MIRAR AL CIELO Y VIVIR LA HISTORIA, COMUNICAR ESPERANZA: PALABRAS DE LEÓN XIV A LA CONGREGACIÓN DE HIJAS DE SAN PABLO (02/10/2025)
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
La paz esté con ustedes.
Buenos días y bienvenidas. Felicidades, la nueva Madre General fue elegida ayer, ¿no es así? ¿Cuándo fue elegida? Pediremos por ella.
Queridas hermanas:
Estoy contento de compartir con ustedes este momento, en ocasión del capítulo general que están celebrando a 110 años de la fundación de su Instituto. Saludo a la nueva Superiora General, así como también, con gratitud, a la que concluyó su servicio. Y le doy la bienvenida a cada una de ustedes.
Provienen de los cinco continentes y esto expresa la universalidad de la Iglesia. Su misión, difundida en muchos países del mundo, y el testimonio que ofrecen en los contextos más diversos atestiguan también lo que el Espíritu Santo ha realizado, a partir de las intuiciones proféticas del fundador, el Beato Giacomo Alberione, llevadas a cabo de manera intrépida por la cofundadora, la Venerable Tecla Merlo.
Anunciar y difundir la Palabra, gastando la vida por la causa del Evangelio en el seguimiento de Jesús Maestro y buscando caminos, instrumentos y lenguajes para que todos puedan conocer y seguir al Señor: este es el corazón de su apostolado. Ante los desafíos de nuestro tiempo, este necesita ser renovado y revitalizado, para que la pasión evangélica que las anima pueda encontrar la mejor expresión.
No por casualidad, el tema que eligieron para el Capítulo es “Impulsadas por el Espíritu, en escucha de la humanidad de hoy, comunicamos el Evangelio de la esperanza”. De hecho, si el anuncio del Evangelio sigue estando al centro de la misión, es de igual forma verdad que no se trata de comunicar informaciones genéricas o verdades abstractas, sino que entrar en la historia concreta, de captar las preguntas e inquietudes suscitadas por la vida real, de hablar los lenguajes de las mujeres y hombres de nuestro tiempo.
Quisiera entonces pedirles que vivan, con renovado entusiasmo, dos actitudes importantes: mirar hacia lo alto y sumergirse dentro.
Mirar hacia lo alto, para que puedan ser impulsadas por el Espíritu Santo. Su vocación y su misión vienen del Señor, no lo olvidemos. Por ello, el compromiso personal, los carismas que ponemos en circulación, el celo del apostolado y los instrumentos que utilizamos nunca deben hacernos caer en la ilusión o la presunción de la autosuficiencia. Es el Espíritu el protagonista de la misión, es el Espíritu el que nos impulsa hacia adelante multiplicando nuestros talentos, Haciéndonos descansar en las fatigas, calentando de nuevo nuestros corazones cuando se enfría la alegría del Evangelio, iluminando nuestros pasos y ofreciéndonos intuiciones creativas, para que seamos capaces de abrir caminos nuevos para la comunicación de la fe.
La segunda actitud que les pido es la de sumergirse dentro, dentro de las situaciones, porque la mirada dirigida hacia lo alto no es una fuga sino, por el contrario, nos debe ayudar a tener la misma condescendencia de Cristo, que se despojó para nosotros, descendió a nuestra carne, se abajó para entrar en los abismos de la humanidad herida y llevarnos al amor del Padre (cf. Fil 2, 5-11). Así, impulsadas por el Espíritu, están llamadas también ustedes a sumergirse en la historia, precisamente a la escucha de la humanidad de hoy; se trata de vivir la cultura actual y encarnarse en la vida real de las personas que encuentran. Su presencia, el anuncio de la Palabra – en particular recuerden la labor editorial que cuidan con tanta dedicación –, todo ello debe ser un vientre hospitalario para los sufrimientos y esperanzas de las mujeres y hombres a quienes son enviadas.
Queridas hermanas, es un servicio valioso el que ofrecen a la Iglesia y al mundo, trabajando en la producción editorial, en el universo digital, en el manejo de las librerías, en los proyectos radio-televisivos y en la animación bíblica. Sé que los esfuerzos para sacar adelante estas múltiples actividades a veces son pesados, sobre todo porque las complejas situaciones actuales requieren una formación profesional de alta calidad que, por desgracia, a veces se encuentra con el hecho de que las fuerzas, personales y materiales, son escasas. ¡Pero no nos desanimemos! Por ello las invito a reflexionar sobre cómo mantener vivo el carisma, aunque ello requiriera decisiones valientes y exigentes. Se necesita, de hecho, un atento discernimiento acerca de las obras vinculadas con el apostolado, sobre cómo se les hace avanzar y sobre la necesidad de renovarlas con una visión equilibrada, que sepa mantener unidas la riqueza de la historia pasada con los recursos y dones actuales de cada una de ustedes, en una fecunda alianza entre las distintas generaciones.
La comunión generada por esta perspectiva ciertamente les ayudará a superar el riesgo de la división entre vida y apostolado. De hecho, ustedes nacieron para comunicar la Palabra, pero es necesario que dicha comunicación, transmitida en el ámbito pastoral, sea también estilo de vida comunitario. Hace falta vigilar para que no exista separación entre lo que predicamos y nuestro ser cotidiano. Solo así serán fieles al método de la integridad deseado por su fundador para toda la Familia Paulina: Camino, Verdad y Vida, Mente, Voluntad y Corazón. Y entonces esta propuesta unificadora, que aparece como profética en un mundo fragmentado, será coherente y creíble.
Muy queridas hermanas, les recuerdo las palabras de ánimo que recibieron del Papa Francisco hace algunos años: en este infierno cultural y eclesial que estamos atravesando, no tengan miedo de arriesgarse y continuar el camino «con una mirada contemplativa y llena de empatía por los hombres y mujeres de nuestro tiempo, hambrientos de la Buena Noticia del Evangelio» (Discurso a las participantes en el XI Capítulo General de las Hijas de San Pablo, 4 de octubre 2019). Miren el ardor de San Pablo, su incansable alegría de anunciar a Cristo incluso en medio de las dificultades de las persecuciones cf. 2 Cor 6, 4-10). Déjense guiar por el Espíritu y pónganse a la escucha de la humanidad. A todos, especialmente a los más frágiles, lléveles la esperanza que viene de lo alto y, como decía Don Alberione, cultiven la alegría de «extender en el tiempo y el espacio la obra de Dios» (El apostolado de la edición, 159).
Pido por ustedes, en la Fiesta de los Ángeles Custodios, invocando la intercesión de María Reina de los Apóstoles, y de corazón las bendigo. Gracias.
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