ESTÉN CERCA DEL CORAZÓN DE CRISTO: PALABRAS DE LEÓN XIV A MIEMBROS DE IYAB (31/10/2025)
Queridos jóvenes, buenos días y bienvenidos:
Han sido invitados a formar parte del International Youth Advisory Body (IYAB). Vinculado al Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, este organismo busca traer a la atención de la Santa Sede el “punto de vista de los jóvenes” sobre varios temas que se encuentran en el corazón de la misión de la Iglesia. Les agradezco por su disposición y por sus esfuerzos en estos días pasados para comprometerse en el diálogo y la deliberación con la intención de ofrecer su contribución a los colaboradores del Papa en la Curia Romana. Me gustaría compartir tres breves reflexiones con ustedes acerca de la participación, la sinodalidad y la misión.
Participación
Para llevar a cabo su tarea, están llamados, sobre todo, a reconocer que están participando en la vida y misión de la Iglesia. Como bien saben, esta es una misión universal, lo que quiere decir que está dirigida a todos los hombres y mujeres, de todas las partes del mundo y de todas las culturas y situaciones sociales. ¿De dónde viene la auténtica participación eclesial? Yo diría que se funda en estar cerca del Corazón de Cristo. Su origen, entonces, es espiritual, no ideológico o político.
Poco antes de su muerte, Jesús oró al Padre, como se cuenta en el Evangelio de Juan en estas palabras: “Pido no sólo por estos, sino también por los que creerán en mí a través de su palabra, para que todos sean uno” (Jn 17, 20-21). Jesús no solo está interesado en el pequeño círculo de discípulos frente a él; mira más allá. Sus pensamientos se vuelven hacia todos los pueblos, incluyendo los que están lejos y los que vendrán en el futuro. Le gustaría que todos estuvieran abiertos al mensaje de salvación que sus discípulos llevarán y que todos descubrieran entonces la unidad de fe y amor mutuo. En una palabra, el Señor siempre lleva al mundo entero en su corazón. Esta es la fuente de la participación.
Los que están cerca de Jesús, que se convierten en sus amigos a través de la oración, los Sacramentos y la vida diaria, comienzan a sentir como él siente. Comienzan a llevar a todo el mundo en sus corazones: nada es extraño para ellos y ninguna persona les es indiferente. Se preocupan y son tocados por el sufrimiento de los demás, por sus necesidades y aspiraciones. Esto da origen al deseo de participar, de ser parte de la misión universal de la Iglesia, que está dirigida a todos. Involucrarse de esta forma es también un signo de la madurez humana y espiritual. Mientras que los niños solo están preocupados por sus necesidades, las personas maduras saben cómo compartir los problemas de los demás y hacerlos suyos.
Ustedes también están llamados a esta madurez y están invitados a “sumergirse” en Cristo, para que puedan sentir como él siente y mirar como él mira. De manera particular, ustedes están interesados en las esperanzas, sueños y dificultades de los jóvenes, de todos los jóvenes de su tiempo. Los exhorto a mirarlos con la misma compasión de Cristo y tratar de imaginar cómo la Iglesia, inspirada en la fe, puede ir a su encuentro.
Sinodalidad
El segundo aspecto es la sinodalidad. Ustedes saben que la sinodalidad es una de las formas de poner en práctica la naturaleza de la Iglesia como comunión. A imagen de la Santísima Trinidad, la iglesia es también una comunión de personas, de los fieles de todas las edades, lenguas y nacionalidades, que viajan juntos, enriqueciéndose unos a otros y compartiendo sus dones espirituales.
En la Iglesia sinodal, por tanto, queremos escuchar lo que el Espíritu Santo dice a los jóvenes; queremos dar la bienvenida a sus carismas, los dones que son específicos a su edad y sensibilidades.
Los jóvenes, en la Iglesia sinodal, también están llamados a hablar por sus compañeros. A través de ustedes, queremos escuchar las voces de los débiles, los pobres y los que están solos, los refugiados y los que luchan para integrarse en la sociedad o tener acceso a oportunidades educativas. Muy a menudo, estas voces son ahogadas por el ruido de los poderosos, los exitosos y los que viven en realidades “exclusivas”.
