ACOMPAÑAR A LOS CÓNYUGES EN CRISIS: PALABRAS DEL PAPA A MIEMBROS DE LA ASOCIACIÓN “RETROUVAILLE” (06/11/2021)

El Papa Francisco se encontró este 6 de noviembre con 600 miembros de la Asociación, “Retrouvaille” en el Aula Pablo VI. El programa “Retrouvaille”, que como lo indica la palabra en francés significa redescubrir. Es un programa que ayuda y asiste a las parejas que están pasando una crisis matrimonial y desean “redescubrir su relación en base al diálogo a través de sentimientos”. El Santo Padre compartió con la asociación tres palabras claves: crisis y heridas, pero sobre todo la palabra “clave” en la pastoral familiar: acompañar. El Papa recordó el valor de las heridas familiares que, si se ponen al servicio de los demás, ayudan a sanar a uno mismo y a los que le rodean e invitó a “perder tiempo” para acompañar a los cónyuges en crisis con paciencia, respeto y disponibilidad. Compartimos a continuación el texto completo de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos:

Agradezco a Mons. Dal Cin y a los cónyuges por las palabras de saludo e introducción. Estoy contento de que durante este “Año de la Familia Amoris laetitia” se realice también este encuentro, dedicado a los cónyuges que viven una crisis, una crisis en su relación. Esto es muy importante, no debemos asustarnos con la crisis. La crisis nos ayuda a crecer, y de lo que debemos tener cuidado es de no caer en el conflicto, porque cuando caes en el conflicto cierras el corazón y no hay solución al conflicto o la hay con dificultad. En cambio, la crisis te hace “bailar” un poco, te hace sentir cosas desagradables a veces, pero de la crisis se puede salir, siempre y cuando se salga mejores. No se puede salir iguales: o salimos mejores o peores. Esto es importante. Y de la crisis difícilmente se puede salir solos, debemos salir siempre todos de la crisis. Esto me gusta. No tener miedo de la crisis, tener miedo del conflicto.

La primera palabra que quiero compartir con ustedes es precisamente crisis. Sobre esta palabra nos hemos detenido a reflexionar muchas veces en este período de pandemia (cf. Discurso a la Curia, 21 de diciembre 2020). Y me encuentro con su experiencia, que invita a considerar la crisis como oportunidad, sí, una oportunidad dolorosa pero una oportunidad, en este caso oportunidad de dar un salto de calidad en la relación. En la Exhortacion Amoris laetitia hay una parte dedicada a las crisis familiares (cf. 232-238). Y aquí quiero agregar de inmediato otra palabra: heridas. Porque las crisis de las personas producen heridas, producen llagas en el corazón y la carne. “Heridas” es una palabra-clave para ustedes, forma parte del vocabulario cotidiano de Retrouvaille. Forma parte de su historia: de hecho, ustedes son parejas heridas que han atravesado la crisis y se han curado; y precisamente por esto están en posibilidad de ayudar a otras parejas heridas. No se han ido, no se han alejado en la crisis – “esto no funciona… me regreso con mi mamá” –; tomaron de la mano la crisis y buscaron la solución.

Este es su don, la experiencia que vivieron y pusieron al servicio de los demás. Les agradezco mucho por esto. Es un don precioso tanto en el plano personal como en el plano eclesial. Hoy existe tanta necesidad de personas, de cónyuges que sepan dar testimonio de que la crisis no es una maldición, forma parte del camino, y constituye una oportunidad. Y también nosotros, sacerdotes y Obispos, debemos caminar por este camino, hacer ver que la crisis es una oportunidad. De otro modo, seremos sacerdotes y Obispos cerrados en nosotros mismos, sin un diálogo real con las demás personas. Siempre existe la crisis en el diálogo real. Pero para ser creíbles es necesario haberlo experimentado. No puede ser un discurso teórico, una “piadosa exhortación”; no sería creíble. En cambio, ustedes aportan un testimonio de vida. Han estado en crisis, han estado heridos; gracias a Dios y con la ayuda de los hermanos y hermanas han sanado; y han decidido compartir esta experiencia suya, ponerla al servicio de los demás. Gracias por esto porque es un gesto que hace crecer, hace madurar a las demás parejas.

Me impactó – en su “bagaje” de experiencias – la unión entre dos textos bíblicos: el del Buen samaritano y el de Jesús resucitado que muestra sus llagas a los discípulos (Lc 10, 25-37; Jn 20, 19-29). Les agradezco porque me ayudó a ver mejor la relación que hay entre el Buen Samaritano y Cristo Resucitado; y a ver que esta relación pasa a través de las heridas, las llagas. En el personaje del Buen Samaritano, siempre ha sido reconocido Jesús, desde los escritos de los Padres de la Iglesia. Su experiencia ayuda a ver que ese Samaritano es Cristo Resucitado, que conserva en su propio cuerpo glorioso las llagas y justamente por esto – como dice la Carta a los Hebreos (cf. 5, 2) – siente compasión por ese hombre herido abandonado en el camino, por las heridas de todos nosotros.

Después del binomio “crisis-heridas”, quisiera compartir otra palabra, que es “clave” en la pastoral familiar: acompañar. Ha sido una de las palabras más importantes en el proceso sinodal sobre la familia del 2014-2015, de donde salió la Exhortación Amoris laetitia (cf. 217; 223; 232-246). Acompañar. Esto se refiere naturalmente a los pastores, forma parte de su ministerio; pero involucra en primera persona también a los cónyuges, como protagonistas de una comunidad que “acompaña”. Su experiencia nos da una experiencia de un testimonio específico. Una experiencia que nació “desde abajo”, como a menudo sucede cuando el Espíritu Santo suscita en la Iglesia realidades nuevas que responden a exigencias nuevas. Así ha sido para “Retrouvaille”. Ante la realidad de tantas parejas en dificultad o ya divididas, la respuesta es ante todo acompañar.

Y aquí nos ayuda otro icono bíblico: Jesús resucitado con los discípulos de Emaús. Jesús no se aparece desde lo alto, desde el cielo, para decir con voz atronadora: “Ustedes dos, ¿a dónde van? ¡Regrésense!”. No. Se pone a caminar a su lado por el camino, sin hacerse reconocer. Escucha su crisis. Los invita a relatarla, a expresarse. Y después los levanta de su necedad, los sorprende revelándoles una perspectiva distinta, que ya existía, ya estaba escrita, pero ellos no la habían comprendido: no habían entendido que el Cristo debía sufrir y morir en la cruz, que la crisis forma parte de la historia de la salvación… Esto es importante: la crisis forma parte de la historia de la salvación. Y la vida humana no es una vida de laboratorio o una vida ascética… como sumergida en alcohol para que no tenga cosas extrañas… La vida humana es una vida en crisis, una vida con todos los problemas que vienen todos los días. Y después ese hombre, que era Jesús, ese Caminante se detiene a comer con ellos, permanece con ellos: pierde tiempo con ellos. Para acompañar, perder tiempo y no seguir mirando el reloj. Acompañar quiere decir “perder tiempo” para estar cerca de las situaciones de crisis. Y a menudo nos pide mucho tiempo, nos pide paciencia, respeto, nos pide disponibilidad… Todo esto es acompañar. Y ustedes lo saben bien.

Queridos amigos, les agradezco por su compromiso y los animo a llevarlo adelante. Lo encomiendo a la protección de la Virgen María y de San José. Bendigo a todos ustedes, a sus familias y hago oración por las parejas que acompañan. Y también ustedes, por favor, no se olviden de orar por mí. ¡Gracias!

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