JÓVENES, TENGAN LA VALENTÍA DE IR CONTRACORRIENTE, COMO JESÚS: HOMILÍA DEL PAPA EN LA MISA POR LA SOLEMNIDAD DE CRISTO REY (21/11/2021)

En su homilía de la Misa de este 21 de noviembre, en la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo y celebración de la XXXVI Jornada Mundial de la Juventud a nivel diocesano; el Papa Francisco alentó a los jóvenes a tener la valentía de ir contracorriente por el mundo. “No contra alguien, como hacen los victimistas y los complotistas, que siempre cargan la culpa sobre los demás; sino contra la corriente malsana de nuestro yo egoísta, cerrado y rígido, para ir tras las huellas de Jesús”, puntualizó. Reproducimos a continuación el texto completo de su homilía, traducido del italiano:

Dos imágenes, tomadas de la Palabra de Dios que hemos escuchado, nos ayudan a acercarnos a Jesús Rey del Universo. La primera, tomada del Apocalipsis de San Juan y anticipada por el profeta Daniel en la primera lectura, está descrita con las palabras: «Viene entre las nubes» (cf. Ap 1, 7; Dn 7, 13). Se refiere a la venida gloriosa de Jesús como Señor y fin de la historia. La segunda imagen es la del Evangelio: Cristo está ante Pilato y le dice: «Soy rey» (Jn 18, 37). Nos hace bien, queridos jóvenes, detenernos a contemplar estas imágenes de Jesús, mientras iniciamos el camino hacia la Jornada Mundial del 2023 en Lisboa.

Detengámonos entonces en la primera: Jesús que viene entre las nubes. Es una imagen que habla de la venida de Cristo en la gloria al final de los tiempos: nos hace comprender que la última palabra sobre nuestra existencia será de Jesús, ¡no la nuestra! Él —dice una vez más la Escritura— es Aquel que «cabalga sobre las nubes» (Sal 68, 5) y manifiesta su poder en los cielos (cf. ibíd., 34-35): es por tanto el Señor, el Señor que viene de lo alto y no conoce el ocaso, es Aquel que permanece a lo contingente, es nuestra eterna inquebrantable confianza. Es el Señor. Esta profecía de esperanza ilumina nuestras noches. Nos dice que Dios viene, que Dios está presente, que Dios está obrando y que Dios dirige la historia hacia Él, hacia el bien. Viene “entre las nubes” para tranquilizarnos, como diciendo: “No los dejo solos cuando su vida está envuelta por nubes oscuras. Yo estoy siempre con ustedes. Vengo para aclarar y hacer resplandecer la calma”.

El profeta Daniel, además, especifica que vio al Señor que venía entre las nubes, «mirando en las visiones nocturnas» (cf. Dn 7, 13). En las visiones nocturnas: es decir que Dios viene en la noche, entre las nubes a menudo tenebrosas que se ciernen sobre nuestra vida. Cada uno de nosotros conoce estos momentos. Es necesario que lo reconozcamos, mirar más allá de la noche, levantar la mirada para verlo en medio de la oscuridad.

Queridos jóvenes, ¡miren en las visiones nocturnas! ¿Qué significa esto? Tengan ojos luminosos incluso en medio de las tinieblas, no dejen de buscar la luz en medio de las oscuridades que muchas veces llevamos en el corazón y vemos a nuestro alrededor. Eleven la mirada desde la tierra hacia lo alto, no para escapar, sino para vencer la tentación de quedarse tirados en el piso de nuestros miedos. Este es el peligro: que nos gobiernen nuestros miedos. No permanezcamos encerrados en nuestros pensamientos, compadeciéndonos de nosotros mismos. Alza la mirada, ¡levántate! Esta es la invitación: ¡alza la mirada, levántate! Es la invitación que el Señor nos dirige, y de la que quise hacer eco en el Mensaje dedicado a ustedes jóvenes para acompañar este año de camino. Es la tarea más ardua, pero es la tarea fascinante que les he dado: quedarse de pie mientras parece que todo se derrumba; ser centinelas que saben ver la luz en las visiones nocturnas; ser constructores en medio de los escombros – hay muchos en este mundo de hoy, muchos –; ser capaces de soñar. Y esta para mí es la clave: un joven que no es capaz de soñar, pobrecito, ¡ha envejecido antes de tiempo! Ser capaces de soñar, porque esto hace quien sueña: no se deja absorber por la noche, sino que enciende una llama, enciende una luz de esperanza que anuncia el mañana. Sueñen, sean rápidos y miren el futuro con valentía.

Quisiera decirles esto: nosotros, todos nosotros, les estamos agradecidos cuando sueñan. “¿Pero en serio? Cuando los jóvenes sueñan, a veces hacen ruido…”. Hagan ruido, porque su ruido es el fruto de sus sueños. Quiere decir que no quieren vivir en la noche, cuando hacen de Jesús el sueño de su vida y lo abrazan con alegría, con un entusiasmo contagioso que nos hace bien. Gracias, gracias, cuando son capaces de llevar adelante los sueños con valentía, por las veces que no dejan de creer en la luz incluso dentro de las noches de la vida, por las veces que se comprometen con pasión para hacer más hermoso y humano nuestro mundo. Gracias por las veces que cultivan el sueño de la fraternidad, por las veces que se preocupan de las heridas a la creación, por las veces que luchan por la dignidad de los más débiles y difunden el espíritu de la solidaridad y el compartir. Y sobre todo, gracias porque en un mundo que, reducido por las ganancias del presente, tiende a sofocar los grandes ideales, no pierden en este mundo la capacidad de soñar. No vivan dormidos o anestesiados. No: sueñen vivos. Esto nos ayuda a nosotros adultos y a la Iglesia. Sí, necesitamos también como Iglesia soñar, ¡necesitamos el entusiasmo, necesitamos el ardor de los jóvenes para ser testigos de Dios que es siempre joven!

