SEAN PORTADORES DE ESPERANZA Y ARTÍFICES DE PAZ, VIVAN LA SINODALIDAD: PALABRAS DEL PAPA AL CAPÍTULO GENERAL DE LOS VERBITAS (28/06/2024)

Su vocación misionera nace de la familiaridad con la Palabra de Dios, que “genera, da vida, inspira, motiva”, es la fuente de la que hay que beber para ser “discípulos fieles” y “misioneros creativos”. Así lo afirmó el Papa Francisco, este 28 de junio, al dirigirse a los Verbitas en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, refiriéndose al “sugerente” tema de su Capítulo General. Fidelidad y creatividad fueron las palabras que el Papa subrayó como necesarias para llevar el Evangelio a todos los pueblos en un mundo herido por los conflictos y la violencia, del mismo modo que es necesario practicar una sinodalidad “en la que todos se sientan escuchados y acogidos”. Transcribimos a continuación el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos:

Saludo ante todo al Superior General, nombrado Arzobispo de Ende, en Indonesia.

Han elegido un tema sugerente para el Capítulo General: «“Que brille su luz delante de los hombres” (Mt 5, 16): Discípulos fieles y creativos en un mundo herido». El Capítulo es un momento de reflexión acerca del carisma y la misión de una congregación, y ya que ustedes son la Sociedad del Verbo Divino, en estos días vuelvan a la fuente de su identidad que es el Señor, Palabra de salvación.

La Palabra genera, da vida, inspira, motiva: es el punto focal de su misión. La Palabra, que en Jesús se hizo carne, mostró el rostro del Padre, su amor misericordioso. Así el Verbo encarnado se convirtió en la luz del mundo; y a sus discípulos les dijo: «Que brille su luz delante de los hombres» (Mt 5, 16). ¿Cómo es posible esto? Estando con Él y caminando, permaneciendo en su amor y dando testimonio de él. Este es el camino que lo hace posible. «La evangelización requiere la familiaridad con la Palabra de Dios» (Evangelii gaudium, 175). Y esta, hermanos, es la fuente de la que siempre nacen y renacen como discípulos fieles y misioneros creativos. Detengámonos un momento en estos dos aspectos.

Discípulos fieles. Todos los bautizados están llamados a ser discípulos misioneros, y la fidelidad a esta vocación es nuestro compromiso, siempre con la gracia de Dios. El discípulo fiel se nota por la alegría del Evangelio que se transparenta en su rostro, por su estilo de vida, con el que transmite a los demás el Amor que él, en primer lugar, ha recibido y recibe cada día. Experimentar el Amor trinitario y alimentar la llama del Espíritu es el valor central para crecer como discípulos y religiosos misioneros. Es esta llama la que cotidianamente nos renueva, purificándonos y transformándonos, mientras estamos en camino con nuestros pecados y en medio de las seducciones del mundo, pero valientes y confiados en la misericordia de Dios, que perdona siempre: y nosotros debemos perdonar siempre. Nunca negar una absolución: perdonar siempre.

Misioneros creativos. ¿De dónde viene su creatividad? Esa que es buena, sana, no la que es aparente, que siempre es autorreferencial y mundana. En cambio, el carácter misionero sano viene de la Palabra y del Espíritu, es decir de Cristo vivo en ustedes, que los hace partícipes de su misión. Es Él el que atrae los corazones, ¡no somos nosotros! Es el Espíritu el que es protagonista, y nuestro “arte” es el de trabajar con todas las fuerzas, gastando todos nuestros talentos, en la certeza de que es siempre Él el que actúa, es Él quien crea y nuestro actuar es docilidad, es instrumento, es “canal”, reflejo, transparencia... Ustedes trabajan en 79 países: están ahí para anunciar el Evangelio y «hacer presente en el mundo el Reino de Dios» (Evangelii gaudium, 176). Esto – lo saben bien –se hace al compartir la alegría más que con la imposición de obligaciones. Las actividades misioneras creativas nacen del amor a la Palabra de Dios; la creatividad nace de la contemplación y el discernimiento. Y aunque es buena la acción creativa personal, la comunitaria es mejor para la unidad y la fuerza de la Iglesia.

Queridos hermanos, les agradezco porque sus “líneas” capitulares me permiten subrayar también algunas urgencias actuales.

