QUE LA BASÍLICA DE SAN PEDRO SEA UNA CASA DONDE TODOS SE SIENTAN ACOGIDOS: PALABRAS DEL PAPA A TRABAJADORES DE LA FÁBRICA DE SAN PEDRO (11/11/2024)

Este 11 de noviembre, el Santo Padre Francisco recibió, en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico Vaticano, a técnicos y colaboradores de la Fábrica de San Pedro. «Todos, precisamente todos, deben sentirse acogidos» en la «gran casa» que es la Basílica de San Pedro; tanto «los que tienen fe y los que buscan la fe», como «los que vienen a contemplar las muchas bellezas artísticas de Roma», y los que vienen a buscar a los sacerdotes para confesarse, dijo el Santo Padre en su intervención, cuyo texto compartimos a continuación, traducido del italiano:

Señor Cardenal, queridos hermanos y hermanas:

Los saludo con gratitud, porque su visita atestigua la laboriosidad con la que están iniciando nuevos proyectos y colaboraciones en beneficio de la Basílica de San Pedro. Estuve allí el otro día para ver, es maravilloso lo que hacen. Esta casa de oración para todos los pueblos (cf. Is 56, 7; Mt 21, 13) nos ha sido confiada por quienes nos han precedido en la fe y en el ministerio apostólico. Por tanto, es un don y una tarea cuidar de ella, tanto en sentido espiritual como material, incluso a través de las tecnologías más recientes.

Dichos instrumentos interpelan de manera particular nuestra creatividad y responsabilidad. De nosotros, de hecho, depende en efecto el uso correcto y constructivo de un potencial ciertamente útil, pero ambivalente. Ocurre, a veces, que el instrumento vulnere el objetivo al que debería servir: es como si el marco se volviera más importante que el cuadro. Es necesario, entonces, dominar la técnica, recordando que sus productos son buenos no sólo cuando funcionan bien, sino ante todo cuando nos ayudan a crecer. Éste es el objetivo.

Este principio es válido con mayor razón para la Basílica de San Pedro y para las diversas intervenciones que ésta requiere, para que sea para todos los visitantes, lugar vivo de fe y de historia, morada hospitalaria, templo de encuentro con Dios y con los hermanos que llegan a Roma de todas partes del mundo. Todos, precisamente todos, deben sentirse acogidos en esta gran casa: los que tienen fe y los que buscan la fe; los que vienen a contemplar las muchas bellezas artísticas de Roma y los que quieren descifrar sus códigos culturales.

A propósito, recordemos que el núcleo original de la Basílica es la tumba de Pedro, el discípulo que el Señor Jesús eligió como el primero entre los Apóstoles, confiándole las llaves del Reino de los Cielos (cf. Mt 16, 18). Lo atestiguan las enormes inscripciones en griego y latín que desde lo alto acompañan a los fieles hasta el altar de la Cátedra. Los trabajos previstos deben tener el mismo objetivo: acompañar a los hombres y mujeres de hoy; apoyar su camino de discípulos, siguiendo el ejemplo de Simón Pedro. Por ello, me gustaría dejarles tres criterios, que guíen su trabajo: la escucha de la oración, la mirada de la fe, el tacto del peregrino. Que estos sentidos sean, a la vez corporales y espirituales, los que ordenen con inteligencia las iniciativas a realizar.

Ante todo, la escucha de la oración: animo al compromiso de la Fábrica y de sus colaboradores en la adopción de tecnologías que favorezcan no sólo una participación interactiva de las personas, sino sobre todo su conciencia del lugar sagrado, que es espacio de meditación.

En segundo lugar, la mirada de la fe, para usar los instrumentos de vanguardia con estilo misionero, no turístico, sin buscar el atractivo de efectos especiales, sino más bien invirtiendo en nuevos medios para relatar la fe de la Iglesia y la cultura que ella ha moldeado.

Finalmente, el tacto del peregrino: a lo largo de los siglos, el arte escultórico, pictórico y arquitectónico se ha puesto al servicio del pueblo de Dios utilizando las mejores tecnologías de su tiempo. ¡Nuestros predecesores trabajaron maravillosamente! Que cada nuevo proyecto esté en continuidad con la misma intención pastoral.

Y hay otra obra de arte que se desarrolla en la Basílica, escondida: los confesores. Por favor, que siempre haya, al alcance de la mano, confesores. La gente va, escucha algo, incluso los no cristianos se acercan a pedir una bendición... En este mundo tan artístico y bello, existe también el arte de la comunicación personal. Y, por favor, digan a los confesores que perdonen todo, ¡todo! Hay que perdonarlo todo. El Señor quiere esto y no hacer discursos: “Debes...”. No, nada de “debes”. Te perdono y adelante, con el Señor. Perdonar, no tanto predicar; hay que decir alguna palabra, pero perdonar; que nadie salga [sin bendición]. Incluso los que no son cristianos, me dicen los confesores que muchas veces son musulmanes o de otras religiones, se acercan a pedir una bendición. Den la bendición siempre a todos, y a los que quieran confesarse, ¡perdonen a todos, a todos!

Les agradezco por su ingenio. De corazón los bendigo a todos ustedes y su trabajo. Y les pido por favor que oren por mí. Gracias.

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