QUE NINGÚN ANCIANO SEA ABANDONADO, QUE NADIE SE SIENTA INÚTIL: PALABRAS DE LEÓN XIV A MIEMBROS DE LA PASTORAL DE LOS ANCIANOS (03/10/2025)

En su encuentro de este 3 de octubre, en la Sala Clementina, con los participantes del Segundo Congreso Internacional sobre la Pastoral de los Ancianos, bajo el lema “Sus ancianos soñarán”, organizado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, que se celebra hasta mañana, 4 de octubre, en la Curia General de la Compañía de Jesús en Roma, el Pontífice recordó el valor de la Pastoral de los Ancianos, que debe ser “evangelizadora y misionera”. Reproducimos a continuación el texto de su discurso, traducido del italiano:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
La paz esté con ustedes.

Buenos días a todos y bienvenidos.

Eminencia, Excelencias, queridos sacerdotes, hermanos y hermanas:

Les doy la bienvenida y me alegra encontrarlos en ocasión del II Congreso Internacional de Pastoral de los Ancianos promovido por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.

El tema del Congreso – «Sus ancianos soñarán» (Jo 3, 1) – recuerdan las palabras del profeta Joel tan queridas por el Papa Francisco, que habló a menudo de la necesidad de una alianza entre jóvenes y ancianos, inspirada por los “sueños” de quien ha vivido largamente y fecundada por las “visiones” de quien inicia la gran aventura de la vida [1]. En el pasaje citado, el profeta anuncia la difusión universal del Espíritu Santo, que crea unidad entre las generaciones y distribuye a cada uno dones distintos.

En nuestro tiempo, por desgracia, las relaciones entre las generaciones están a menudo marcadas por rupturas y contraposiciones, que ponen a uno contra el otro. A los ancianos, por ejemplo, se les echa en cara no dejar espacio a los jóvenes en el mundo del trabajo, o absorber demasiados recursos económicos y sociales En detrimento de las otras generaciones, como si la longevidad fuera una culpa.

Se trata de formas de pensar que revelan visiones muy pesimistas y conflictivas de la existencia. Los ancianos son un don, una bendición que hay que acoger, y la prolongación de la vida es un hecho positivo, es más, es uno de los signos de esperanza de nuestro tiempo, en todas partes del mundo. Ciertamente se trata también de un desafío, porque el número creciente de ancianos es un fenómeno histórico inédito, que nos llama a un nuevo ejercicio de discernimiento y comprensión.

La ancianidad es ante todo un recuerdo benéfico de la universal dinámica de la vida. La mentalidad que hoy prevalece tiende a dar valor a la existencia si produce riqueza o éxito, si ejerce poder o autoridad, olvidando que el ser humano es criatura siempre limitada y necesitada. La fragilidad que aparece en los ancianos nos recuerda esta común evidencia: por ello es ocultada o alejada de quien cultiva ilusiones mundanas, para no tener frente a los ojos la imagen de aquello que seremos inevitablemente. Es, en cambio, saludable darse cuenta de que el envejecimiento «es parte de la maravilla que somos» [2]. Esta fragilidad, «si tenemos la valentía de reconocerla», de abrazarla y cuidar de ella, «es un puente hacia el cielo» [3]. En lugar de avergonzarnos de la debilidad humana, seremos, de hecho, llevados a pedir ayuda a los hermanos y a Dios, que vela como Padre sobre todas las criaturas. Los ancianos nos enseñan que la «salvación no está en la autonomía, sino en reconocer con humildad la propia necesidad y saberlo expresar libremente», de modo que «la medida de nuestra humanidad no es dada por lo que podemos conquistar, sino por la capacidad de dejarnos amar y, cuando se requiere, también ayudar» [4].

Por extraño que parezca, la vejez se convierte desafortunadamente cada vez más a menudo en algo a lo que se llega de improviso y que nos encuentra desprevenidos. Recurriendo a las escrituras, a la sabiduría de los Padres y a la experiencia de los santos, la iglesia está llamada a ofrecer tiempos e instrumentos para descifrarla, para vivirla cristianamente, sin pretender permanecer siempre jóvenes y sin dejarse atrapar por el desconsuelo. Son valiosas, en este sentido, las catequesis que el Papa Francisco dedicó a este tema en 2022, desarrollando una verdadera espiritualidad de los ancianos: de ellas se puede aprender para organizar un útil trabajo pastoral.

Hoy en día, muchas personas, terminados los años de trabajo, tienen la oportunidad de vivir una etapa cada vez más extensa de buena salud, debían estar económico y mayor tiempo libre. Son llamados “jóvenes ancianos”: a menudo ellos dan testimonio de una asidua frecuencia a la liturgia y de conducir actividades parroquiales, como el catecismo y distintas formas de servicio pastoral. Es importante identificar para ellos un lenguaje y propuestas adecuadas, involucrándolos no como destinatarios pasivos de la evangelización, sino como sujetos activos y para responder junto a ellos, y no en su lugar, a los cuestionamientos que la vida y el Evangelio nos plantean.

Son distintas las situaciones que pueden encontrarse: algunas personas reciben en la edad avanzada el primer anuncio de la fe; otras han experimentado a Dios y a la Iglesia en la juventud, pero se alejaron posteriormente; otras aún han perseverado en la vida cristiana. Para todos, la pastoral de los ancianos debe ser evangelizadora y misionera, porque la iglesia está siempre llamada a anunciar a Jesús, el Cristo salvador, a todo hombre y mujer, en cualquier edad y época de la vida.

Ahí donde los ancianos están solos y son descartados, esto significará llevarles la buena noticia de la ternura del Señor, para vencer, junto con ellos, las tinieblas de la soledad, grande enemiga de la vida de los ancianos. ¡Que ninguno sea abandonado! ¡Que ninguno se sienta inútil! Incluso una sencilla oración, recitada con fe en casa, ayuda al bien del Pueblo de Dios y nos une en la comunión espiritual. Esta tarea misionera nos interpela a todos, a nuestras parroquias y de manera particular a los jóvenes, que pueden convertirse en testigos de cercanía y escuchar, escucha recíproca con quién está más adelante que ellos en la vida.

En otros casos, la evangelización misionera ayudará a las personas ancianas a encontrar al Señor y a su Palabra. Al avanzar la edad, de hecho, en muchos vuelve a aflorar la pregunta sobre el sentido de la existencia, creando la oportunidad para buscar nuevamente una relación auténtica con Dios y profundizar en la propia vocación hacia la santidad.

Muy queridos todos, tengamos siempre presente que anunciar el Evangelio es el compromiso principal de nuestra pastoral: involucrando a las personas ancianas en esta dinámica misionera, serán también ellas testigos de esperanza, especialmente con su sabiduría, devoción y experiencia. Por eso pido, invocando la maternal intercesión de la Virgen María, y los acompaño con mi bendición. Gracias.


[1] cf. Francisco, La sabiduría del tiempo, Roma 2018, 9.

[2] Homilía en la Misa para el Jubileo de los Jóvenes (3 de agosto 2025).

[3] Catequesis sobre Jesucristo nuestra esperanza. III. La Pascua de Jesús. 5. La crucifixión. «Tengo sed» (Jn 19, 28) (3 de septiembre 2025).

[4] ibid.

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