LA TEOLOGÍA ESTÁ LLAMADA A DISCERNIR LOS DESAFÍOS DE LA IGLESIA Y DEL HOMBRE: PALABRAS DE LEÓN XIV A LA COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL (26/11/2025)

El discernimiento de las “res novae”, las cosas nuevas que “marcan el camino de la familia humana y de los temas doctrinales […] en la vida de la Iglesia”, es una de las principales misiones de la Teología señaladas por el Papa León XIV a la Comisión Teológica Internacional, recibida por la mañana de este 26 de noviembre, en la Sala del Consistorio del Vaticano, con ocasión de la sesión plenaria anual. Catolicidad, diálogo interdisciplinar para continuar en el camino de la evangelización y un testimonio de vida creíble: estas son las indicaciones que el Santo Padre ofreció a la Comisión Teológica Internacional, a la que agradeció por el documento presentado con motivo del 1700º aniversario del primer Concilio Ecuménico de Nicea. Transcribimos a continuación, el texto pronunciado por el Papa, traducido del italiano:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
La paz esté con ustedes.

Eminencia, Excelencias, queridos miembros de la Comisión Teológica Internacional:

Me alegra encontrarlos por primera vez – aunque ya conozco a muchos – después de que el Señor Jesús me ha llamado para suceder al Santo Apóstol Pedro en la cátedra de la Iglesia de Roma en el ministerio de unidad de todas las Iglesias.

Su sesión plenaria anual es una circunstancia propicia para agradecerles a todos ustedes, y también a todos los que les han precedido en este servicio. El organismo del que forman parte nació recibiendo las instancias de renovación formuladas por el Concilio Ecuménico Vaticano II. Instituida en 1969 por San Pablo VI, la Comisión Teológica Internacional ha desarrollado su trabajo «con gran diligencia y prudencia», como hizo evidente San Juan Pablo II, confiriéndole forma estable y definitiva (cf. Motu prorprio Tredecim anni). Renovando este reconocimiento, les agradezco en particular por la oportuna publicación del documento que han ofrecido a la Iglesia en ocasión del 1700° aniversario del primer Concilio Ecuménico de Nicea: “Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador”. Se trata de un texto autorizado, que será ciertamente de inspiración para posteriores estudios y el progreso del diálogo ecuménico. Precisamente mañana iniciaré mi primer viaje apostólico a Turquía y el Líbano, durante el cual me dirigiré en peregrinación a İznik, la antigua Nicea, para conmemorar ese histórico evento y pedirle al Señor el don de la unidad y la paz para su Iglesia.

Con plena confianza en su generoso compromiso, deseo animarlos a continuar la misión que les ha encomendado la Sede Apostólica. Como mis venerados predecesores han recorrido con tenacidad y amplitud de miras el surco trazado por Vaticano II, así también para mí es importante el discernimiento de esas “res novae” que marcan el camino de la familia humana y de los temas doctrinales, «especialmente aquellos que presentan aspectos nuevos» (Tredecim anni) en la vida de la Iglesia. Son realidades que nos interpelan con urgencia como pueblo de Dios, para que anunciemos con creativa fidelidad la buena noticia dada al mundo «una vez y para siempre» (cf. Heb 9, 12) por Dios nuestro Padre, mediante el Señor Jesucristo. Él es el Evangelio vivo de la salvación: el testimonio que damos de Él en cualquier época es constantemente renovado por la efusión «sin medida» del Espíritu Santo (cf. Jn 3, 34). Es el Paráclito, de hecho, quien ilumina las mentes e inflama de caridad nuestro corazón, de manera que transformemos la historia según la amorosa voluntad de Dios. En esta perspectiva, la Comisión Teológica Internacional tiene la tarea de ofrecer profundizaciones, hermenéuticas y direcciones al Dicasterio para la Doctrina de la Fe y al Colegio Episcopal que presido, cooperando al común entendimiento de la verdad salvífica revelada en Cristo Jesús. Según el Ministerio propio de los teólogos, que “debido a su propio carisma” participan “en la edificación del cuerpo de Cristo en la unidad y la verdad” (cf. Instr. Donum veritatis; 1 Tim 6, 20; 2 Tim 1,12-14), Sus contribuciones pueden así orientar la misión de la Iglesia en la fidelidad al depósito de la fe.

