LLAMADOS A SER PROFETAS Y CONSTRUCTORES DE UN MUNDO NUEVO: ÁNGELUS DEL 02/06/2024

Para el Papa Francisco, esta Solemnidad de Corpus Christi, que en Italia y otros países del mundo se celebra este 2 de junio, nos recuerda que la Eucaristía es ante todo un don, porque Jesús toma el pan no para consumirlo solo, sino para partirlo y darlo a los discípulos, revelando así su identidad y su misión. En sus palabras antes de la oración mariana del Ángelus, ante miles de fieles y peregrinos en la Plaza de San Pedro desafiando la lluvia, el Santo Padre puso de relieve ese gesto de entrega que en la Última Cena, como recuerda el Evangelio de esta Solemnidad, Jesús realiza, en el pan partido y en el cáliz ofrecido a los discípulos, es “Él mismo quien se entrega por toda la humanidad y se ofrece por la vida del mundo”. Transcribimos a continuación el texto de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

En Italia y en otros países hoy se celebra la Solemnidad de Corpus Christi. El Evangelio de la liturgia relata la Última Cena (Mc 14, 12-26), durante la cual el Señor realiza un gesto de entrega: de hecho, en el pan partido y en el cáliz ofrecido a los discípulos, es Él mismo quien se entrega por toda la humanidad y se ofrece a sí mismo por la vida del mundo.

En aquel gesto de Jesús que parte el pan, hay un aspecto importante que el Evangelio subraya con las palabras «se lo dio» (v. 22). Fijemos en el corazón estas palabras: se lo dio. La Eucaristía, en efecto, recuerda ante todo la dimensión del don. Jesús toma el pan no para consumirlo solo, sino para partirlo y darlo a los discípulos, revelando así su identidad y su misión. No retuvo la vida para sí, sino que nos la dio; no consideró un tesoro celoso su ser como Dios, sino que se despojó de su gloria para compartir nuestra humanidad y hacernos entrar en la vida eterna (cf. Flp 2, 1-11). De toda su vida Jesús hizo un don. Recordemos esto: de toda su vida, de toda su vida Jesús hizo un don.

Entendemos entonces, que celebrar la Eucaristía y alimentarnos de este Pan, como hacemos especialmente los domingos, no es un acto de culto desvinculado de la vida o un simple momento de consuelo personal; debemos recordar siempre que Jesús tomó el pan, lo partió y se lo dio, por tanto, la comunión con Él nos hace capaces de convertirnos también en pan partido para los demás, capaces de compartir lo que somos y lo que tenemos. Decía San León Magno: «Nuestra participación en el cuerpo y la sangre de Cristo no tiende a otra cosa que a convertirnos en lo que comemos» (Sermón XII sobre la Pasión, 7).

He aquí, hermanos y hermanas, a lo que estamos llamados: a convertirnos en lo que comemos, a volvernos “eucarísticos”, es decir, personas que ya no viven para sí mismas (cf. Rom 14, 7), en la lógica de la posesión y del consumo, sino que saben hacer de su vida un don para los demás. Así, gracias a la Eucaristía, nos convertimos en profetas y constructores de un mundo nuevo: cuando superamos el egoísmo y nos abrimos al amor, cuando cultivamos vínculos de fraternidad, cuando participamos en los sufrimientos de los hermanos y compartimos el pan y los recursos con los necesitados, cuando ponemos a disposición de todos nuestros talentos, entonces estamos partiendo el pan de nuestra vida como Jesús.

Hermanos y hermanas, preguntémonos entonces: ¿guardo mi vida sólo para mí o la doy como Jesús? ¿Me gasto por los demás o estoy encerrado en mi pequeño yo? Y, en las situaciones de cada día, ¿sé compartir o busco siempre mi propio interés?

Que la Virgen María, que acogió a Jesús, Pan bajado del Cielo, y se entregó enteramente con Él, nos ayude también a nosotros a convertirnos en un don de amor, unidos a Jesús Eucaristía.

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