SU MISIÓN ES HACER EL MUNDO MENOS OSCURO: PALABRAS DEL PAPA EN LA ENTREGA DE LA ORDEN DE LA GRAN CRUZ A VALENTINA ALAZRAKI Y PHILLIP PULLELLA (13/11/2021)

¿Qué es el periodismo? ¿Cuáles son los verbos con los que se puede definir el buen periodismo? Estas son las principales preguntas que pueden acompañar el discurso pronunciado por el Papa Francisco este 13 de noviembre con motivo de la concesión de la condecoración de la Gran Cruz a dos “decanos” de la información vaticana, en la Sala del Consistorio: Valentina Alazaraki y Philip Pullella. El Papa Francisco subrayó que la tarea del profesional de la información es hacer posible que se mire “a los demás con más conciencia y también con más confianza”. Transcribimos a continuación, el texto completo pronunciado por el Papa, traducido del italiano:

Queridos amigos, ¡buenos días!

Me alegra recibirlos aquí, después de que muchas veces nos hemos encontrado en el corredor de los aviones, durante las entrevistas en la altura, o de paso durante las distintas celebraciones y los diferentes eventos de las peregrinaciones apostólicas en el mundo. ¡Somos compañeros de viaje! Y hoy festejamos a dos periodistas expertos, que siempre han seguido a los Papas, la información sobre la Santa Sede y más en general sobre la Iglesia católica. Una es su “decana”, Valentina Alazraki: hace 47 años que hace los vuelos papales, que es periodista aquí: ¡entró inmediatamente después de su primera comunión! Muy joven subió al avión que llevaba a San Juan Pablo II a Puebla, en 1979, la primera vez, y regaló al Papa un sombrero de estos mexicanos. El otro es su “decano”, Phil Pullella, también él un veterano y bien conocido protagonista de la información vaticana. ¡Cuántas experiencias compartidas, cuántos viajes, cuántos eventos han vivido en primera persona contándolos a sus telespectadores y lectores! No quisiera olvidar un nombre, y lo llevo en el corazón porque era un buen hombre: un ruso que nos ha dejado, [Aleksei] Bukhalov. También a él un recuerdo en este momento. ¡Un gran compañero de viajes!

Con la condecoración que se le entrega a Valentina y a Phil, hoy quiero de alguna forma rendir homenaje a toda su comunidad de trabajo; para decirles que el Papa los quiere, los sigue, los estima, los considera importantes. Al periodismo se llega no tanto eligiendo un trabajo, sino lanzándose a una misión, un poco como el médico, que estudia y trabaja para que en el mundo el mal pueda ser curado. Su misión es explicar al mundo, hacerlo menos obscuro, hacer que quien vive en él tenga menos miedo y mire a los demás con mayor conciencia, y también con más confianza. No es una misión fácil. Es complicado pensar, meditar, profundizar, detenerse para reunir las ideas y estudiar los contextos y los antecedentes de una noticia. El riesgo, lo saben bien, es el de dejarse aplastar por las noticias en lugar de llegar a darles un sentido. Por ello los animó a cuidar y cultivar ese sentido de la misión que está en el origen de su elección. Y lo hago con tres verbos que me parece pueden caracterizar al buen periodismo: escuchar, profundizar, relatar.

Escuchar es un verbo que les concierne como periodistas, pero que nos concierne a todos como Iglesia, en todo tiempo y especialmente ahora que ha iniciado el proceso sinodal. Escuchar, para un periodista, significa tener la paciencia de encontrar frente a frente a las personas que hay que entrevistar, a los protagonistas de las historias que se cuentan, a las fuentes de las que se reciben noticias. Escuchar siempre va de la mano con el ver, con el ser: ciertos matices, sensaciones, descripciones pueden ser transmitidas a los lectores, escuchas y espectadores solamente si el periodista ha escuchado y ha visto en persona punto esto significa sustraerse – y sé que difícil es en su trabajo – sustraerse a la tiranía de estar siempre en línea, en las redes sociales, en la red. El buen periodismo de escuchar y ver necesita tiempo. No todo puede contarse a través del correo electrónico, el teléfono, o una pantalla. Como recordé en el mensaje para la Jornada de las Comunicaciones de este año, necesitamos periodistas dispuestos a gastar la suela de los zapatos, a salir de las redacciones, a caminar por las ciudades coma a encontrar a las personas, a verificar las situaciones que se viven en nuestro tiempo. Escuchar es la primer palabra que me viene a la mente.

