QUE EL AMOR GRATUITO DE DIOS NOS LLENE Y ENSANCHE EL CORAZÓN: ÁNGELUS DEL 09/06/2024

La libertad de Jesús fue el tema al centro de la reflexión del Papa Francisco en su alocución previa a la oración mariana del Ángelus de este 9 de junio, ante los miles de fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro. “Era el Espíritu quien lo hacía divinamente libre, es decir, capaz de amar y de servir sin medida y sin condicionamientos. Jesús era un hombre libre”, dijo el Santo Padre en su alocución, cuyo texto compartimos a continuación, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

El Evangelio de la liturgia de hoy (cf. Mc 3, 20-35) nos dice que Jesús, después de haber iniciado su ministerio público, se encontró ante una doble reacción: la de sus parientes, que estaban preocupados y temían que hubiera vuelto un poco loco; y la de las autoridades religiosas, que lo acusaban de actuar movido por un espíritu maligno. En realidad, Jesús predicaba y curaba a los enfermos con la fuerza del Espíritu Santo. Y precisamente el Espíritu lo hacía divinamente libre, es decir, capaz de amar y de servir sin medida y sin condicionamientos. Jesús libre. Detengámonos un poco a contemplar esta libertad de Jesús.

Jesús era libre frente a las riquezas: por eso dejó la seguridad de su pueblo, Nazaret, para abrazar una vida pobre y llena de incertidumbres (cf. Mt 6, 25-34), curando gratuitamente a los enfermos y a cualquiera que viniera a pedirle ayuda, sin pedir nunca nada a cambio (cf. Mt 10,8). La gratuidad del ministerio de Jesús es esta. Es también la gratuidad de todo ministerio.

Era libre frente al poder: de hecho, aunque llamó a muchos a seguirlo, nunca obligó a nadie a hacerlo; ni tampoco buscó el apoyo de los poderosos, sino que estuvo siempre del lado de los últimos, enseñando a sus discípulos a hacer lo mismo, como lo había hecho Él (cf. Lc 22, 25-27).

Finalmente, Jesús era libre frente a la búsqueda de la fama y de la aprobación, y por eso nunca renunció a decir la verdad, aun a costa de no ser comprendido (cf. Mc 3, 21) y de hacerse impopular hasta morir en la cruz; no dejándose intimidar, ni comprar, ni corromper por nada ni nadie (cf. Mt 10, 28).

Jesús era un hombre libre. Libre frente a las riquezas, libre frente al poder, libre frente a la búsqueda de la fama. Y esto es importante también para nosotros. De hecho, si nos dejamos condicionar por la búsqueda del placer, del poder, del dinero o de la aprobación, nos convertimos en esclavos de estas cosas. Si, en cambio, permitimos que el amor gratuito de Dios nos llene y nos ensanche el corazón, y si lo dejamos que rebose espontáneamente entregándolo a los demás, con todo nuestro ser, sin miedos, cálculos o condicionamientos, entonces crecemos en la libertad, y difundimos su buen perfume a nuestro alrededor.

Entonces, podemos preguntarnos: ¿soy una persona libre? ¿O me dejo aprisionar por los mitos del dinero, del poder y del éxito, sacrificándoles la serenidad, mi paz y la de los demás? ¿Difundo, en los ambientes en los que vivo y trabajo, aire fresco de libertad, de sinceridad, de espontaneidad?

Que la Virgen María nos ayude a vivir y a amar como Jesús nos enseñó, en la libertad de los hijos de Dios (cf. Rom 8, 15.20-23).

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