CATEQUESIS DE LEÓN XIV: RECUPERAR LA ESPERANZA Y LA CONFIANZA EN LA VIDA (26/11/2025)

Durante su catequesis de este 26 de noviembre, el Papa León XIV ofreció una reflexión sobre el valor de la vida humana, la crisis contemporánea de esperanza y el papel central de la Pascua en la comprensión cristiana de la existencia. Ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Pontífice advirtió sobre una “enfermedad difundida” en el mundo moderno: la creciente falta de confianza en la vida. Compartimos a continuación el texto completo de su catequesis, traducido del italiano:

Jesucristo, nuestra esperanza. IV. La Resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual 6. Esperar en la vida para engendrar vida

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos:

La Pascua de Cristo ilumina el misterio de la vida y nos permite mirarlo con esperanza. Esto no es siempre fácil o se da por descontado. Muchas vidas, en todas partes del mundo, aparecen fatigadas, dolorosas, llenas de problemas y de obstáculos por superar. Sin embargo, el ser humano recibe la vida como un don: no la pide, no la elige, la experimenta en su misterio desde el primer día hasta el último. La vida tiene su especificidad extraordinaria: nos es ofrecida, no podemos dárnosla nosotros mismos, pero tiene que ser alimentada constantemente: es necesario un cuidado que la mantenga, la dinamice, la custodie, la impulse.

Se puede decir que la pregunta sobre la vida es una de las cuestiones abismales del corazón humano. Hemos entrado en la existencia sin haber hecho nada para decidirlo. De esta evidencia brotan como un rio en crecida las preguntas de todos los tiempos: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Cuál es el sentido último de todo este viaje?

Vivir, en efecto, invoca un sentido, una dirección, una esperanza. Y la esperanza actúa como el impulso profundo que nos hace caminar en las dificultades, que no nos hace rendirnos ante las fatigas del viaje, que nos asegura que el peregrinaje de la existencia nos conduce a casa. Sin la esperanza la vida corre peligro de aparecer como un paréntesis entre dos noches eternas, una breve pausa entre el antes y el después de nuestro paso por la tierra. Esperar en la vida significa en cambio pregustar la meta, creer como seguro aquello que aún no vemos ni tocamos, fiarse y confiarse en el amor de un Padre que nos ha creado porque nos ha querido con amor y nos quiere felices.

Muy queridos todos, hay en el mundo una enfermedad difundida: la falta de confianza en la vida. Como si nos hubiésemos resignado a una fatalidad negativa, de renuncia. La vida corre el riesgo de ya no representar una posibilidad recibida como don, sino una incógnita, casi una amenaza de la cual hay que preservarse para no ser desilusionados. Por esto, la valentía de vivir y de generar vida, de dar testimonio de que Dios es por excelencia «el amante de la vida», como afirma el Libro de la Sabiduría (11, 26), hoy es un llamado más que urgente.

En el Evangelio Jesús confirma constantemente su preocupación por curar a los enfermos, sanar cuerpos y espíritus heridos, volver a dar vida a los muertos. Al actuar así, el Hijo encarnado revela al Padre: restituye dignidad a los pecadores, acuerda la remisión de los pecados e incluye a todos, especialmente a los desesperados, a los excluidos, a los alejados en su promesa de salvación. 

Engendrado del Padre, Cristo es la vida y ha engendrado vida sin reservar nada hasta entregarnos la suya, y nos invita también a nosotros a entregar nuestra vida. Engendrar quiere decir traer a la vida a otro. El universo de los vivientes se ha expandido a través de esta ley, que en la sinfonía de las criaturas conoce un admirable “crescendo” culminante en el dueto del hombre y de la mujer: Dios los ha creado a su propia imagen y a ellos les ha confiado la misión de engendrar también a su imagen, o sea por amor y en el amor. 

La Sagrada Escritura, desde el inicio, nos revela que la vida, justamente en su forma más elevada, la humana, recibe el don de la libertad y se convierte en un drama. Así las relaciones humanas están marcadas también por la contradicción, hasta el fratricidio. Caín percibe al hermano Abel como un competidor, una amenaza, y en su frustración no se siente capaz de amarlo y de estimarlo. Y aquí están los celos, la envidia, la sangre (Gen 4, 1-16). La lógica de Dios, en cambio, es completamente otra. Dios permanece fiel por siempre a su designio de amor y de vida; no se cansa de sostener a la humanidad, incluso cuando, tras las huellas de Caín, obedece al instinto ciego de la violencia en las guerras, en las discriminaciones, en el racismo, en las múltiples formas de esclavitud.

Engendrar significa entonces confiarse en el Dios de la vida y promover lo humano en todas sus expresiones: ante todo en la maravillosa aventura de la maternidad y de la paternidad, incluso en contextos sociales en los que a las familias les cuesta trabajo sostener lo oneroso de lo cotidiano, quedándose a menudo detenidas en sus proyectos y en sus sueños. En esta misma lógica, engendrar es comprometerse por una economía solidaria, buscar el bien común igualmente aprovechado por todos, respetar y cuidar la creación, ofrecer consuelo con la escucha, la presencia, la ayuda concreta y desinteresada.

Hermanas y hermanos, la Resurrección de Jesucristo es la fuerza que nos sostiene en este desafío, incluso allí donde las tinieblas del mal oscurecen el corazón y la mente. Cuando la vida parece haberse apagado, bloqueado, he aquí que el Señor Resucitado pasa de nuevo, hasta el fin de los tiempos, y camina con nosotros y por nosotros. Él es nuestra esperanza.

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