NECESITAMOS QUE EN LA IGLESIA Y LA SOCIEDAD NO SE TRATE A NADIE COMO “IMPURO”: ÁNGELUS DEL 30/06/2024

Previamente a la oración mariana del Ángelus, ante los miles de fieles y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro del Vaticano este 30 de junio, el Papa Francisco reflexionó sobre el Evangelio del día. En su alocución, subrayó que “necesitamos que en Iglesia y en la sociedad no se excluya a nadie, que no trate a nadie como impuro, para que cada uno, con su propia historia, sea acogido y amado sin etiquetas ni prejuicios, sea amado sin adjetivos”. Compartimos a continuación el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

El Evangelio de la liturgia de hoy nos relata dos milagros que parecen estar entrelazados entre sí. Mientras Jesús va a casa de Jairo, uno de los responsables de la sinagoga, porque su hijita está gravemente enferma, por el camino una mujer hemorroísa le toca el manto y Él se detiene para sanarla. Mientras tanto, anuncian que la hija de Jairo ha muerto, pero Jesús no se detiene, llega a la casa, va a la habitación de la pequeña, la toma de la mano y la levanta, devolviéndola a la vida (Mc 5, 21-43). Dos milagros, uno de curación y otro de resurrección.

Estas dos curaciones se relatan en un único episodio. Ambas suceden a través del contacto físico. De hecho, la mujer toca el manto de Jesús y Jesús toma de la mano a la pequeña. ¿Por qué motivo es importante “tocar”? Porque estas dos mujeres – una porque tiene pérdidas de sangre y la otra porque está muerta – se consideran impuras y por tanto con ellas no puede haber contacto físico. Y, en cambio, Jesús se deja tocar y no teme tocar. Jesús se deja tocar y no tiene miedo de tocar. Antes incluso de la curación física, Él pone en crisis una concepción religiosa equivocada, según la cual Dios separa a los puros por un lado y a los impuros por otro. En cambio, Dios no hace esta separación, porque todos somos sus hijos, y la impureza no deriva de alimentos, enfermedades y mucho menos de la muerte, sino que la impureza viene de un corazón impuro.

Aprendamos esto: ante los sufrimientos del cuerpo y del espíritu, ante las heridas del alma, ante las situaciones que nos aplastan e incluso ante el pecado, Dios no nos mantiene a distancia, Dios no se avergüenza de nosotros, Dios no nos juzga; al contrario, Él se acerca para dejarse tocar y para tocarnos y siempre nos levanta de la muerte. Siempre nos toma de la mano para decirnos: ¡Hija, hijo, levántate! (cf. Mc 5, 41), ¡camina, ve hacia delante! “Señor, soy un pecador” – “¡Sigue adelante, yo me hice pecado por ti, para salvarte!” – “Pero tú, Señor, no eres un pecador” – “No, pero yo sufrí todas las consecuencias del pecado para salvarte”. ¡Es hermoso esto!

Fijemos en el corazón esta imagen que Jesús nos entrega: Dios es el que te toma de la mano y te levanta, el que se deja tocar por tu dolor y te toca para curarte y darte de nuevo la vida. Él no discrimina a nadie porque ama a todos.

Y entonces podemos preguntarnos: ¿Nosotros creemos que Dios es así? ¿Nos dejamos tocar por el Señor, por su Palabra, por su amor? ¿Entramos en relación con los hermanos ofreciéndoles una mano para levantarse, o nos mantenemos a distancia y etiquetamos a las personas con base en nuestros gustos y nuestras preferencias? Nosotros etiquetamos a las personas. Les hago una pregunta: Dios, el Señor Jesús, ¿etiqueta a las personas? Que cada uno se responda. ¿Dios etiqueta a las personas? Y yo, ¿vivo continuamente etiquetando a las personas?

Hermanos y hermanas, miremos el corazón de Dios, para que la Iglesia y la sociedad no excluyan, no excluyan a nadie, no traten a nadie como “impuro”, para que cada uno, con su propia historia, sea acogido y amado sin etiquetas, sin prejuicios, para que sea amado sin adjetivos.

Pidamos a la Virgen Santa: que Ella que es Madre de la ternura interceda por nosotros y por el mundo entero.

Comentarios