LA LIBERTAD RELIGIOSA NO ES OPCIONAL, SINO EL FUNDAMENTO DE UNA SOCIEDAD JUSTA: PALABRAS DE LEÓN XIV A LA FUNDACIÓN AYUDA A LA IGLESIA NECESITADA (10/10/2025)

Una verdadera reconciliación no puede existir sin la garantía de poder profesar libremente la propia fe. Este derecho no es un “privilegio” otorgado por las instituciones, sino una condición esencial para la formación de sociedades justas, en las que la conciencia humana tenga amplio margen para formarse y expresarse concretamente. Este principio sustentó la reflexión que el Papa León XIV ofreció a la delegación de la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, recibida la mañana de este 10 de octubre en el Aula de los Papas del Palacio Apostólico Vaticano. Reproducimos a continuación el texto de su reflexión, traducido del italiano:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
¡La paz esté con ustedes!

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra saludarlos a ustedes, queridos miembros de «Ayuda a la Iglesia Necesitada Internacional», mientras se reúnen en Roma durante este Jubileo de la Esperanza. Su visita es oportuna, ya que nuestro mundo sigue asistiendo a una creciente hostilidad y violencia ante quienes tienen convicciones distintas, entre los cuales muchos son cristianos. Por el contrario, su misión proclama que, como única familia en Cristo, no abandonemos a nuestros hermanos y hermanas perseguidos. Más aún, los recordemos, estemos a su lado y nos ocupemos por garantizar sus libertades entregadas por Dios. Las palabras de San Pablo nos recuerdan: “si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él” (1 Cor 12, 26). Estas palabras hacen eco nuevamente hoy en nuestros corazones, porque el sufrimiento de cualquier miembro del Cuerpo de Cristo es compartido por toda la Iglesia. Es teniendo presente esta verdad que me dirijo a ustedes esta mañana.

Todo ser humano lleva en su corazón un profundo deseo de verdad, de significado y de comunión con los demás y con Dios. Este anhelo nace de lo profundo de nuestro ser. Por dicha razón, el derecho a la libertad religiosa no es facultativo sino esencial. Arraigado en la dignidad de la persona humana, creada a imagen de Dios y dotada de razón y libre albedrío, la libertad religiosa permite a los individuos y a las comunidades buscar la verdad, vivirla libremente y dar testimonio de ella abiertamente. Es, por tanto, una piedra angular de cualquier sociedad justa, porque protege el espacio moral en el cual la conciencia puede ser formada y ejercida.

La libertad religiosa, por tanto, no es meramente un derecho jurídico o un privilegio que se nos concede por los gobiernos; es una condición fundante que hace posible la reconciliación auténtica. Cuando esta libertad es negada, la persona humana es privada de la capacidad de responder libremente al llamado de la verdad. Lo que se consigue con ello es una lenta ruptura de los vínculos éticos y espirituales que sostienen a las comunidades; la confianza deja espacio al miedo, la sospecha sustituye al diálogo y la opresión genera violencia. De hecho, como observó mi venerable predecesor, “ninguna paz es posible ahí donde no existe libertad religiosa o donde no hay libertad de pensamiento y de palabra o el respeto de las opiniones de los demás” (Francisco, Mensaje “Urbi et Orbi”, 20 de abril 2025).

Por esta razón la Iglesia católica siempre ha defendido la libertad religiosa para todos. El Concilio Vaticano II, en Dignitatis humanae, afirmó que tal derecho debe ser reconocido en la vida jurídica e institucional de todas las naciones (cf. Dignitatis humanae, 7 diciembre 1965, n. 4). La defensa de la libertad religiosa, entonces, no puede ser algo abstracto; debe ser vivida, protegida y promovida en la vida cotidiana de los individuos y las comunidades.

Es a partir de esta convicción que nació su organización. Fundada en 1947 en respuesta al inmenso sufrimiento que quedó a raíz de la guerra, desde el inicio su misión ha sido la de promover perdón y reconciliación y la de acompañar y dar voz a la Iglesia donde quiera que se encuentre en necesidad, donde quiera que sea amenazada, donde quiera que sufra.

Por más de 25 años su Reporte sobre la libertad religiosa en el mundo ha sido un instrumento poderoso de sensibilización. Este reporte hace más que proporcionan información; da testimonio, da voz a los que no tienen voz y revela el sufrimiento oculto de muchos.

Su compromiso llega también al apoyo a la misión de la Iglesia en el mundo, llegando a comunidades que muy a menudo están aisladas, marginadas o bajo presión. Dondequiera que «Ayuda a la Iglesia Necesitada» reconstruye una capilla, sostiene a una religiosa o provee una estación de radio o un vehículo, a fortalecer la vida de la Iglesia, así como el tejido espiritual y moral de la sociedad. Y como seguramente saben, su organización ha ayudado a muchas de las misiones en Perú, también a la Diócesis de Chiclayo, donde tuve el privilegio de servir.

Su asistencia ayuda también a los cristianos, incluso a las minorías pequeñas y vulnerables, a ser “constructores de paz” (Mt 5, 9) en sus tierras natales. En países como la República Centroafricana, Burkina Faso y Mozambique, la Iglesia local – a menudo sostenida por su ayuda – se convierte en un signo viviente de armonía social y fraternidad, mostrando a sus vecinos que un mundo distinto es posible (cf. Ángelus, 3 de agosto 2025).

Queridos amigos, agradezco a cada uno de ustedes por esta obra de solidaridad. No se cansen de hacer el bien (cf. Gal 6, 9), para que su servicio de fruto en muchas vidas y de gloria a nuestro Padre en el cielo. Para concluir, en poco sobre ustedes y sobre todos los que sirven el consuelo del Espíritu Santo. Que la Santísima Virgen María, Madre de la Esperanza, pueda seguir estando cerca de ustedes y de todos los que sufren. Con profundo afecto, imparto mi Bendición Apostólica como prenda de gracia y paz en Jesucristo nuestro Señor.

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