En este espíritu, los exhorto a atesorar, además del indispensable rigor del método teológico, también tres recursos específicos.

Me refiero, en primer lugar, a la catolicidad de nuestra fe. Cómo hacía notar San Juan Pablo II, «proviniendo de distintas naciones y teniendo que tratar con las culturas de distintos pueblos» los miembros de la Comisión Teológica Internacional «conocen mejor los nuevos problemas, que son como el rostro nuevo de problemas antiguos, y por tanto pueden también captar mejor las aspiraciones y mentalidades de los hombres de hoy» (Tredecim anni). Como consecuencia, espero que sus reflexiones se enriquezcan gracias a las múltiples experiencias de las Iglesias locales.

En segundo lugar, quiero subrayar la importancia – hoy aún más evidente que ayer – del diálogo inter y transdisciplinario con los distintos saberes y competencias. También esta es una tarea, exigente y prometedora, de la Comisión Teológica Internacional: promover – como desea la Constitución apostólica Veritatis gaudium ‒ la «colocación y fermentación de todos los saberes en el espacio de Luz y Vida que ofrece la Sabiduría que emana de la Revelación de Dios» (n. 4c). Su compromiso resulta al respecto no solamente útil sino necesario para continuar con autenticidad y eficacia en la evangelización de los pueblos y las culturas.

En tercer lugar, los invito a imitar la apasionada sabiduría de Doctores de la Iglesia como San Agustín, San Buenaventura, Santo Tomás, Santa Teresa de Lisieux, San John Henry Newman: en ellos el estudio teológico estuvo siempre conectado con la oración y la experiencia espiritual, condiciones indispensables para cultivar el entendimiento de la Revelación, que no puede reducirse al comentario de las fórmulas de fe. Sólo en una vida de acuerdo con el Evangelio se realiza la adhesión a la divina verdad que profesamos, haciendo creíble nuestro testimonio y la misión de la Iglesia.

Como afirmaba el Papa Francisco, «cuando pienso en la Teología me viene a la mente la luz […]. La teología hace un trabajo oculto y humilde, para que surja la luz de Cristo y de su Evangelio» (Discurso a los participantes en el Congreso internacional sobre el futuro de la teología, 9 de diciembre 2024). La luz de Cristo, la luz que es Cristo mismo (cf. Jn 8, 12). Sí, Jesucristo es la luz del mundo (cf. Jn 8, 12): como enseña el Concilio Vaticano II, Él es «la clave, el centro y el fin de toda la historia humana», por ello la Iglesia sigue anunciando que todas las cosas «encuentran su último fundamento en Cristo, que es siempre el mismo: ayer, hoy y por los siglos» (Gaudium et spes, 10). Como scientia fidei, la teología tiene ante todo la tarea de admirar, por tanto, de reflejar y difundir la luz perenne y actuante de Cristo en el ritmo cambiante de nuestra historia.

Hoy, puntualizaba el Papa Benedicto XVI, «la excesiva compartimentalización del saber, La cerrazón de las ciencias humanas a la metafísica, las dificultades del diálogo entre las ciencias y la teología son dañinas no solo para el desarrollo del saber, sino también para el desarrollo de los pueblos, porque cuando esto ocurre, se obstaculiza la visión de todo el bien del hombre en las distintas dimensiones que lo caracterizan» (Carta enc. Caritas in veritate, 31). Entre éstas está, ciertamente, la razón, pero también «nuestros sentimientos, nuestra voluntad y nuestras decisiones» (Francisco, (Discurso a los participantes en el Congreso internacional sobre el futuro de la teología, 9 de diciembre 2024), Que en conjunto contribuyen a la elaboración de las distintas culturas. Muy queridos todos, así como no hay facultad que la fe no ilumine, así también no existe ciencia que la teología pueda ignorar. A través de un estudio completo, están entonces llamados a ofrecer su valiosa contribución al discernimiento y la solución de los desafíos que interpelan tanto a la Iglesia, como a toda la humanidad.

Gracias, entonces, por la generosa dedicación con la que realizan su valioso servicio. Encomendándonos a la Santísima Virgen María, Sedes Sapientiae, imparto sobre todos ustedes mi Bendición.

Gracias.

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