DESALENTAR LA USURA, PECADO GRAVE Y CARGA ASFIXIANTE: PALABRAS DE LEÓN XIV A PARTICIPANTES EN LA CONSULTA NACIONAL ANTI-USURA (18/10/2025)

En la audiencia de este 18 de octubre por la mañana en la Sala Clementina a los participantes en la Consulta Nacional Anti-usura, con motivo de sus 30 años de existencia, León XIV recordó el drama de quienes son víctimas de esta práctica, que tiene un impacto devastador en la vida de personas y familias. “Los sistemas financieros usureros pueden poner de rodillas a pueblos enteros”, dijo el Santo Padre, por eso, “la conversión de quienes se manchan con la usura es tan importante como la cercanía a quienes sufren por la usura sufrida”. Reproducimos a continuación el texto de su intervención en la audiencia, traducido del italiano:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
La paz esté con ustedes.

Queridos hermanos, queridas hermanas, buenos días y bienvenidos:

Saludo al Presidente y a todos ustedes que representan a la Consulta Nacional Anti-usura. Uno mi voz a la de mis predecesores para agradecerles por el compromiso con el cual, desde hace treinta años, trabajan para luchar contra un problema que tiene un impacto devastador en la vida de muchas personas y muchas familias.

El fenómeno de la usura refiere al tema de la corrupción del corazón humano. Es una historia dolorosa y antigua, ya atestiguada en la Biblia. Los profetas, de hecho, denunciaron la usura, junto con la explotación y toda forma de injusticia con respecto a los pobres. El profeta Isaías, en nombre del Señor, plantea esta pregunta: «¿No es este acaso el ayuno que quiero: romper las cadenas inicuas, quitar las ataduras del yugo, liberar a los oprimidos y romper todo yugo?» (Is 58, 6). ¡Qué lejos está Dios de la actitud del que aplasta las personas hasta hacerlas esclavos! Se trata de un pecado grave, a veces es muy grave, porque no puede reducirse a una mera cuestión de contabilidad; la usura puede llevar crisis a las familias, puede desgastar la mente y el corazón hasta el punto de inducirles a pensar en el suicidio como único camino de salida.

La dinámica negativa de la usura se manifiesta a distintos niveles. Hay una usura que aparentemente parece querer ayudar a quien se encuentra en dificultades económicas, pero que muy pronto se revela por lo que es: una roca que asfixia. Pagan sus consecuencias sobre todo las personas frágiles, como quienes son víctimas de los juegos de azar. Esta afecta también a quienes deben enfrentar momentos difíciles, como por ejemplo cuidados médicos extraordinarios, gastos imprevistos más allá de las posibilidades propias o de la familia. Lo que en primer término se presenta como una ayuda, en realidad, a la larga, se convierte en un tormento.

Y esto ocurre también a nivel de los países del mundo. Por desgracia, sistemas financieros usureros pueden poner de rodillas a pueblos completos. Igualmente, no se puede olvidar a «quienes en el comercio usan prácticas usureras y mercantiles que provocan el hambre y la muerte de sus hermanos en la humanidad» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2269): sus responsabilidades son graves y alimentan estructuras de pecado inicuas.

«La pregunta que vuelve es siempre la misma: ¿los menos dotados no son personas humanas? ¿Los débiles no tienen nuestra misma dignidad? Los que nacen con menos posibilidades ¿valen menos como seres humanos, deben limitarse sólo a sobrevivir? De la respuesta que demos a estas preguntas depende el valor de nuestras sociedades y de ella depende también nuestro futuro. O reconquistamos nuestra dignidad moral y espiritual o caemos como en un pozo de inmundicia» (Exhort. ap. Dilexi te, 95).

Esta es la razón por lo cual es tan valiosa la acción de quienes, como ustedes, se comprometen para desincentivar la usura y buscar poner fin a dicha práctica. Su obra está particularmente en sintonía con el espíritu y la praxis del jubileo, Y bien puede ser enumerada entre los signos de esperanza que caracterizan este Año Santo.

Pensando en las raíces evangélicas de dicho servicio, quisiera invitarlos a meditar en la actitud de Jesús respecto a Zaqueo, jefe de los publicanos de Jericó (cf. Lc 19, 1-10). Él estaba acostumbrado a abusos, acoso y prepotencia. Era normal para alguien como él aprovecharse de su papel para explotar a las personas y obtener ganancias despojando a los más débiles. Y es aquí que Jesús lo busca precisamente a él, a Zaqueo: lo llama, le dice que quiere quedarse en su casa. Y entonces ocurre lo impensable: la gratuidad de Jesús desplaza completamente a ese hombre y lo pone con la espalda contra la pared. Entrando nuevamente en sí mismo, Zaqueo entiende que se ha equivocado y decide restituir ¡“con intereses”! «He aquí, señor, que doy la mitad de lo que poseo a los pobres y, si he robado a alguien, le restituyo cuatro veces más» (Lc 19, 8). Nadie le pedía tanto, ni siquiera la ley mosaica. Pero el hecho es que el encuentro con Cristo le transformó el corazón y entonces todo cambia. Sólo la gratuidad es tan eficaz como para revelarnos a nosotros mismos el sentido de nuestra humanidad. Cuando prevalece la búsqueda de las ganancias, los demás ya no son personas, ya no tienen rostro, son solamente objetos para explotar; y así se termina por perderse también a uno mismo y la propia alma. La conversión de quienes se manchan con la usura es tan importante como la cercanía a quienes sufren por la usura sufrida.

Muy queridos todos, los animo a seguir adelante con su misión, mucho más válida en cuanto que expresa un compromiso comunitario, sostenido por los pastores de la Iglesia. Pido por ustedes, encomendándonos a la intercesión de San Mateo apóstol, y de corazón los bendigo.

Gracias.

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