Al mismo tiempo, para los jóvenes, la Iglesia sinodal es también un reto, Un catalizador podríamos decir, ya que los anima a no vivir su fe en aislamiento. Ustedes saben que en los años recientes muchos jóvenes se han acercado a la fe a través de las redes sociales, de programas exitosos y populares y de testigos cristianos populares en línea. El peligro es que una fe descubierta en línea está limitada a experiencias individuales, que pueden ser intelectual y emocionalmente tranquilizadoras, pero que nunca están “encarnadas”. Tales experiencias permanecen “desencarnadas”, separadas del “cuerpo eclesial”. Tampoco se viven junto con otros en situaciones de la vida real, en relaciones o compartiendo. Muy a menudo, los algoritmos de las redes sociales simplemente crean una Cámara de resonancia para los individuos, escogiendo a partir de preferencias y gustos personales, y “regresándolas” magnificadas y enriquecidas con propuestas llamativas. Sin embargo, todos permanecen solos consigo mismos, prisioneros de sus propias inclinaciones y proyecciones.
En este sentido, las experiencias de una sinodalidad vivida superan las barreras del propio yo y animan a los jóvenes a convertirse en miembros efectivos de la familia de Jesucristo. Éstas nos permiten “vivir la fe juntos y mostrar nuestro amor por vivir en comunidad y compartir con otros jóvenes nuestro afecto, nuestro tiempo, nuestra fe en nuestros problemas. La Iglesia ofrece muchas distintas posibilidades para vivir nuestra fe en comunidad, porque todo es más fácil cuando lo hacemos juntos” (Exhort. Ap. Christus Vivit, 164).
Misión
El último aspecto es la misión. La auténtica sinodalidad lleva a la misión. De hecho, la acción del Espíritu Santo está en el corazón de la sinodalidad. No es una cuestión de reglas para dirigir las reuniones. En cambio, es acerca de hacer espacio para la acción de Dios a través de la escucha al Espíritu. El Espíritu Santo siempre busca guiarnos a la verdad (cf. Jn 16, 13), para que recibamos cada vez más profundamente a Jesús, que es la Verdad. El Espíritu Santo nos recuerda todo lo que Jesús nos dijo (cf. Jn 14, 26), y hace que sus palabras sean relevantes hoy. El Espíritu, por tanto, nos guía hacia la misión.
También tendrán la oportunidad de experimentar como la oración común, la escucha y la discusión pueden ayudarles a entender cómo hacer presente el Evangelio en el mundo hoy. De hecho, el discernimiento eclesial para la misión significa entender, en cualquier edad, cómo llevar el Evangelio a todos.
Todo esto requiere que ustedes, los jóvenes, tengan corazones abiertos, listos para escuchar tanto las “inspiraciones” del Espíritu y las profundas “aspiraciones” de cada persona. Deben mirar más allá de las apariencias para buscar las respuestas verdaderas que dan sentido a la vida. Deben tener corazones que estén abiertos al llamado de Dios y no absortos en sus propios planes, y que estén deseosos de entender y simpatizar antes que formar juicios. El concepto de misión también implica libertad del miedo, porque al Señor le gusta llamarnos a forjar nuevos caminos. En este sentido, como jóvenes, pueden ser líderes de creatividad y valentía.
Les agradezco, entonces, por la contribución que harán a la misión, que proveerá de nueva energía e impulso al corazón misionero de la Iglesia. Su organización, de hecho, es parte de un movimiento espiritual más amplio que incluye la Jornada Mundial de la Juventud, los ministerios juveniles regulares y los nuevos movimientos juveniles y que mantiene siempre joven a la Iglesia.
Queridos jóvenes, ustedes representan a muchos de sus compañeros y a través de ustedes, ellos también pueden “hablarle” a la Iglesia. Estén seguros de que su voz es escuchada y tomada en serio. Su presencia y contribución son invaluables. Que el Espíritu Santo los guíe, los ilumine y los fortalezca en la alegría del testimonio cristiano.
Y ahora les daré mi bendición de corazón.

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