EN UN MUNDO ALIENADO, SEAN TESTIGOS DE LA ORACIÓN: PALABRAS DE LEÓN XIV A EREMITAS ITALIANOS (11/10/2025)

El Papa León XIV se reúne este 11 de octubre, en la Sala del Consistorio, con el grupo de religiosos eremitas, en Roma con motivo del Jubileo de la Vida Consagrada, y los animó a seguir viviendo su vocación para ayudar a la Iglesia y a todos los fieles a redescubrir la importancia de la intimidad con Dios. “En un mundo cada vez más alienado en la exterioridad mediática y tecnológica” es “más necesaria que nunca” la “llamada a la interioridad y al silencio, a vivir en contacto con uno mismo, con el prójimo, con la creación y con Dios” dijo el Santo Padre en el discurso cuyo texto transcribimos a continuación, traducido del italiano:

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
La paz esté con ustedes.

Buenos días a todos y bienvenidos.

Queridos hermanos y hermanas, les agradezco por estar aquí. Este encuentro nos ofrece la oportunidad de reflexionar acerca de la vocación a la vida eremítica en la Iglesia y en el mundo actual.

Quisiera comenzar a partir de una palabra, que el Señor dijo a la mujer samaritana y que leemos en el Evangelio de Juan: «Ha llegado el momento, y es este, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad; porque el Padre busca a dichos adoradores” (Jn 4, 23). Sí, el Padre busca y llama, en todo tiempo, a hombres y mujeres para adorarlo en la luz de su Espíritu y en la verdad revelada por su Hijo unigénito. Llama a mujeres y hombres a dedicarse completamente a Él, a buscarlo y escucharlo, a alabarlo e invocarlo, de día y de noche, en lo secreto del corazón. «Cuando ores – dice Jesús – entra en tu habitación, cierra la puerta y pide a tu Padre, porque está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6, 6). En primer lugar, el Señor llama a entrar en este lugar oculto del corazón, excavándolo pacientemente: invita a realizar una inmersión interior que requiere un camino de vaciamiento y de despojo de sí mismo. Una vez que se entra, pide cerrar la puerta a los malos pensamientos para proteger un corazón puro, humilde y manso, con la vigilancia y el combate espiritual. Sólo entonces se puede abandonar con confianza al diálogo íntimo con el Padre, que habita y ve en lo secreto, y en lo secreto nos llena con sus dones.

Esta vocación a la adoración y la oración interior, propia de todo creyente, ustedes los ermitaños y ermitañas están llamados a vivirla de manera ejemplar, para ser en la Iglesia testimonio de la belleza de la vida contemplativa. Esta no es huida del mundo, sino regeneración del corazón, para que sea capaz de escuchar, fuente de un actuar creativo y fecundo de la caridad que Dios nos inspira. De este llamado a la interioridad y al silencio, para vivir en contacto consigo mismo, con el prójimo, con la creación y con Dios, hoy se necesita más que nunca, en un mundo cada vez más alienado por la exterioridad mediática y tecnológica. A partir de la íntima amistad con el Señor renacen, de hecho, la alegría de vivir, el asombro de la fe y el gusto por la comunión eclesial.

Su distancia del mundo no los separa de los demás, sino que los une en una solidaridad más profunda. Escribe Evagrio Pontico: «Monje es aquel que, separado de todos, está unido a todos» (Tratado sobre la oración, 124), porque la soledad orante genera la comunión y la compasión por todo el género humano y por toda criatura, tanto en la dimensión del Espíritu, como en el contexto eclesial y social en el que son colocados como fermento de vida divina.

El eremita diocesano «es una figura en abierta relación con el cuerpo eclesial y el cuerpo de la historia» [1]. Su presencia sencilla y su testimonio orante, a través de la comunión con el Obispo y la relación fraterna con los párrocos, se convierten en valiosas y fecundas, porque hacen crecer el “alcance espiritual” de la comunidad cristiana. Esto es verdad sobre todo en las áreas internas del país, contextos rurales en los que presbíteros y religiosos son cada vez más raros y las parroquias se empobrecen de oportunidades. También en los contextos urbanos, anónimos y complejos, marcados por la terrible soledad, las presencias eremíticas son oasis de comunión con Dios y los hermanos.

Al permanecer fieles a la herencia recibida de los Padres de la Iglesia en custodiar la Palabra, a través de la Lectio Divina y el servicio de la alabanza y la intercesión con la oración de los salmos, están al mismo tiempo llamados a interpretar los nuevos desafíos espirituales con la creatividad del Espíritu Santo. Es el Paráclito, de hecho, el que abre al diálogo con todos los que buscan sentido y verdad, educándolos a compartir y orientar su búsqueda espiritual, a menudo confundida. Todos pueden estimular al prójimo a entrar nuevamente en sí mismo, a reencontrar el centro de gravedad del corazón, como nos enseñó el Papa Francisco en la Encíclica Dilexit nos. Y allí, en el fondo del alma, cada uno podrá descubrir el fuego del deseo de Dios que arde y nunca se apaga, como nos enseña San Agustín: «Tu deseo es tu oración; y si es deseo continuo, es también oración continua» (Epistula 130, 18-20). De este deseo que habita a cada persona, ustedes son custodios y testigos, para que cada uno pueda descubrirlo y alimentarlo en sí mismo.

Muy queridos todos, este nuestro tiempo atribulado nos pide, finalmente «entrar en el misterio de la intercesión de Cristo en favor de toda la humanidad, aceptando “colocarse en medio” entre la criatura, frágil y amenazada por el mal, y el Padre misericordioso, fuente de todo bien» [2]. Llamados a estar en la brecha, con las manos alzadas y el corazón vigilante, caminen siempre en la presencia de Dios, solidarios con las pruebas de la humanidad. Manteniendo fija la mirada en Jesús y abriendo las velas del corazón a su Espíritu de vida, naveguen con toda la Iglesia, nuestra madre, en el mar tempestuoso de la historia, hacia el Reino de amor y de paz que el Padre prepara para todos. Gracias.


[1] Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, La forma de vida eremítica en la Iglesia particular. «Ponam in deserto viam (Is 43,19)». Orientaciones (30 de diciembre 2021), 10

[2] La forma de vida eremítica en la Iglesia particular, 18.

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