SÓLO LA PAZ ES SANTA: PALABRAS DE LEÓN XIV EN EL ENCUENTRO INTERNACIONAL POR LA PAZ (28/10/2025)

Desde el Coliseo, símbolo de la historia humana y del sufrimiento de tantos, el Papa León XIV presidió este 28 de octubre un Encuentro Interreligioso de Oración por la Paz junto a líderes de diversas religiones del mundo, organizado por la Comunidad de San Egidio. En su mensaje, el Pontífice lanzó un llamado urgente a la reconciliación y a la responsabilidad común de las religiones en la construcción de un mundo sin violencia. Transcribimos a continuación el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Santidad, Beatitudes, ilustres representantes de las Iglesias cristianas y de las grandes religiones del mundo:

Hemos orado por la paz según nuestras diferentes tradiciones religiosas y ahora nos hemos reunido para lanzar juntos un mensaje de reconciliación. Los conflictos están presentes en todas partes donde hay vida, pero no es la guerra lo que ayuda a afrontarlos, ni a resolverlos. La paz es un camino permanente de reconciliación. Les agradezco que hayan venido aquí a orar por la paz, mostrando al mundo lo decisiva que es la oración. El corazón humano debe, de hecho, disponerse a la paz y en la meditación se abre, en la oración sale de sí mismo. Entrar nuevamente en sí mismo para salir de sí mismo. De esto damos testimonio, ofreciendo a la humanidad contemporánea los inmensos tesoros de antiguas espiritualidades.

El mundo tiene sed de paz: necesita una verdadera y sólida época de reconciliación, que ponga fin a la prepotencia, a la exhibición de la fuerza y a la indiferencia por el derecho. ¡Basta de guerras, con sus dolorosos cúmulos de muertos, destrucciones, exiliados! Hoy nosotros, juntos, manifestamos no sólo nuestra firme voluntad de paz, sino también la conciencia de que la oración es una gran fuerza de reconciliación. Quien no hace oración abusa de la religión, incluso para matar. La oración es un movimiento del espíritu, una apertura del corazón. No son palabras gritadas, ni comportamientos exhibidos, ni consignas religiosas utilizadas contra las criaturas de Dios. Tenemos fe en que la oración cambia la historia de los pueblos. Que los lugares de oración son tiendas del encuentro, santuarios de reconciliación, oasis de paz.

San Juan Pablo II, el 27 de octubre de 1986, invitó a los líderes religiosos del mundo a Asís para orar por la paz: nunca más unos contra otros, sino unos junto a otros. Fue un momento histórico, un punto de inflexión en las relaciones entre las religiones. En el “espíritu de Asís”, año tras año, han continuado estos encuentros de oración y diálogo, que han creado un clima de amistad entre los líderes religiosos y han abrazado muchas peticiones de paz. El mundo hoy parece haber tomado la dirección opuesta, pero nosotros volvemos a empezar desde Asís, desde esa conciencia de nuestra tarea común, desde esa responsabilidad de paz. Agradezco a la Comunidad de San Egidio y a todas las organizaciones, católicas y no sólo católicas que, con frecuencia yendo a contracorriente, mantienen vivo este espíritu.

La oración en el “espíritu de Asís”, para la Iglesia católica, se basa en la base sólida expresada en la Declaración Nostra aetate del Concilio Vaticano II, es decir, en la renovación de la relación entre la Iglesia católica y las religiones. Y de la Declaración Nostra aetate precisamente hoy celebramos el sexagésimo aniversario de su promulgación: era el 28 de octubre de 1965.

Juntos reiteramos el compromiso con el diálogo y la fraternidad, deseado por los padres conciliares, que ha dado tantos frutos. Con las palabras de entonces: «No podemos invocar a Dios como Padre de todos los hombres, si rechazamos comportarnos como hermanos con algunos de los hombres que han sido creados a imagen de Dios» (Nostra aetate, 5). Todos los creyentes son hermanos. Y las religiones, como “hermanas”, deben favorecer que los pueblos se traten como hermanos, no como enemigos. Porque «los distintos pueblos constituyen, de hecho, una sola comunidad. Tienen un solo origen» (ibid., 1).

El año pasado ustedes se reunieron en París y el Papa Francisco les había escrito para esa ocasión: «Debemos alejar de las religiones la tentación de convertirse en instrumentos para alimentar nacionalismos, etnicismos, populismos. Las guerras se recrudecen. ¡Ay de aquellos que intentan arrastrar a Dios a participar en las guerras!». [1] Hago mías estas palabras y repito con fuerza: ¡la guerra nunca es santa, sólo la paz es santa, porque es deseada por Dios!

Con la fuerza de la oración, con las manos desnudas alzadas al cielo y con manos abiertas hacia los demás, debemos hacer que termine pronto esta etapa de la historia marcada por la guerra y la prepotencia de la fuerza y comience una historia nueva. No podemos aceptar que esta época perdure más, que moldee la mentalidad de los pueblos, que nos acostumbremos a la guerra como compañera normal de la historia humana. ¡Basta! Es el grito de los pobres y el grito de la tierra. ¡Basta! ¡Señor, escucha nuestro clamor!

El venerable Giorgio La Pira, testigo de paz, mientras trabajaba políticamente en tiempos difíciles, escribía a San Pablo VI: hace falta «una historia diferente del mundo: “la historia de la era de la negociación”, la historia de un mundo nuevo sin guerra» [2]. Son palabras que hoy más que nunca pueden ser un programa para la humanidad.

La cultura de la reconciliación vencerá a la actual globalización de la impotencia, que parece decirnos que otra historia es imposible. Sí, el diálogo, la negociación, la cooperación pueden afrontar y resolver las tensiones que se abren en las situaciones conflictivas. ¡Deben hacerlo! Existen las sedes y las personas para hacerlo. «Poner fin a la guerra es deber impostergable de todos los líderes políticos ante Dios. La paz es la prioridad de toda política. Dios le pedirá cuentas a quienes no han buscado la paz o han fomentado las tensiones y los conflictos durante tantos días, meses y años de guerra» [3].

Este es el llamado que nosotros, líderes religiosos, dirigimos con todo el corazón a los gobernantes. Hacemos eco del deseo de paz de los pueblos. Nos hacemos voz de quienes no son escuchados y no tienen voz. ¡Hay que atreverse a la paz!

Y si el mundo fuera sordo a este llamado, estamos seguros de que Dios escuchará nuestra oración y el lamento de tantos que sufren. Porque Dios quiere un mundo sin guerra. ¡Él nos librará de este mal!


[1] Francisco, Mensaje a los participantes en el Encuentro internacional de oración, París, 17 septiembre 2024.

[2] G. La Pira, Derribar muros, construir puentes (en italiano), Cinisello Balsamo 2015, 802.

[3] Francisco, Discurso en el Encuentro de Oración por la Paz “Nadie se salva solo - Paz y Fraternidad”, Roma, Campidoglio, 20 octubre 2020.

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