COMO MARÍA, DEBEMOS APRENDER A CONFIAR: HOMILÍA DE LEÓN XIV EN LAS VÍSPERAS DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO (06/10/2025)
Queridos hermanos y hermanas:
Me alegra estar con ustedes para la celebración de las primeras vísperas que marcan su fiesta patronal de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya. De hecho, esta devoción a Nuestra Santísima Madre tiene un lugar especial en mi corazón, así que también estoy contento por compartir esta ocasión con la comunidad australiana presente para esta solemne bendición de la imagen restaurada de Nuestra Señora de Pompeya. Espero que esta imagen, que fue regalada a esta capilla hace muchas décadas por quien pronto será Santo, Bartolo Longo, inspirará una aún mayor devoción a ella entre los residentes de la Domus y quienes la visitan como peregrinos, así como a los miembros de la comunidad local.
Providencialmente, estamos reunidos durante este Año Jubilar, que está enfocado en la virtud teológica de la Esperanza. De una manera particular, María encarnó esa virtud a través de su confianza de que Dios cumpliría sus promesas. Esta esperanza, a su vez, le dio la fuerza y la valentía para gastar su vida gustosamente por el bien del Evangelio y abandonarse completamente a la voluntad de Dios. A menudo se ha dicho que la Encarnación tuvo lugar primero en el corazón de María, antes de que ocurriera en su vientre. Esto enfatiza su fidelidad diaria a Dios.
Por supuesto, María no sabía precisamente cómo o cuándo Dios salvaría a su pueblo, sin embargo ella vivió en el abandono a la voluntad de Dios, confiando en que él salvaría a su pueblo de acuerdo con sus designios. Dios nunca se demora, somos nosotros los que tenemos que aprender a confiar, aún si esto requiere paciencia y perseverancia. Los tiempos de Dios siempre son perfectos. Por tanto, escuchamos en el pasaje de la Escritura de San Pablo: «cuando llegó el tiempo señalado, Dios envió a su Hijo a redimir a quienes estaban sujetos a la ley».
Dios siempre viene a salvarnos y a liberarnos. Los israelitas nacieron bajo la ley pero también con la fragilidad, la debilidad y la concupiscencia de nuestra condición humana caída. El plan de Dios ahora ha sido llevado a su cumplimiento en la misión del señor Jesús. Más aún, él no vino simplemente a redimirnos de la esclavitud del pecado, sino a liberar nuestros corazones para decirle “sí”, precisamente como lo hizo Nuestra Santísima Madre.
Ahora a través del don del bautismo, nacemos bajo la ley de la gracia como hijos de Dios. En las palabras del Cántico, Dios nuestro Padre «nos escogió en Cristo antes de la creación del mundo… nos destinó en el amor para ser sus hijos e hijas a través de Jesucristo, de acuerdo con el propósito de su voluntad». El propósito de su voluntad es llevarnos a la vida eterna. Al respecto, San Agustín escribió que «Dios nos creó sin nosotros, pero no nos salvará sin nosotros». Por tanto, estamos llamados a cooperar con él viviendo una vida de gracia como sus hijos e hijas, haciendo nuestra aportación al plan de salvación. Esto es cierto, aunque no sabemos lo que nos espera en el futuro. Sin embargo, como María, siempre podemos confiar y ser agradecidos por su obra de salvación.
Queridos amigos, en un momento cantaremos el Magnificat. Al hacerlo, reflexionemos en cómo María, la verdadera Hija de Sión, se regocijó en Dios, su Salvador, porque vio las gracias que le otorgó y cómo Dios siempre ha sido fiel con Abraham y sus descendientes.
Al venerar a Nuestra Señora de Pompeya en la Domus Australia, pido que también sean fortalecidos por el Espíritu Santo en su servicio al Señor y a su Iglesia, y que den mucho fruto, fruto que permanezca.
Comentarios