QUISIERA VIAJAR A NICEA CON BARTOLOMÉ PARA EL 1700 ANIVERSARIO DEL CONCILIO: PALABRAS DEL PAPA A LA DELEGACIÓN DEL PATRIARCADO ECUMÉNICO DE CONSTANTINOPLA (28/06/2024)

En la audiencia de este 28 de junio con la Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, con motivo de la fiesta de los Santos Pedro y Pablo, el Papa Francisco recordó el 1700 aniversario, en 2025, del Primer Concilio Ecuménico. El Santo Padre agradeció a Bartolomé la invitación a celebrarlo juntos en los lugares donde tuvo lugar el Concilio y subrayó que, en Tierra Santa, “es necesario y urgente orar juntos para que termine esta guerra. Que los líderes y partes en conflicto encuentren el camino de la armonía”. Compartimos a continuación, el texto de su intervención, traducido del italiano:

Eminencia, queridos hermanos en Cristo, buenos días y bienvenidos:

Les agradezco profundamente por su presencia. Estoy agradecido con el amado hermano Su Santidad Bartolomé y con el Santo Sínodo del Patriarcado Ecuménico, por haber querido enviar también este año una delegación a participar con nosotros en la fiesta de los Santos patronos de la Iglesia de Roma, los Apóstoles Pedro y Pablo, quienes dieron testimonio de su fe en Jesucristo hasta el martirio en esta ciudad. Su viaje para esta celebración, así como el envío al Fanar de una delegación mía en ocasión de la fiesta del Apóstol Andrés, hermano de Pedro, ofrecen la oportunidad de experimentar la alegría del encuentro fraterno y dan testimonio de los profundos vínculos que unen a las iglesias hermanas de Roma y Constantinopla, con la firme decisión de avanzar juntos hacia el restablecimiento de la unidad a la cual solamente el Espíritu Santo puede guiarnos, la de la comunión en la legítima diversidad.

Este camino de acercamiento y pacificación recibió un nuevo impulso con el encuentro entre el Santo Papa Pablo VI y el Santo Patriarca Ecuménico Atenágoras, realizado hace sesenta años en Jerusalén. Después de siglos de un recíproco extrañamiento, aquel encuentro fue un signo de gran esperanza, que no deja de inspirar a los corazones y las mentes de muchos hombres y mujeres que hoy claman por llegar, con la ayuda de Dios, al día en que podremos participar juntos en el banquete eucarístico. Hace diez años, en mayo de 2014, el Patriarca Ecuménico Su Santidad Bartolomé y yo nos dirigimos como peregrinos a Jerusalén para conmemorar el 50º aniversario de aquel histórico evento. Precisamente ahí, donde nuestro Señor Jesucristo murió resucitó y ascendió al cielo, donde el Espíritu Santo se difundió por primera vez sobre los discípulos, reiteramos nuestro compromiso para continuar caminando juntos hacia la unidad por la cual Cristo el Señor pidió al Padre, «para que todos sean uno» (Jn 17, 21). Conservo vivo y agradecido el recuerdo de esa peregrinación común con Su Santidad Bartolomé y doy gracias a Dios Padre misericordioso por la amistad fraterna que se ha desarrollado entre nosotros en estos años. Ésta se ha alimentado en numerosos encuentros, en muchas ocasiones de colaboración concreta entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en cuestiones de gran relevancia para las Iglesias y para el mundo, como el cuidado de la creación, la defensa de la dignidad humana, la paz.

Seguro de interpretar también los sentimientos del amado hermano, quisiera repetir lo que afirmamos juntos en aquella ocasión: el diálogo entre nuestras iglesias no implica algún riesgo para la integridad de la fe, más aún, es una exigencia que surge de la fidelidad al señor y nos conduce a toda la verdad (cf. Jn 16, 13), a través de un intercambio de dones, bajo la guía del Espíritu Santo (cf. Declaración conjunta del Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé, Jerusalén, 25 de mayo 2014). Por ello, animo el trabajo de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, que ha emprendido el estudio de delicadas cuestiones históricas y teológicas. Espero que los pastores y teólogos involucrados en este proceso vayan más allá de las disputas puramente académicas y se dispongan en dos y la escucha de lo que el Espíritu Santo dice a la vida de la Iglesia, como también a que lo que ya es objeto de estudio y acuerdo encuentre plena recepción en nuestras comunidades y lugares de formación. Siempre habrá resistencia a esto, por todos lados, pero debemos seguir adelante con valentía.

Recordando el encuentro de Jerusalén, el pensamiento se dirige a la dramática situación que hoy se vive en Tierra Santa. Precisamente dando seguimiento a aquella peregrinación, el 8 de junio de 2014, Su Santidad Bartolomé y yo, en presencia también del Patriarca greco ortodoxo de Jerusalén, Su Beatitud Teófilo III, recibimos en los jardines vaticanos al difunto Presidente del Estado de Israel y al Presidente del Estado de Palestina, para invocar la paz en Tierra Santa, en Medio Oriente y en todo el mundo. A una distancia de diez años, la historia actual nos muestra de manera trágica la necesidad y la urgencia de orar juntos por la paz, para que esta guerra termine, que los jefes de las naciones y las partes en conflicto puedan encontrar el camino de la concordia y todos se reconozcan como hermanos. Naturalmente, estoy en vocación de paz se extiende a todos los conflictos en curso, en particular a la guerra que se combate en las martirizada Ucrania.

En una época en la que muchos hombres y mujeres son prisioneros del miedo al futuro, nuestras iglesias tienen la misión de anunciar siempre, donde sea y a todos a Jesucristo «nuestra esperanza» (1 Tim 1, 1). Por eso, siguiendo una antigua tradición de la Iglesia católica, según la cual el obispo de Roma convoca a un Jubileo cada veinticinco años, he convocado para el próximo año el Jubileo Ordinario que tendrá como lema “Peregrinos de esperanza”. Les agradeceré si ustedes y la Iglesia a la que representan quieren acompañar y apoyar con su oración este año de gracia, para que no falten abundantes frutos espirituales. También con su presencia, será muy hermoso.

Precisamente en 2025 se celebrará también el 1700º aniversario del Primer Concilio Ecuménico de Nicea. Espero que la memoria de este importantísimo evento pueda hacer crecer en todos los creyentes en Cristo señor a la voluntad de dar testimonio juntos de la fe y el anhelo por una mayor comunión. En particular, me alegra que el Patriarcado Ecuménico y el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos hayan comenzado a reflexionar sobre cómo conmemorar juntos este aniversario; y agradezco a Su Santidad Bartolomé por haberme invitado a celebrarlo en las cercanías del lugar donde el Concilio se reunió. Es un viaje que deseo realizar, de corazón.

Muy queridos todos, encomendemos confiados a nuestras iglesias a la intercesión de los Santos hermanos Pedro y Andrés, para que el Señor nos conceda caminar por el camino que Él nos señala, que es siempre el camino del amor, de la reconciliación, de la misericordia. Les agradezco una vez más por su visita y les pido, por favor, orar por mí.

Y me viene a la mente un episodio del difunto Zizioulas: era irónico, pero era excelente, lo quería mucho. Y él, bromeando, decía: “Yo sé cuándo será el día de la unidad plena: el día del Juicio final. Pero, mientras tanto, caminemos juntos, oremos juntos y trabajemos juntos”. Y eso es sabio. Gracias, muchas gracias.

Ahora me gustaría que antes de terminar rezáramos juntos el Padre Nuestro, Cada quien en su propia lengua: Padre Nuestro…

Comentarios