LA AUTORIDAD ES SERVICIO HUMILDE QUE DEBE DAR ESPERANZA Y AYUDA A LOS DEMÁS: ÁNGELUS DEL 10/11/2024

Previamente a la oración del Ángelus de este 10 de noviembre, el Papa Francisco exhortó a reflexionar sobre el modo de ejercer un cargo importante, deteniéndose en la página del Evangelio del día. La autoridad es sacrificio de sí mismo, servicio humilde, ternura maternal y paternal hacia las personas, especialmente aquellas más necesitadas, dijo el Santo Padre. Nos lo enseña Jesús «con su palabra y su ejemplo» invitando «a quienes están investidos de ella a mirar a los demás, desde su posición de poder, no para humillarlos, sino para levantarlos, dándoles esperanza y ayuda». Compartimos a continuación el texto de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

Hoy el Evangelio de la liturgia (cf. Mc 12, 38-44) nos habla de Jesús que, en el templo de Jerusalén, denuncia ante el pueblo la actitud hipócrita de algunos escribas (cf. vv. 38-40).

A estos últimos se les había confiado un papel importante en la comunidad de Israel: leían, transcribían e interpretaban las Escrituras. Por eso se les tenía en gran estima y el pueblo les rendía reverencia.

Más allá de las apariencias, sin embargo, a menudo su comportamiento no correspondía con lo que enseñaban. No eran coherentes. Algunos, de hecho, fortalecidos por el prestigio y el poder de que gozaban, miraban a los demás “desde arriba” – esto es muy feo, mirar a la otra persona desde arriba –, se daban aires de grandeza y, escondiéndose tras una fachada de fingida respetabilidad y legalismo, se arrogaban privilegios y llegaban incluso a cometer auténticos robos en perjuicio de los más débiles, como las viudas (cf. v. 40). En lugar de utilizar el rol del que estaban investidos para servir a los demás, hacían de él un instrumento de prepotencia, de manipulación. Y sucedía que incluso la oración, para ellos, corría el riesgo de no ser el momento del encuentro con el Señor, sino una ocasión para ostentar respetabilidad y piedad fingida, útiles para atraer la atención de la gente y obtener su aprobación (cf. ibid.). Recordemos lo que dice Jesús sobre la oración del publicano y del fariseo (cf. Lc 18, 9-14).

Ellos – no todos – se comportaban como personas corruptas, alimentando un sistema social y religioso en el que era normal aprovecharse a espaldas de los demás, especialmente de los más indefensos, cometiendo injusticias y asegurándose la impunidad.

De esas personas Jesús recomienda alejarse, “tener cuidado” (cf. v. 38), no imitarlas. Al contrario, con su palabra y su ejemplo, como sabemos, enseña cosas muy distintas sobre la autoridad. Habla de ella en términos de sacrificio de sí mismo y servicio humilde (cf. Mc 10, 42-45), de ternura maternal y paternal hacia las personas (cf. Lc 11, 11-13), especialmente hacia los más necesitados (Lc 10,25-37). Invita a quienes están investidos de ella a mirar a los demás, desde su posición de poder, no para humillarlos, sino para levantarlos, dándoles esperanza y ayuda.

Entonces, hermanos y hermanas, podemos preguntarnos: ¿cómo me comporto en mis ámbitos de responsabilidad? ¿Actúo con humildad, o me enorgullezco de mi posición? ¿Soy generoso y respetuoso con las personas, o las trato de manera ruda y autoritaria? Y con los más frágiles, ¿estoy cerca de ellos, sé inclinarme para ayudarles a levantarse?

Que la Virgen María nos ayude a combatir en nosotros la tentación de la hipocresía – Jesús les dice “hipócritas”, es una gran tentación, la hipocresía –, y nos ayude a hacer el bien sin aparentar y con sencillez.

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