NO HAY PAZ SIN UN COMPROMISO POR EL DESARME INTEGRAL: MENSAJE DEL PAPA AL FORO DE PARÍS (11/11/2021)

“Promover la paz, la buena gobernanza y un futuro mejor para todos; que ayude a salir mejor de la pandemia del COVID-19”, son los temas al centro del Mensaje del Santo Padre a los participantes en el IV Foro de París sobre la paz, reunidos del 11 al 13 de noviembre de 2021, a través de una plataforma interactiva, buscando soluciones para superar las brechas sociales que se han agravado con la crisis del COVID-19 y para impulsar una reactivación económica que sea inclusiva y solidaria. Reproducimos a continuación el texto del mensaje, traducido del italiano:

Distinguidas autoridades, ilustres señoras y señores:

A cada uno de ustedes, reunidos para el 4to. Foro de París sobre la Paz, dirijo mi cordial saludo. Estoy agradecido por esta oportunidad de encuentro y reflexión; deseo que se fructífera y contribuya a promover la paz, el buen gobierno y un futuro mejor para todos; que ayude a salir mejores de la pandemia de COVID-19.

En esta fase histórica, la familia humana se encuentra ante una decisión. La primera posibilidad es la del así llamado “regreso a la normalidad”. Pero la realidad que conocíamos antes de la pandemia era esa en que la riqueza y el crecimiento económico estaban reservadas a una minoría mientras millones de personas no eran capaces de satisfacer las necesidades más elementales y llevar una vida digna; un mundo en que nuestra Tierra era saqueada por una miope explotación de los recursos, por la contaminación, por el consumismo de “usa y tira” (cf. Enc. Laudato si’, 22) y herida por guerras y experimentos con armas de destrucción masiva. Volver a la normalidad significaría también volver a las viejas estructuras sociales inspiradas por “autosuficiencia, nacionalismo, proteccionismo, individualismo y aislamiento” y excluyentes de nuestros hermanos y hermanas más pobres. [1] ¿Es este un futuro que podemos elegir?

En este mundo globalizado pero lacerado, las decisiones que tomemos hoy para salir de la crisis determinan la “ruta” de las generaciones por venir. A menudo perdemos de vista el hecho de que somos una comunidad global y que «nadie se salva solo, que nos podemos salvar únicamente juntos» (Enc. Fratelli tutti, 32). Por estos motivos, necesitamos un nuevo camino de salida; debemos trabajar juntos para salir mejores que antes. [2]

El primero y más urgente tema sobre el que debemos poner nuestra atención es que no puede haber una cooperación generadora de paz sin un compromiso colectivo concreto a favor del desarme integral. Los gastos militares a nivel mundial ya han superado el nivel registrado al final de la “guerra fría” y aumentan sistemáticamente cada año. Las clases dirigentes y los gobiernos, de hecho, justifican tal armamento aduciendo una idea abusada de disuasión fundada en el equilibrio de dotaciones de armamento. En esta perspectiva, los Estados están inclinados a perseguir los propios objetivos principalmente con base en el uso de la amenaza de la fuerza. Tal sistema, sin embargo, no garantiza la construcción y el mantenimiento de la paz. La idea de la disuasión, de hecho, en muchos casos ha resultado falaz determinando tragedias humanitarias de gran magnitud. Ya el Papa Juan XXIII en la Carta Encíclica Pacem in terris había afirmado: «Al criterio de la paz que se rige por el equilibrio del armamento, debe sustituirlo el principio de que la verdadera paz se puede construir solamente en la mutua confianza» (n. 61).

Además debe subrayarse que a la lógica de la disuasión está asociada la perteneciente del libre mercado que los armamentos pueden ser considerados como similares a todos los demás productos manufacturados y por ello, como tales, libremente comerciables a nivel mundial No es entonces una casualidad si cada año hemos asistido acríticamente a la expansión del mercado de las armas a nivel global.

La pandemia ha sido una revelación para todos nosotros sobre los límites y las carencias de nuestras sociedades y nuestros estilos de vida. Sin embargo, precisamente en medio de esta realidad llena de sombras, necesitamos esperar, porque la esperanza es «una generadora de energía, que estimula la inteligencia y confiere a la voluntad todo su dinamismo». [3] La esperanza nos invita a soñar en grande y a dar espacio a la imaginación de nuevas posibilidades. La esperanza es audaz e incentiva la acción con base en el conocimiento de que la realidad puede ser cambiada. [4] Mi deseo es que la tradición cristiana, en particular la Doctrina Social de la Iglesia, como también otras tradiciones religiosas, puedan contribuir a asegurar a su encuentro la esperanza confiable de que la injusticia y la violencia no son inevitables, no son nuestro destino.

Ante las consecuencias de la gran tempestad que ha agitado al mundo, nuestra consciencia nos llama entonces a una esperanza responsable, es decir, en concreto, a no seguir el camino cómodo del regreso a una “normalidad” marcada por la injusticia, sino a aceptar el desafío de asumir la crisis como «oportunidad concreta de conversión, de transformación, de repensar nuestro estilo de vida y nuestros sistemas económicos y sociales». [5] La esperanza responsable nos permite rechazar la tentación de las soluciones fáciles y nos da la valentía de proceder por el camino del bien común, del cuidado de los pobres y la casa común.

No desperdiciemos esta oportunidad de mejorar nuestro mundo; de adoptar con decisión formas más justas para emprender el progreso y construir la paz. Animados por esta convicción, es posible generar modelos económicos que atiendan las necesidades de todos preservando los dones de la naturaleza, como también políticas de largo alcance que promuevan el desarrollo integral de la familia humana. [6]

Ilustres señoras y señores, enfrentemos juntos esta crisis buscando sanar en profundidad las heridas de la familia humana. Que pueda inspirarnos esta palabra que el profeta Jeremías dirigió al pueblo en tiempo de grave crisis: «Deténganse en los caminos y miren, / infórmense de los senderos del pasado, / dónde está el camino bueno para recorrerlo, así encontrarán paz para su vida» (Jer 6, 16).

Les deseo buen trabajo e invoco para ustedes las bendiciones celestiales.

Desde el Vaticano, 30 de octubre 2021

FRANCISCO


[1] cf. Video mensaje con ocasión de la 75ra. Sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, 25 de septiembre 2020.

[2] cf. Catequesis “Curar al mundo”. 5. La solidaridad y la virtud de la fe, 2 de septiembre 2020.

[3] Benedicto XVI, Discurso a las autoridades, Cotonou – Benin, 19 noviembre 2011.

[4] cf. Catequesis “Curar al mundo”. 9. Preparar el futuro junto a Cristo que salva y cura, 2 de septiembre 2020.

[5] Video mensaje con ocasión de la 75ra. Sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, 25 de septiembre 2020.

[6] cf. ibíd.

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