

Este 17 de noviembre al mediodía, el Papa Francisco se asomó desde el Palacio Apostólico Vaticano para presidir la oración mariana del Ángelus y comentar el Evangelio de la liturgia de hoy, en el que el evangelista Marcos describe un escenario que parece apocalíptico, pero en realidad está impregnado de esperanza. El Pontífice invitó a tomar una perspectiva profunda sobre las crisis y los fracasos que experimentarnos y a no dejar que las dificultades nos desborden, invitando a reflexionar sobre la “esperanza cristiana” pues Dios “nos prepara un futuro de vida y alegría”. Compartimos a continuación el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

En el Evangelio de la Liturgia de hoy Jesús describe una gran tribulación: «el sol se oscurecerá, la luna ya no dará su luz» (Mc 13, 24). Ante este sufrimiento, muchos podrían pensar en el fin del mundo, pero el Señor aprovecha la ocasión para ofrecernos una distinta clave de lectura, diciendo: «el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mc 13, 31).

Podemos detenernos en esta expresión: lo que pasa y lo que permanece.

Ante todo, lo que pasa. En algunas circunstancias de nuestra vida, cuando atravesamos una crisis o experimentamos algún fracaso, así como cuando vemos a nuestro alrededor el dolor causado por las guerras, la violencia, las catástrofes naturales, tenemos la sensación de que todo va hacia el fin, y advertimos que incluso las cosas más bellas pasan. Las crisis y los fracasos, sin embargo, aunque dolorosos, son importantes, porque nos enseñan a dar a cada cosa su justo peso, a no apegar nuestro corazón a las realidades de este mundo, porque éstas pasarán: están destinadas a desvanecerse.

Al mismo tiempo, Jesús habla de lo que permanece. Todo pasa, pero sus palabras no pasarán: las palabras de Jesús permanecen en la eternidad. Nos invita así a confiar en el Evangelio, que contiene una promesa de salvación y eternidad, y a ya no vivir bajo la angustia de la muerte. De hecho, mientras todo pasa, Cristo permanece. En Él, en Cristo, un día volveremos a encontrar las cosas y las personas que han pasado y que nos han acompañado en nuestra existencia terrenal. A la luz de esta promesa de resurrección, toda realidad adquiere un significado nuevo: todo muere y también nosotros un día moriremos, pero no perderemos nada de lo que hemos construido y amado, porque la muerte será el inicio de una nueva vida.

Hermanos y hermanas, incluso en las tribulaciones, en las crisis, en los fracasos, el Evangelio nos invita a mirar la vida y la historia sin temor a perder lo que acaba, sino con alegría por lo que permanece. No olvidemos que Dios prepara para nosotros un futuro de vida y alegría.

Y entonces preguntémonos: ¿estamos apegados a las cosas de la tierra, que pasan, que pasan de prisa, o a las palabras del Señor que permanecen y nos guían hacia la eternidad? Hagámonos esta pregunta, por favor. Nos ayudará.

Y oremos a la Santísima Virgen, que se ha encomendó totalmente a la Palabra de Dios, para que Ella interceda por nosotros.

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