ERRADICAR LA CULTURA DE MUERTE DE ABUSOS SEXUALES, DE CONCIENCIA Y PODER: MENSAJE DEL PAPA A PARTICIPANTES EN CONFERENCIA SOBRE CUIDADO INFANTIL (04/11/2021)

La mañana de este 4 de noviembre, el Santo Padre volvió a recordar la importancia de fomentar la Protección de Menores redescubriendo nuestra vocación de “artesanos de la educación”. La ocasión fue un mensaje enviado a los participantes en la Conferencia “Promover la protección de Menores en el tiempo del COVID-19 y más allá”, que se lleva a cabo en Roma, organizada por la Comunidad Papa Juan XXIII con la Acción Católica Italiana y el Centro Deportivo Italiano, en colaboración con el Centro de Victimología y Seguridad de la Universidad de Bolonia, Italia y con la participación de representantes del Parlamento Europeo e Italiano y la Policía Postal. Transcribimos a continuación el texto de su mensaje, fechado el 21 de octubre, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

dirijo mi saludo a todos ustedes que participan –presencialmente o a distancia– en la conferencia “Promover la protección de Menores en el tiempo del COVID-19 y más allá”, organizada por la comunidad Papa Juan XXIII con la Acción Católica Italiana y el Centro Deportivo Italiano, y en colaboración con el Centro para la Victimología y la Seguridad de la Universidad de Bolonia. Saludo con reconocimiento a los representantes del Parlamento Europeo y del Italiano y de otras instituciones, en particular de la Policía Postal.

Como dije en la Carta al Pueblo de Dios (20 de agosto 2018), «mirando al futuro, nunca será poco todo lo que se haga para dar vida a una cultura capaz de evitar que tales situaciones no sólo no se repitan, sino que no encuentren espacio para ser cubiertas y perpetuarse». Se encuentran hoy para reflexionar juntos y recoger los frutos de dos años de escucha, investigación y formación. Este trabajo surgió “desde abajo”, como expresión de la participación activa del pueblo de Dios en el camino de conversión personal y comunitaria. Un camino que como Iglesia estamos llamados a realizar todos juntos, impulsados por el dolor y la vergüenza por no haber sido siempre buenos custodios protegiendo a los menores que nos eran confiados en nuestras actividades educativas y sociales.

Este proceso de conversion requiere con urgencia una renovada formación de todos aquellos que tienen responsabilidades educativas y trabajan en ambientes con menores, en la Iglesia, en la sociedad, en la familia. Sólo así, con una acción sistemática de alianza preventiva, será posible erradicar la cultura de muerte de la cual es portadora toda forma de abuso, sexual, de conciencia, de poder.

Si el abuso es un acto de traición de la confianza, que condena a muerte a quien lo sufre y genera grietas profundas en el contexto en que sucede, la prevención debe ser un recorrido permanente de promoción de una siempre renovada y cierta fiabilidad hacia la vida y el futuro, en la cual los menores deben poder contar. Y esto nosotros como adultos, estamos llamados a garantizárselos, redescubriendo la vocación de “artesanos de la educación”, y esforzándonos por serles fieles. Esto significa favorecer la expresión de los talentos de aquellos que acompañamos; respetarles sus tiempos, la libertad y la dignidad; enfrentar con todo medio las tentaciones de la seducción y la inducción, que sólo en apariencia pueden facilitar las relaciones con las jóvenes generaciones.

Miro con confianza y esperanza, en particular, a muchos jóvenes que se han formado en este proyecto suyo. Son especialmente ellos quienes nos piden dar un paso decidido de renovación ante las heridas de los abusos que encuentran en sus contemporáneos. Me viene a la mente la expresión de San Pablo VI: “jóvenes apóstoles de los jóvenes” (cf. Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 72), y pienso que pueda encontrar realización también en este sentido, como cercanía fraterna y solidaria. La contribución de los jóvenes, entonces, será preciosa al reconocer las situaciones en riesgo y al reclamar con valentía a toda la comunidad su responsabilidad en la salvaguarda de los menores, para ver de nuevo la forma de relacionarse con las jóvenes generaciones, para que se les vuelva a asegurar la belleza de encontrarse, dialogar, jugar y soñar.

A los adultos que han compartido este proceso con los jóvenes les deseo que continúen siendo creíbles, es válido decir responsables en el cuidado y coherentes en el testimonio. Que puedan ser promotores y custodios de una renovada alianza educativa entre las generaciones y entre los diversos contextos de crecimiento de los menores, capaces de estimular entre ellos una conexión generadora y vigilante, sobre todo en este tiempo complejo de pandemia.

Como asociaciones laicales, finalmente, les exhorto a perseverar en esta acción de formación hacia la corresponsabilidad, hacia el diálogo y la transparencia. Que el cuidado de los menores sea cada vez más de forma concreta una prioridad ordinaria en la acción educativa de la Iglesia; que sea promoción de un servicio abierto, confiable y autorizado, en firme contraste contra toda forma de dominio, de deformación de la intimidad y de silencio cómplice.

Queridos hermanos y hermanas, les deseo una fructífera conferencia, que sea la base sólida para continuar juntos el servicio a los niños y jóvenes, a las familias y a toda la comunidad eclesial y civil. Les aseguro mi oración y de corazón les bendigo.

Roma, San Juan de Letrán, 21 de octubre 2021

Francisco

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