DEUDA ECOLÓGICA Y DEUDA EXTERNA OBSTACULIZAN EL DESARROLLO DE LOS PUEBLOS: MENSAJE DEL PAPA A LA COP26 (02/11/2021)

El Papa Francisco advierte, en su mensaje leído por el Card. Pietro Parolin a los líderes mundiales reunidos en Glasgow este 2 de noviembre, que si existe una verdadera voluntad política es posible contrastar la crisis del cambio climático y de la post pandemia, aprendiendo de los errores del pasado y asignando recursos suficientes. No hay más tiempo que perder, dice, pues se trata de un cambio de época, un compromiso con los más vulnerables y con las jóvenes generaciones. Transcribimos a continuación, el texto del mensaje, traducido al español:

A Su Excelencia señor Alok Sharma
Presidente de la COP26, vigésimo sexta sesión de la Conferencia de los Estados Participantes
en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático

(Glasgow, 31 octubre – 12 noviembre 2021)

Excelencia:

Al inicio de esta conferencia de Glasgow, estamos todos conscientes que ésta tiene la importante tarea de mostrar a toda la comunidad internacional si realmente subsiste la voluntad política de destinar con honestidad, responsabilidad y valentía mayores recursos humanos, financieros y tecnológicos para mitigar los efectos negativos del cambio climático así como para ayudar a las poblaciones más pobres y vulnerables, que son las que los sufren mayormente. [1]

Pero, frente a nosotros, hay mucho más: esta tarea deberá, de hecho, Ser desarrollada en medio de una pandemia que desde hace casi dos años está flagelando a nuestra humanidad. Junto a los distintos dramas que ha traído el COVID-19, la pandemia nos enseña también que no tenemos alternativas: lograremos vencerla sólo si todos tomamos parte en este desafío. Todo esto, lo sabemos bien, requiere una profunda y solidaria colaboración entre todos los pueblos del mundo.

Hubo un antes de la pandemia; este será inevitablemente diferente después de la pandemia que debemos construir, juntos, aprendiendo de los errores cometidos en el pasado.

Un discurso similar es posible llevarlo a cabo al enfrentar el problema global del cambio climático. No tenemos alternativas. Podemos conseguir los objetivos escritos en el Acuerdo de París sólo si se actúa de manera coordinada y responsable. Son objetivos ambiciosos, pero impostergables. Hoy estas decisiones les corresponden a ustedes.

La COP26 puede y debe contribuir activamente a esta construcción consciente de un futuro donde los comportamientos cotidianos y las inversiones económico-financieras puedan realmente salvaguardar las condiciones de una vida digna de la humanidad de hoy y de mañana en un planeta “sano”.

Se trata de un cambio de época, de un desafío de civilización para el cual necesitamos del compromiso de todos y en particular de los países con mayores capacidades, que deben asumir un papel de guías en el campo de las finanzas climáticas, de la descarbonización del sistema económico y de la vida de las personas, de la promoción de una economía circular, del apoyo a los países más vulnerables para las actividades de adaptación a los impactos del cambio climático y de respuesta a las pérdidas y a los daños derivados de tal fenómeno.

Por su parte la Santa Sede, como indiqué en la High Level Virtual Climate Ambition Summit del 12 de diciembre de 2020, ha adoptado una estrategia de reducción a cero de las emisiones netas (net-zero emission) que se mueve sobre dos planos: 1) el compromiso del Estado de la Ciudad del Vaticano para conseguir este objetivo en 2050; 2) el compromiso de la Santa Sede misma para promover una educación hacia la ecología integral, muy conscientes de que las medidas políticas, técnicas y operativas deben unirse a un proceso educativo que, también y sobre todo entre los jóvenes, promueva nuevos estilos de vida y favorezca un modelo cultural de desarrollo y de sustentabilidad centrado en la fraternidad y en la alianza entre el ser humano y el medio ambiente natural. De estos compromisos han nacido miles de iniciativas en todo el mundo.