La primera: ser constructores de paz. El mundo está herido por conflictos, guerras, destrucción, también destrucción del medio ambiente, violencia contra la vida y la dignidad humana, ideologías fundamentalistas y otras plagas, muchas. La paz es el grito de la gente: ¡escuchemos este grito y convirtámonos en constructores de paz! Jesús resucitado repitió muchas veces a los Apóstoles: «La paz esté con ustedes» (Jn 20,19.21.26). Quiere que sean sembradores de paz. «La paz esté con ustedes». Y después dijo: «Como el Padre me ha enviado, también yo los envío a ustedes» (v. 21). Llevemos a todos la paz de Cristo, especialmente a los pobres, a los migrantes – ¡sufren tanto! –, a las mujeres discriminadas, a los niños, a los excluidos. Dios escuchó el grito del pueblo esclavo (cf. Ex 3, 9); no cerremos los oídos al grito de los esclavos de hoy y seamos creativos al construir la paz.

La segunda urgencia: ser esperanza para toda cultura. Ustedes deben ser esperanza para toda cultura. En la vigilia del año jubilar, en un mundo herido, nuestras comunidades deben convertirse en signos de esperanza. Y esa es una profecía. Esto significa, aún antes que dar esperanza, ser esperanza, ejerciendo el carácter que nos viene del Bautismo, de ser esperanza. Para ustedes, la consagración según el carisma original viene a confirmar y fortalecer el don bautismal y se convierte en compromiso de testimonio, en los distintos contextos sociales y culturales en que se encuentran. “Ser esperanza profética para toda cultura”. ¡Este es un hermoso desafío! Solo la Iglesia puede responderles, porque desde el principio está animada por el Espíritu de Pentecostés. A mí me gusta leer en el Libro de los Hechos de los Apóstoles: ¿Qué hace el Espíritu Santo? Hay confusión, todos hablan, ¡pero todos entienden! Muchas veces, en las confusiones el Espíritu lleva adelante a la Iglesia. ¡No tengan miedo de los conflictos! Ustedes no creen conflictos, pero no tengan miedo de los conflictos, no tengan miedo de la confusión de la cultura actual. El Espíritu puede entrar allí. “Ser esperanza para toda cultura”. Ustedes son expertos en interculturalidad, es una de las consecuencias de su carisma, hacerse expertos de interculturalidad. Con el paso de los años han aprendido a vivir la misión respetando toda cultura y a todo pueblo. Pero se necesita discernimiento. Hoy, a través de Internet y las redes sociales, se corre el riesgo de aceptar todo indiscriminadamente, influenciando el estilo de vida y los valores de las personas. En cambio, San Juan Pablo II dijo: «Suscitar una nueva cultura del amor y la esperanza inspirada en la verdad que nos hace libres en Cristo Jesús. Este es el objetivo de la inculturación». [1] Se necesita discernimiento: pidan al Espíritu Santo esta gracia del discernimiento.

Tercer aspecto de actualidad: ser misioneros de la sinodalidad. La Iglesia que “sale” está abierta a los demás. Es una comunidad acogedora y envolvente en donde el Señor vive y el Espíritu está activo. La Iglesia que sale es extrovertida, en cambio una Iglesia sectaria es introvertida. Siempre abiertos, con el corazón en la mano. Hoy esta Iglesia debe crecer con un enfoque sinodal, escuchando a todos, dialogando con todos y discerniendo en el Espíritu Santo cuál es la misión. La sinodalidad no es algo de moda, «es en sí misma misionera y, viceversa, la misión es siempre sinodal». (Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, 20 de octubre 2024). Por lo tanto, los animo a promover la sinodalidad en cada aspecto de su vida: dejen que cada comunidad crezca y goce de un estilo sinodal en el que todos se sientan escuchados y acogidos. Finalmente, hagan lo que el Espíritu dice, pero es importante el proceso en el que el Espíritu se mueve de manera delicada, entre los pueblos sencillos y en los lugares más lejanos.

Queridos hermanos, en 2025 celebrarán el 150º aniversario de fundación de la Sociedad del Verbo Divino. En sus corazones vibra la gratitud a Dios por su inmenso amor, que los ha impulsado a ir a todas partes del mundo a predicar la Palabra y a difundir el amor de Dios, a formar comunidades, a servir a los pobres, a buscar la justicia para la gente, la educación y la emancipación, a cuidar el medio ambiente. Con este ánimo agradecido reflexionen sobre cómo compartir hoy la alegría de la resurrección de Jesús de manera creativa. San Arnoldo Janssen supo discernir la voluntad de Dios e hizo caminar a la Sociedad según el Espíritu: ¡ese es el carisma de un fundador! A ustedes hoy, siguiendo este carisma, con su ejemplo y su intercesión, les toca hacer el discernimiento comunitario y dar pasos valientes en la humildad y el abandono confiado en Dios. Por lo que son y por lo que hacen. Los bendigo de corazón. Y por favor no se olviden de orar por mí. Gracias.


[1] Discurso a los participantes en la Plenaria del Pontificio Consejo para la Cultura (10 de enero 1992), 10.

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