La segunda, profundizar, el segundo verbo, es una consecuencia de escuchar y de ver. Toda noticia, todo hecho del que hablamos, toda realidad que describimos necesita de profundización. En el tiempo en que millones de informaciones están disponibles en la red y muchas personas se informan y forman sus opiniones en las redes sociales, donde a veces prevalece desafortunadamente la lógica de la simplificación y la contraposición, la contribución más importante que puede hacer el buen periodismo es la de la profundización. De hecho, ¿qué otra cosa pueden ofrecer, a quien los lee o los escucha, con respecto a lo que ya encuentra en la red? Pueden ofrecer el contexto, los antecedentes, las claves de lectura que les ayuden a situar el hecho ocurrido. Saben bien que, también en lo que se refiere a la información sobre la Santa Sede, no todas las cosas que se dicen son siempre “nuevas” o “revolucionarias”, busqué documentarlo en el reciente discurso a los movimientos populares, cuando indiqué las referencias a la Doctrina Social de la Iglesia sobre la que se fundaban mis llamados. La Tradición y el Magisterio continúan y se desarrollan confrontándose con las exigencias siempre nuevas del tiempo en que vivimos e iluminándolas con el Evangelio.

Escuchar, profundizar y el tercer verbo: relatar. No debo explicárselos a ustedes, que se han convertido en periodistas precisamente porque son curiosos de conocer la realidad y apasionados en relatarla. Relatar significa no ponerse a sí mismo en primer plano, ni mucho menos erigirse como juez, significa dejarse impactar y a veces herir por las historias que encontramos, para poder narrarlas con humildad a nuestros lectores. La realidad es un gran antídoto contra tantas “enfermedades”. La realidad, es decir lo que ocurre, la vida y el testimonio de las personas, son lo que merece ser relatado. Pienso en los libritos que ella, Valentina hace sobre las mujeres que sufren la tiranía del abuso. Necesitamos mucho hoy de periodistas y de comunicadores apasionados por la realidad, capaces de encontrar los tesoros a veces escondidos en los pliegues de nuestra sociedad y de relatarlos permitiéndonos quedarnos impactados, aprender, ensanchar nuestra mente, apreciar aspectos que antes no conocíamos. Les estoy agradecido por el esfuerzo de relatar la realidad. La diversidad de enfoques, de estilos, de puntos de vista ligados a las diferentes culturas o pertenencias religiosas es una riqueza también en la información. Les agradezco también por todo lo que relatan sobre lo que en la Iglesia no funciona, por todo lo que nos ayudan para no esconderlo bajo el tapete y por la voz que han dado a las víctimas de abuso, gracias por esto.

Y, por favor, recuerden también que la Iglesia no es una organización política que a su interior tiene derecha e izquierda como ocurre en los parlamentos. A veces, desafortunadamente, se reduce a esto en nuestras consideraciones, con alguna raíz en la realidad. Pero no, la Iglesia no es esto. No es una gran empresa multinacional que tiene a la cabeza a gerentes que estudian sobre la mesa cómo vender mejor su producto. La Iglesia no se autoconstruye sobre la base de un proyecto propio, no tiene en sí misma la fuerza para ir adelante, no vive de estrategias de mercadotecnia. Cada vez que cae en esta tentación mundana – y muchas veces cae o ha caído – la Iglesia, sin darse cuenta, cree tener una luz propia y olvida que es el “mysterium lunae” del que hablaban los Padres de los primeros siglos – es decir la Iglesia es auténtica solamente a la luz de Otro, como la luna –, y así su acción pierde vigor y no sirve de nada. La Iglesia, compuesta por hombres y mujeres pecadores como todos, nació y existe para reflejar la luz de Otro, la luz de Jesús, justamente como hace la luna con el sol. La Iglesia existe para llevar al mundo la palabra de Jesús y para hacer posible hoy el encuentro con Él vivo, haciéndose intermediaria de su abrazo de misericordia ofrecido a todos.

Gracias, queridos amigos, por este encuentro. Gracias y felicitaciones a nuestros dos “decanos”, que hoy se convierten en “Dama” y “Caballero” de la Gran Cruz. Gracias a todos ustedes por el trabajo que hacen. Gracias por su búsqueda de la verdad, porque sólo la verdad nos hace libres. ¡Gracias!

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