También en esta perspectiva el 4 de octubre pasado, tuve el placer de reunirme con distintos líderes religiosos y científicos para firmar un Llamado conjunto en vista de la COP-26. en esa ocasión, escuchamos voces de representantes de muchas religiones y tradiciones espirituales, de muchas culturas y ámbitos científicos. Voces distintas y con diferentes sensibilidades. Pero lo que se pudo advertir claramente fue una fuerte convergencia de todos en el compromiso ante la urgente necesidad de iniciar un cambio de ruta capaz de pasar con decisión y convicción de la “cultura del descarte” prevaleciente en nuestra sociedad a una “cultura del cuidado” de nuestra casa común y de aquellos que la habitan o la habitarán.

Las heridas causadas a la humanidad por la pandemia de COVID-19 y por el fenómeno del cambio climático son comparables a las derivadas de un conflicto global. Así como al día siguiente de la Segunda Guerra mundial, es necesario que hoy toda la comunidad internacional ponga como prioridad la realización de acciones colegiadas, solidarias y de largo plazo.

Necesitamos esperanza y valentía. La humanidad tiene los medios para enfrentar esta transformación que requiere una verdadera y real conversión, individual pero también comunitaria, y la decidida voluntad de emprender este camino. Se trata de la transición hacia un modelo de desarrollo más integral e integrador, basado en la solidaridad y en la responsabilidad; una transición durante la cual deberán considerarse atentamente también los efectos que ésta tendrá en el mundo del trabajo.

En tal perspectiva, particular cuidado debe dirigirse a las poblaciones más vulnerables, hacia las cuales ha madurado una , conectada ya sea con desequilibrios comerciales con consecuencias en el ámbito medioambiental, o con el uso desproporcionado de los recursos naturales propios y de otros países. [2] No podemos negarlo.

La “deuda ecológica” recuerda, de distintas formas, la cuestión de la deuda externa, cuya presión obstaculiza a menudo el desarrollo de los pueblos. [3] El mundo después de la pandemia puede y debe comenzar de nuevo teniendo en consideración todos estos aspectos, ligados también con el inicio de atentos procesos negociados de condonación de la deuda externa asociados a una estructuración económica más sustentable y justa, dirigido a sustentar la emergencia climática. Es «necesario que los países desarrollados contribuyan a resolver la deuda [ecológica] limitando de forma importante el consumo de energía no renovable, y aportando recursos a los países más necesitados para promover políticas y programas de desarrollo sustentable». [4] Un desarrollo en el cual, finalmente, puedan participar todos.

Debemos constatar con amargura qué lejos estamos de alcanzar los objetivos deseados para enfrentar el cambio climático. Debe decirse con honestidad: ¡no lo podemos permitir! en distintos momentos, en vista de la COP26, ha surgido con claridad que ya no hay tiempo para esperar; son demasiados, ahora, los rostros humanos que sufren por esta crisis climática: Además de sus cada vez más frecuentes e intensos impactos en la vida cotidiana de muchas personas, sobre todo de las poblaciones más vulnerables, nos damos cuenta que esta crisis se ha convertido también en una crisis de los derechos de los niños y que, en el futuro cercano, los migrantes ambientales serán aún más numerosos que los prófugos de los conflictos. Es necesario actuar con urgencia, valentía y responsabilidad. Actuar también para preparar un futuro en el que la humanidad tenga la capacidad de cuidar de sí misma y de la naturaleza.

Los jóvenes, que en estos últimos años nos piden con insistencia actuar, no tendrán un planeta distinto del que nosotros les dejemos, del que puedan recibir en función de nuestras opciones concretas de hoy. Éste es el momento de la decisión que les dé motivos de confianza en el futuro.

Me hubiera gustado estar presente con ustedes, pero no ha sido posible. Les acompaño sin embargo, con la oración en estas importantes decisiones.

Reciba, señor Presidente, mi más sentido y cordial saludo.

Desde el Vaticano, 29 octubre 2021.

Francisco


[1] cf. Video mensaje en la Cumbre sobre el Clima, Nueva York, 23 septiembre 2019.

[2] Carta enc. Laudato si’, 51.

[3] Carta enc. Fratelli tutti, 126.

[4] Carta enc. Laudato si’, 52.

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