SIGNOS DE PAZ Y FRATERNIDAD EN UN MUNDO DIVIDIDO POR LA GUERRA: PALABRAS DE LEÓN XIV AL CAPÍTULO GENERAL DE LOS SIERVOS DE MARÍA (24/11/2025)
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
La paz esté con ustedes.
Buenos días a todos, bienvenidos.
Estoy contento de encontrarlos en ocasión de su 215º Capítulo General. Este constituye un regreso a las fuentes y al mismo tiempo una mirada lanzada hacia el futuro. Las dos cosas no pueden estar separadas: entre más se vuelve a los orígenes, más nos volvemos capaces de creatividad y profecía.
La primera fuente a la cual hay que volver siempre es el Evangelio. Siempre, de hecho, «para los Fundadores y Fundadoras la regla en absoluto ha sido el Evangelio, cualquier otra regla querría ser solamente expresión del Evangelio e instrumento para vivirlo en plenitud» (Francisco, Carta ap. A todos los consagrados en ocasión del Año de la Vida Consagrada, 21 de noviembre 2014, I, 2). Lo escribía el Papa Francisco, que agregaba: «Su ideal era Cristo, unirse a él completamente, hasta poder decir con Pablo: “Para mí vivir es Cristo” (Fil 1, 21); los votos tenían sentido solamente para poner en práctica este apasionado amor suyo» (ibid.). Ante todo, entonces, volver al Evangelio.
El segundo regreso es a la Regla – para ustedes, la de San Agustín –, a las Constituciones y al patrimonio de espiritualidad que les llega desde su historia. Estas fuentes les ofrecen, en cierto sentido, la “clave exegética”, con la cual, con la ayuda del Espíritu, leer e interpretar lo que la Palabra de Dios les dice.
Finalmente, el tercer regreso es a la escucha del grito de los pobres. Es un regreso al hoy como kairos, como momento de gracia en el que encuentra sentido lo que el Señor les ha entregado. Lo expresa muy bien el tema que eligieron para sus encuentros: “Ser Siervos en un mundo polarizado, para edificar lo que nos une valorando las diferencias”.
Y para que puedan vivir de la mejor manera este triple regreso, no sólo en estos días, sino siempre, quisiera recomendarles tres medios, típicos de su tradición: la fraternidad, el servicio y la espiritualidad mariana.
Con respecto al primero, la fraternidad, llama la atención que la Orden de los siervos de María – caso casi único en la historia de las fundaciones religiosas – haya nacido no alrededor de un único fundador, de un líder carismático, sino de un grupo de siete amigos: un verdadero grupo evangélico. Fundador no es un hombre solo, sino más personas vinculadas por una fuerte amistad en Cristo. En un mundo como el nuestro, eso es signo de una tarea y una vocación particular: vivir y llevar fraternidad, especialmente ahí donde los hombres están divididos debido a los conflictos, a la riqueza, a las diferencias culturales, a la raza o la religión. En todos estos contextos, ustedes están llamados a ser portadores de amistad y paz, como lo fueron los “Siete” que, en su ciudad, aún dividida por odios fratricidas, se hicieron portadores de reconciliación y caridad.
Y esto nos lleva al segundo medio: el servicio. Es significativo para ustedes que los primeros miembros de la orden hayan elegido ser y llamarse “Siervos” y que la Fundación misma haya movido sus primeros pasos en el contexto de un hospicio para pobres: el hospital de Fonte Viva del Bigallo. Ahí sus fundadores se pusieron al servicio de los enfermos, de los peregrinos, de las mujeres pobres: En resumen de los últimos de su tiempo, entregándoles todos los bienes que poseían, para seguir desnudos al Señor desnudo. Y es la experiencia de servir a Dios en las llagas de los que sufren la que muy pronto los llevó al encuentro con Él en la contemplación del Monte Senario «cor unum et anima una in Deum» (Regla, 3). La vida según el Evangelio es así: es pasión por Dios y por el hombre, que conduce a amar con la misma intensidad el cielo y la tierra.
Sólo de esta unión nacen y maduran las decisiones correctas que, hoy como entonces, permiten estar presentes ahí donde el hermano y la hermana están más heridos, ahí donde el Señor quiere que estemos. En este sentido, deseo animarlos en su servicio a los pobres – inmigrantes, encarcelados, enfermos –, así como también en el compromiso que llevan adelante para la promoción de una ecología integral en la protección de la creación y de las personas en los lugares en los que trabajan.
Y llegamos al tercer medio: la espiritualidad mariana. La más antigua historia de la orden dio a los Siete Fundadores el nombre de “praecipui amatores dominae nostrae”, es decir grandes, especiales enamorados de la Virgen, de María. Sigan promoviendo en la Iglesia su devoción, fundada en la palabra de Dios y con sólidas referencias teológicas y eclesiológicas. Al respecto, es encomiable el trabajo que realizan a través de la Facultad Teológica Marianum, así como también a través del cuidado pastoral de los muchos Santuarios marianos encomendados a ustedes.
Muy queridos todos, que María, presente junto a la Cruz, fuerte, fiel, les muestre cómo mantenerse junto a las innumerables cruces en donde Cristo sigue padeciendo en sus hermanos, para llevarles consuelo, comunión, ayuda y el precioso pan del afecto (cf. Constituciones de la Orden de los Siervos de María, Epílogo).
Gracias por el bien que hacen. Los bendigo, los recuerdo en el Señor e invoco para ustedes la intercesión de la Madre de Dios. Gracias.

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