CAMINAR JUNTOS PARA ANUNCIAR A CRISTO EN UNA EUROPA HERIDA: PALABRAS DE LEÓN XIV A REPRESENTANTES DE LAS IGLESIAS DE EUROPA (06/11/2025)

El Papa León XIV recibió este 6 de noviembre, en la Sala del Consistorio, a los miembros del Comité Conjunto del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), de la Conferencia de Iglesias Europeas (CEC) y a representantes de las Iglesias Cristianas de Europa, reunidos en Roma para la firma de la nueva Charta Oecumenica. El Santo Padre subrayó en su discurso la urgencia de un discernimiento común ante los desafíos actuales y reafirmó que “Jesucristo es nuestra esperanza”. Transcribimos a continuación el texto de su discurso, traducido del italiano:

«Gracia, misericordia y paz de Dios padre y de Jesucristo nuestro Señor» (1 Tim 1, 2). Les doy la bienvenida, miembros del Comité Conjunto del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) y de la Conferencia de Iglesias Europeas (CEC), con estas palabras del Apóstol de los Gentiles, cerca a cuyo lugar de martirio han elegido firmar su nueva Charta Oecumenica.

Ciertamente, los desafíos que los cristianos se enfrentan en el camino ecuménico evolucionan constantemente. Así, 25 años después de la primera firma de la Charta, ha sido necesario ver nuevamente el contexto del documento, mirar de nuevo la situación en Europa y las preocupaciones contemporáneas comunes para la misión de proclamar el Evangelio. De hecho, es necesario un discernimiento constante y atento para cumplir el gran mandato de hacer «discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19).

Si bien en algunas partes de Europa que existen efectivamente signos positivos y alentadores de crecimiento, al mismo tiempo muchas comunidades cristianas se sienten cada vez más en minoría. Además, la situación actual comprende a nuevas generaciones y pueblos apenas llegados con historias y expresiones culturales muy diversas. Por tanto, hay muchas voces nuevas que escuchar historias que acoger a través de encuentros cotidianos y relaciones más estrechas, para no hablar de la urgencia de promover diálogo, concordia y fraternidad en medio del estruendo de la violencia y la guerra, cuyos ecos se sienten en todo el continente. En todas estas situaciones, la gracia, la misericordia y la paz del Señor son realmente vitales, porque sólo la ayuda divina nos mostrará el camino más convincente para proclamar a Cristo en estos contextos muy difíciles.

Nosotros creemos que Dios todopoderoso habla a y a través de su pueblo santo. Lo ama y lo enriquece con sus dones divinos, de manera que pueda crecer y alcanzar la plenitud de Dios (cf. Ef 3, 19). Por su parte, la nueva Charta Oecumenica es un testimonio de la disponibilidad de las Iglesias en Europa para mirar nuestra historia a través de los ojos de Cristo. Además, con la ayuda del Espíritu Santo, seremos capaces de comprender donde hemos tenido éxito, dónde hemos fallado y a dónde debemos ir para proclamar nuevamente el Evangelio. La Charta no sólo sugiere métodos, si no insiste también en la necesidad de compañeros de viaje y posibles caminos para recorrer. Al hacerlo, mantengámonos siempre abiertos a las sugerencias y sorpresas del Espíritu Santo.

En la Iglesia católica, el camino sinodal es ecuménico, precisamente como el camino ecuménico es sinodal (cf. Francisco, Documento final de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos para una Iglesia Sinodal: comunión, participación, misión, n. 23). Al respecto, la nueva Charta Oecumenica subraya el camino común emprendido por cristianos de distintas tradiciones en Europa, capaces de escucharse recíprocamente y de discernir juntos con el fin de predicar el Evangelio con mayor eficacia.

Uno de los resultados más significativos del proceso de revisión de la Charta ha sido la capacidad de tener una visión común sobre los desafíos contemporáneos y definir las prioridades para el futuro del continente, manteniendo al mismo tiempo una sólida confianza en la importancia infinita del Evangelio. De alguna manera esto puede ser descrito como un esfuerzo “sinodal” por caminar juntos.

Como saben, me estoy preparando para dirigirme al lugar donde se desarrolló el Concilio de Nicea con el fin de encontrar y orar con los Jefes de las Iglesias y líderes de Comunidades cristianas, celebrando juntos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. Es además mi deseo, en este año jubilar, proclamar a toda la gente de Europa que «Jesucristo es nuestra Esperanza», porque es tanto el camino que debemos seguir como el destino último de nuestro viaje espiritual.

Con estas reflexiones y sentimientos, renuevo mis cordiales buenos deseos por sus esfuerzos y doy a todos ustedes y a sus seres queridos mi sentida bendición. Les agradezco mucho.

Oremos juntos. Padre Nuestro

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