NO A LA VIOLACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS: MENSAJE DEL CARD. PETER TURKSON POR EL DÍA MUNDIAL DE LA PESCA (19/11/2021)

En vista del Día Mundial de la Pesca, a celebrarse el próximo 21 de noviembre, el Card. Peter Turkson, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, invita en un mensaje publicado este 19 de noviembre, a centrar nuestra atención en el sector de la pesca, que está enredado desde hace demasiado tiempo en una red de problemas y desafíos relacionados con las violaciones de los derechos humanos en el mar. Reproducimos a continuación el Mensaje del Card. Turkson, traducido del italiano:

El Día Mundial de la Pesca fue celebrado por primera vez en 1998 por las comunidades de pescadores, que querían llamar la atención sobre la forma de vida en el sector pesquero, que emplea al mayor número de trabajadores y genera uno de los productos alimentarios más comercializados en todo el mundo: el pescado.

Cuando se habla de la pesca y los pescadores, es un poco como si nos aventuráramos en un mar vasto y profundo como en el que barcos pesqueros de dimensiones y formas diversas, con pescadores de todas las etnias y nacionalidades, navegan sin descanso, tratando de llenar sus redes de peces para satisfacer el insaciable apetito de nuestro mundo.

En este Día Mundial de la Pesca, quisiéramos detenernos en el sector de la pesca industrial/comercial, que desde hace demasiado tiempo, está enredado en una red de dificultades y desafíos relacionados con las violaciones de los derechos humanos en el mar, cuyas consecuencias se han agravado por la pandemia del COVID-19 y han hecho más problemática la vida de los pescadores y de sus familias.

A pesar de los continuos esfuerzos realizados por las organizaciones internacionales para implementar los distintos Convenios y Acuerdos relativos a las condiciones de trabajo, la seguridad en el mar y la pesca INDNR, debemos admitir que la mayoría de las veces, cuando el buque pesquero sale de las aguas tranquilas del puerto, los pescadores se convierten en rehenes de circunstancias extremadamente difíciles de controlar. Esto ya que se encuentran a las millas y millas de tierra firme, y la tripulación está imposibilitada para desembarcar con regularidad ya que el buque pesquero no la zona de pesca durante meses, si no años.

Mientras están en la zona de pesca, los pescadores sufren amenazas e intimidaciones por parte del capitán y los oficiales, son obligados a trabajar en turnos infinitos de día y de noche para pescar la mayor cantidad posible, con cualquier condición atmosférica. Debido al cansancio extremo, son frecuentes los accidentes laborales. Con más de 24,000 muertes en un año, podemos definir la industria pesquera, como mortal. Poco o nada se ofrece como indemnización a las familias y a los parientes de los difuntos; a menudo no tienen ni siquiera el consuelo de una tumba donde orar y depositar una flor, porque los cuerpos son rápidamente enterrados en medio del mar.

La edad media de la flota pesquera industrial mundial supera los 20 años, y debería ser fuente de gran preocupación para los propietarios y los gobiernos, sobre todo en lo que se refiere a la cuestión de la seguridad. Las condiciones a bordo son inhumanas, ya que las cocinas y las despensas están sucias, los depósitos de agua están oxidados, el agua potable es limitada, la comida es de mala calidad e inadecuada. Los camarotes para la tripulación son pequeños, sin ventilación y con poco espacio para moverse. Ir al baño, a menudo, es un arriesgado acto de equilibrio entre dos trozos de madera colgados hacia el mar abierto.

Debido a la falta de recursos pesqueros en las aguas internacionales y de las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) cada vez más en expansión, los buques pesqueros ZEE tienden a invadir las aguas nacionales. Se producen así enfrentamientos armados con los militares que patrullan las fronteras nacionales y, si son capturados, el barco es arrestado, el pescado es confiscado, la tripulación es encerrada en la cárcel y abandonada en un país extranjero por el propietario que se niega a pagar las multas para su repatriación y los salarios atrasados.

Los salarios no son proporcionales al número de horas laborales realizadas; las horas extras no se pagan. Una parte del salario mensual es retenido por el intermediario hasta el final de los tres años de contrato. De esta forma los pescadores son obligados a guardar silencio y a no quejarse con la autoridad, si no quieren perder los ahorros que la empresa retiene.

Para compensar las ganancias pesqueras, reducidas debido a la intensa competencia de demasiadas flotas pesqueras que persiguen cada vez menos peces, los propietarios de buques pesqueros sin escrúpulos practican la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR), y otras actividades criminales transnacionales, como la trata de personas, la esclavitud, así como el contrabando de drogas y armas.

Como Iglesia Católica, reconocemos algunas mejoras en las condiciones humanas y laborales de los pescadores, sin embargo nos damos cuenta que todavía hay demasiadas violaciones de los derechos humanos en el mar. Una vez más, hacemos un llamado a las organizaciones internacionales, a los gobiernos, a las sociedades civiles, a los diferentes actores de la industria pesquera y a las ONG para que unan sus fuerzas para detenerlo.

Los problemas que afligen al sector de la pesca están interconectados. Si no concentramos nuestra atención sobre estos continuos abusos y violaciones en el mar y no trabajamos juntos para crear una industria pesquera en la que los derechos humanos y laborales de los pescadores sean garantizados y promovidos, podría hacerse más difícil erradicarlas y el costo humano y económico sería muy alto para la industria.

Siguiendo las enseñanzas del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia Católica, la Santa Sede siempre ha deseado que “el respeto de tales derechos [humanos] es condición previa para el mismo desarrollo social y económico de un país. Cuando la dignidad del hombre es respetada y sus derechos son reconocidos y garantizados, florece también la creatividad y el ingenio, y la personalidad humana puede desplegar sus múltiples iniciativas en favor del bien común” (Fratelli tutti, 22).

Invitamos a los capellanes y voluntarios de Stella Maris, a continuar su misión compasiva de acoger a los pescadores reconociendo en sus rostros el rostro de Jesucristo sufriente, y proporcionarles apoyo espiritual y material.

Como dice el Papa Francisco en “Fratelli tutti”: “Vivir indiferentes ante el dolor no es una opción posible; no podemos dejar que nadie se quede ‘a la orilla de la vida’. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para conmovernos por el sufrimiento humano” (68). En este Día Mundial de la Pesca, nuestra indignación por las numerosas violaciones de los Derechos Humanos en el mar, debería transformarse en una nueva fuerza que induzca a la industria pesquera a poner en el centro de sus intereses, el respeto de los derechos humanos y laborales de los pescadores, porque, como dijo el Papa Francisco en julio de 2019 a los participantes en el Encuentro Europeo de Stella Maris: “...sin pescadores, muchas partes del mundo morirían de hambre”.

Cardenal Peter K. A. Turkson
Prefecto

Comentarios