Y quisiera decirles otra cosa, muchos de sus sueños corresponden a los del Evangelio. La fraternidad, la solidaridad, la justicia, la paz: son los mismos sueños de Jesús para la humanidad. No tengan miedo de abrirse al encuentro con Él: Él ama sus sueños y los ayuda a cumplirlos. El Cardenal Martini decía que a la Iglesia y a la sociedad le hacen falta «soñadores que nos mantengan abiertos a las sorpresas del Espíritu Santo» (cf. Conversaciones nocturnas en Jerusalén. Sobre el riesgo de la fe, p.61). Soñadores que nos mantengan abiertos a las sorpresas del Espíritu Santo. ¡Es hermoso! ¡Les deseo que estén entre esos soñadores!

Y ahora vamos a la segunda imagen, a Jesús que dice a Pilato: “Soy rey”. Impacta su determinación, su valentía, su libertad suprema. Ha sido arrestado, es llevado al pretorio, es interrogado por quien puede condenarlo a muerte. Y en semejante circunstancia, habría podido dejar que prevaleciera un derecho natural a defenderse, quizá buscando “arreglar las cosas”, pactando un acuerdo. En cambio, Jesús no esconde la propia identidad, no disfraza sus intenciones, no se aprovecha de un resquicio de salvación que Pilato dejaba abierto. No, no se aprovecha. Con la valentía de la verdad responde: “Soy rey”. Asume la responsabilidad de su vida: he venido para una misión y llegaré hasta el final para dar testimonio del Reino del Padre. Dice: «Para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad» (Jn 18, 37). Jesús es así. Vino sin dobleces, para proclamar con la vida que su Reino es diferente de los del mundo, que Dios no reina para aumentar su poder y aplastar a los demás; no reina con los ejércitos y con la fuerza. El suyo es el Reino del amor: “yo soy rey”, pero de este reino del amor; “yo soy rey” del reino de quien da la propia vida por la salvación de los demás.

Queridos jóvenes, ¡la libertad de Jesús atrae! Dejemos que vibre dentro de nosotros, que nos sacuda, que suscite en nosotros la valentía de la verdad. Y nosotros podemos preguntarnos: si estuviera aquí, ahora, en el lugar de Pilato, delante de Jesús, mirándolo a los ojos, ¿de qué me avergonzaría? Ante la verdad de Jesús, ante la verdad que es Jesús, ¿cuáles son mis falsedades que no se sostienen, mis dobleces que a Él no le gustan? Cada uno de nosotros las tiene. Búscalas, búscalas. Todos tenemos estas duplicidades, estos compromisos, este “arreglar las cosas” para que la cruz se aleje. Nos hace falta ponernos ante Jesús para reconocer la propia de nosotros mismos. Nos hace falta adorarlo para ser libres por dentro, para hacer luz sobre la vida y no dejarnos engañar por las modas del momento, por los fuegos artificiales del consumismo que deslumbra y paraliza. Amigos, no estamos aquí para dejarnos encantar por las sirenas del mundo, sino para tomar en la mano nuestra vida, para “morder la vida”, ¡para vivirla plenamente!

Así, en la libertad de Jesús también encontramos también la valentía de ir contracorriente. Y esta es una palabra que quisiera subrayar: ir contracorriente, tener la valentía de ir contracorriente; no contra alguien – que es la tentación de todos los días –, como hacen los victimistas y los complotistas, que siempre cargan la culpa sobre los demás; no, contra la corriente malsana de nuestro yo egoísta, cerrado y rígido, que tantas veces busca acuerdos para sobrevivir, no, no es esto. Ir contracorriente para ponerse tras las huellas de Jesús. Él nos enseña a ir contra el mal con sólo la fuerza mansa y humilde del bien. Sin atajos, sin falsedad, sin doblez. Nuestro mundo, herido por tantos males, no necesita de más pactos ambiguos, de gente que va de aquí para allá como las olas del mar – donde los lleva el viento, donde los llevan los propios intereses –, de quien está un poco a la derecha y un poco a la izquierda después de haber olfateado lo que le conviene. Los “equilibristas”. Un cristiano que actúa así, parece ser más un equilibrista que un cristiano. Los equilibristas que siempre buscan un camino para no ensuciarse las manos, para no comprometer la vida, para no jugársela en serio. Por favor, tengan miedo de ser jóvenes equilibristas. Sean libres, sean auténticos, sean conciencia crítica de la sociedad. ¡No tengan miedo de criticar! Necesitamos sus críticas. Muchos de ustedes están criticando, por ejemplo, contra la contaminación ambiental. Necesitamos esto. Sean libres en las críticas. Tengan la pasión por la verdad, para que con sus sueños puedan decir: mi vida no es esclava de las lógicas de este mundo, porque reino con Jesús por la justicia, por el amor y la paz. Queridos Jóvenes, les deseo que cada uno de ustedes pueda sentir la alegría de decir: “Con Jesús también yo soy rey”. Soy rey: soy un signo vivo del amor de Dios, de su compasión y de su ternura. Soy un soñador deslumbrado por la luz del Evangelio y miro con esperanza en las visiones nocturnas. Y cuando caigo, encuentro en Jesús la valentía de luchar y de esperar, el coraje de volver a soñar. En cualquier edad de la vida.

Comentarios