EL PAPA INSTITUYE CON UN QUIRÓGRAFO EL PONTIFICIO COMITÉ PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LOS NIÑOS (20/11/2024)

Al Pontificio Comité para la Jornada Mundial de los Niños, erigido este 20 de noviembre con un Quirógrafo, el Papa Francisco le asignó la tarea de ocuparse de la animación eclesial y de la organización pastoral del evento anual que concierne a los más pequeños, como especifica el primer artículo del Estatuto. El Padre Enzo Fortunato, hasta ahora coordinador de esta Jornada, ha sido nombrado Presidente del organismo que depende directamente del Sumo Pontífice. Reproducimos a continuación, el texto del Quirógrafo, traducido del italiano:

El status social del niño, a lo largo de la historia de la humanidad, ha sido objeto de numerosas reelaboraciones teóricas y prácticas. En el tiempo de Jesús, los niños no gozaban de gran consideración, al no ser “todavía hombres”. Aún más, molestaban a los rabinos en sus intentos por explicar los misterios del Reino.

En el Evangelio, incluso los apóstoles temen que los niños puedan molestar al Maestro quien, en cambio, demuestra enorme simpatía hacia ellos. No sólo no le molestan, sino que los propone como modelos del discipulado, ya que «a quien es como ellos, de hecho, le pertenece al Reino de Dios» (Mc 10, 14). Los discípulos son llamados a imitar a los niños no en tener actitudes infantiles, sobre lo que Jesús llamará la atención, sino en el asombro con el que el niño, también hoy, se relaciona con la vida, en cuanto que «el que no acoge el Reino de Dios cómo lo acoge un niño, no entrará en él» (Mc 10, 15). La mirada del niño es una mirada abierta de par en par al misterio, que ve lo que los adultos tienen trabajo para ver. Por ello el discípulo está llamado a crecer en la confianza, el abandono, el asombro, la maravilla: todas, características que la edad y la desilusión, a menudo, apagan en el hombre.

La revelación cristiana hace consciente a la Iglesia de que los niños son redimidos por la sangre de Cristo y con su gracia se convierten en hijos y amigos de Dios y herederos de la gloria eterna. Por ello, ellos valen ante todo por sí mismos, en la etapa de vida que están viviendo, y no solo en vista de lo que en el futuro podrán dar a la familia, a la sociedad, a la Iglesia o al Estado. La familia, la Iglesia, el Estado existen para los niños, y no los niños para las instituciones. El ser humano desde niño es sujeto de derechos inalienables, inviolables y universales.

La Iglesia, en nombre de Dios, con autoridad se hace voz de los derechos de los “no garantizados”, como aún hoy son muchos niños. Ante la propagación de la violencia y los peligros que pisotean la vida y la dignidad de la infancia, con aún más fuerza esta se hace intérprete de sus exigencias ante todas las naciones.

La protección de los derechos de los niños es, de hecho, responsabilidad grave de los padres, de la comunidad civil y de la Iglesia como comunidad educativa. La protección de los derechos de los niños es deber y primera forma de caridad de la Iglesia.

Como enseña San Juan Pablo II: «El hombre no puede vivir sin amor. Permanece para sí mismo un ser incomprensible, si no le es revelado el amor […], si no lo experimenta y […] no participa vivamente en él» (Carta Enc. Redemptor hominis, 4 marzo 1979, 10). Por ello los niños necesitan y tienen derecho:

– a ser reconocidos, acogidos y comprendidos por la madre, el padre y la familia, para tener confianza;

– a ser rodeado de afecto y gozar de una seguridad afectiva, ya sea que vivan con sus padres o no, para descubrir su propia identidad;

– a tener un nombre, una familia y una nacionalidad, respeto y buena reputación, para gozar de seguridad y estabilidad afectiva en sus condiciones de vida y educación.

El derecho del niño a crecer implica la responsabilidad educativa también de la Iglesia junto con los padres de familia y la comunidad civil. Los niños necesitan encontrar, en la Iglesia, la expresión de Jesús Buen Pastor en el rostro de quienes asumen la educación y formación como misión y apostolado, consciente de su propio compromiso educativo.

A la luz de cuanto hasta este punto ha sido revelado y con el objetivo de dar una realización concreta al compromiso de la Iglesia con los niños, he decidido instituir la Jornada Mundial de los Niños con las finalidades de:

a) dar voz a los derechos de los niños y colocar al centro de la acción pastoral de la Iglesia la misma atención que Jesús tuvo con ellos, partiendo nuevamente de la «voz de los niños y los lactantes» (Sal 8, 3) para afirmar el poder y la gloria de Dios (cf. ibid.);

b) promover una experiencia de iglesia universal que se expresa en las dimensiones diocesanas y nacionales, para que toda la comunidad cristiana se convierta cada vez más en una comunidad educativa capaz, ante todo, de hacerse evangelizar por la voz de los pequeños;

c) permitir a la iglesia universal revestirse de los sentimientos de los pequeños recordados por El Salvador (cf. Mt 18, 1-5), para que se despoje de los «signos del poder y se revista del poder de los signos» (Ven. Antonio Bello, Escritos de paz, vol. IV, 146, n. 130), para convertirse en casa acogedora y llena de vida para todos, comenzando por los niños;

d) hacer conocer cada vez mejor, amar y servir a nuestro Señor Jesucristo a los niños en su rostro de amigo y Buen Pastor, y arraigar su fe en la tradición de los santos niños que la Iglesia ha recibido como don y que custodia como patrimonio espiritual, que debe transmitirse a los pequeños, a sus familias y sus educadores;

e) subrayar, tanto en la preparación catequética como en la celebración, a la iglesia como madre.

Deseo que dicha Jornada se celebre tanto a nivel de la Iglesia universal, como en las Iglesias particulares y a nivel de sus agrupaciones regionales y nacionales. Encomiendo la preparación de la Jornada Mundial de los Niños a las Conferencias Episcopales regionales y nacionales, que instituirán Comités organizadores locales.

Para que dicha iniciativa pueda encontrar un apoyo institucional al interior de la Curia Romana, con el presente Quirógrafo erijo al Pontificio Comité para la Jornada Mundial de los Niños, reconociendo al mismo la personalidad jurídica canónica pública en el sentido del art. 241 de la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium y aprobando al mismo tiempo su Estatuto. Designo a dicho Organismo como coordinador y promotor de las iniciativas de los Comités organizadores nacionales y regionales.

Para que la Jornada Mundial de los Niños no quede como un evento aislado y por tanto la pastoral para los chicos se convierta cada vez más en una prioridad calificada en términos evangélicos y pedagógicos, el Pontificio Comité estará disponible para colaborar con las oficinas pastorales competentes de las Iglesias particulares y las Conferencias Episcopales.

Ordeno que el presente Quirógrafo y el Estatuto adjunto sean promulgados a través de su publicación en L’Osservatore Romano, entrando inmediatamente en vigor, y después publicados en el comentario oficial de las Acta Apostolicae Sedis.

Desde el Vaticano, 20 de noviembre de 2024

FRANCISCO

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