INTEGRAR A INMIGRANTES ES UN REGALO QUE INVITA A LA SOCIEDAD A CRECER: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN UN CONGRESO SOBRE MIGRANTES (11/11/2021)

En su discurso de este 11 de noviembre a los 200 participantes en el Congreso “Los italianos en Europa y la misión cristiana”, organizado por la Fundación Migrantes de la Conferencia Episcopal Italiana, el Papa Francisco, reflexionando sobre el tema que está guiando los trabajos del encuentro, observó “por un lado, la preocupación pastoral que siempre nos empuja a conocer la realidad, en este caso la movilidad italiana; y, por otro, el deseo misionero de que esto sea fermento, levadura de nueva evangelización en Europa”, de allí que el Pontífice haya compartido tres reflexiones que, como les dijo, espera les ayuden en el presente y en el futuro. Compartimos a continuación, el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

Les doy la bienvenida y agradezco al cardenal Bassetti por sus palabras de saludo y de introducción. Saludo al Secretario General de la CEI, al Presidente de la Fundación Migrantes con el director y sus colaboradores, y dirijo un agradecido saludo a todos ustedes, sacerdotes y colaboradores pastorales, que están al servicio de las comunidades y de las misiones de lengua italiana en Europa.

El tema que guía sus trabajos en su encuentro es “Los italianos en Europa y la misión cristiana”. Veo en esto, por una parte, la cercanía pastoral que impulsa siempre a conocer la realidad, en este caso la movilidad italiana; y, por la otra, el deseo misionero de que ésta pueda ser fermento, levadura de nueva evangelización en Europa. En este marco, quisiera compartir tres reflexiones que espero puedan ayudarles en el presente y el futuro.

La primera se refiere a la movilidad, la migración. A menudo vemos a los migrantes sólo como “distintos” a nosotros, como extranjeros. En realidad, también leyendo los datos del fenómeno, descubrimos que los migrantes son una parte relevante del “nosotros”, además de que, en el caso de los emigrantes italianos, son parte de las personas cercanas a nosotros: nuestras familias, nuestros jóvenes estudiantes, graduados, desocupados, nuestros emprendedores. La migración italiana revela – como escribía el gran Obispo Geremia Bonomelli, fundador de la obra de asistencia de los migrantes en Europa y en Medio Oriente – una “Italia hija”, en camino por Europa, sobre todo, y en el mundo. Es una realidad que siento particularmente cercana, ya que también mi familia emigró a Argentina. El “nosotros”, entonces, para leer la movilidad.

La segunda reflexión tiene que ver con Europa. La lectura de la migración italiana en el continente europeo nos debe hacer cada vez más conscientes de que Europa es una casa común. También la Iglesia en Europa no puede dejar de considerar a los millones de migrantes italianos y de otros países que están renovando el rostro de las ciudades, de los países. Y, al mismo tiempo, están alimentando «el sueño de una Europa unida, capaz de reconocer raíces comunes y de alegrarse por la diversidad que la habita» (Enc. Fratelli tutti, 10). Es un hermoso mosaico, que no es roto o corrompido con los prejuicios o con ese odio velado de respetabilidad. Europa está llamada a revitalizar en el hoy su vocación a la solidaridad en la subsidiariedad.

La tercera reflexión se refiere al testimonio de fe de las comunidades de migrantes italianos en países europeos. Gracias a su enraizada religiosidad popular han comunicado la alegría del Evangelio, han hecho visible la belleza de ser comunidades abiertas y acogedoras, han compartido los caminos de las comunidades cristianas locales. Un estilo de comunión y de misión ha caracterizado su historia, y espero que pueda diseñar también su futuro. Se trata de un bellísimo hilo que nos une a la memoria de nuestras familias. ¿Cómo no pensar en nuestros abuelos migrantes y en su capacidad de ser generadores también en el plano de la vida cristiana? Es una herencia que hay que cuidar y custodiar, buscando los caminos que permitan revitalizar el anuncio y el testimonio de fe. Y esto depende mucho del diálogo entre las generaciones: especialmente entre los abuelos y los nietos. Esto es muy importante, lo subrayo: abuelos y nietos. De hecho, los jóvenes italianos que hoy se mueven en Europa son muy distintos, en el plano de la fe, de sus abuelos, y sin embargo en general están muy unidos a ellos. Y es decisivo que permanezcan unidos a las raíces: precisamente en el momento en que se encuentran viviendo en otros contextos europeos, es preciosa la savia que obtienen de las raíces, de los abuelos, una savia de valores humanos y espirituales. Entonces, si existe este diálogo entre las generaciones, entre los abuelos y los nietos, verdaderamente «las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos, particularmente en el momento en que pensamos en la nueva evangelización» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 126).

A la luz de la experiencia latinoamericana, he podido afirmar que «los migrantes, si se les ayuda a integrarse, son una bendición, una riqueza y un nuevo don que invita a una sociedad a crecer» (Enc. Fratelli tutti, 135). Acoger, acompañar, promover e integrar, los cuatro pasos. Si no llegamos a la integración pueden surgir problemas, y graves. Siempre me viene a la mente la tragedia de Zaventem: los que hicieron esto eran belgas, pero hijos de migrantes no integrados, que vivían en guetos. Los migrantes son una bendición también para y en nuestras iglesias en Europa. Si son integrados, pueden ayudar a hacer respirar el aire de una diversidad que regenera la unidad; pueden alimentar el rostro de la catolicidad; pueden dar testimonio de la apostolicidad de la Iglesia; pueden generar historias de santidad. No olvidemos, por ejemplo, que Santa Francesca Saverio Cabrini, hermana lombarda migrante entre los migrantes, fue la primera santa ciudadana de los Estados Unidos de América. Al mismo tiempo, las migraciones han acompañado y pueden sostener, con el encuentro, la relación y la amistad, el camino ecuménico en los distintos países europeos donde los fieles pertenecen en su mayoría a comunidades reformadas u ortodoxas.

En este sentido, constato con placer que el camino sinodal de las iglesias en Italia, también gracias al trabajo pastoral de la Fundación Migrantes, se propone considerar a las personas migrantes como un recurso importante para la renovación y la misión de las iglesias en Europa. Sobre todo el mundo juvenil en migración, a menudo desorientado y solo, deberá ver a una Iglesia con sus pastores atenta, que camina con ellos y entre ellos.

Que el Beato Obispo Giovanni Battista Scalabrini,, cuya acción entre los migrantes alimentó la misión de las iglesias en Italia, y Santa Francesca Cabrini, patrona de los migrantes, guíen y protejan su camino en las iglesias en Europa para un nuevo, gozoso y profético anuncio del Evangelio.

Queridos hermanos y hermanas, les agradezco por lo que hacen. Les animo a continuar en su compromiso y a pensar con creatividad en una misión que mire al futuro de nuestras comunidades, para que estén cada vez más enraizadas en el Evangelio, fraternas y acogedoras. Los bendigo y los acompaño. Y ustedes por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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