VIVAN EL CAMINO DE SANTIAGO COMO AUTÉNTICOS APÓSTOLES DE JESÚS: PALABRAS DEL PAPA A PEREGRINOS ITALIANOS DEL CAMINO DE SANTIAGO (19/12/2024)
Queridos hermanos y hermanas, buenos días:
Tengo el placer de darles la bienvenida, a la Tumba de Pedro, a ustedes, peregrinos italianos del Camino de Santiago. ¡Veo que son muchos, gracias! ¡Bienvenidos!
Saludo a Mons. Francisco Prieto Fernández, Arzobispo de Santiago de Compostela. Saludo al Superior General de los Padre Guanellianos y a los miembros de la familia Guanelliana, que desde hace casi 15 años trabajan en esa Iglesia de Galicia, ya sea en Santiago o en Finisterre, para dar acogida espiritual a los peregrinos. Y ustedes peregrinos, son un poco la prueba viviente de su compromiso apostólico. Saludo también a la Cofradía de Santiago de Perugia, presente aquí con su Asistente Espiritual, Mons. Paolo Giulietti, Arzobispo de Lucca; también ellos están comprometidos en este servicio de evangelización.
Es interesante ver cómo ha crecido el número de peregrinos hacia Santiago en estos últimos treinta años. Y entre ellos estuvieron también mis predecesores San Juan Pablo II y Benedicto XVI, que quisieron visitar aquel Santuario, sobre todo por su gran relevancia en la historia cristiana de Europa.
Este crecimiento numérico es un dato muy positivo, y al mismo tiempo plantea una pregunta seria: ¿las personas que hacen el Camino de Santiago realizan un verdadero peregrinaje? Esa es la pregunta, debemos responder. ¿O se trata de otra cosa? Obviamente existen distintas experiencias, pero la interrogante nos hace reflexionar.
La peregrinación cristiana a las tumbas de los apóstoles podemos reconocerla por tres signos. El primero es el silencio. El camino vivido el silencio permite escuchar, escuchar con el corazón, y encontrar así, mientras se camina, a través del cansancio, las respuestas que el corazón busca, porque el corazón hace preguntas. En efecto, Dios habla en el silencio, como una brisa ligera: recordemos la historia de Elías (cf. 1 Re 19, 9-13).
En segundo lugar, el Evangelio: tengan siempre en el bolsillo el Evangelio. Les recomiendo, cómprense uno pequeño, de bolsillo y tráiganlo con ustedes, y todos los días lean algo; ábranlo así y lean. Es una hermosa forma de orar. Un Evangelio de bolsillo, no cuesta nada, pero si alguno no puede pagarlo yo lo pago, ¡pídanmelo! Es importante traer el Evangelio en el bolsillo. La peregrinación se hace releyendo el camino que hizo Jesús, hasta la entrega extrema de sí mismo. El camino es aún más verdadero, aún más cristiano, cuanto más nos conduce a salir de sí mismos y a entregarse gratuitamente, en el servicio al prójimo. Y eso lo hace el Espíritu Santo cuando leemos cada día el Evangelio. Porque sucede algo, se los explico. Podemos leer una novela, bella, quizá nos hace bien; podemos leer las noticias de todos los días, algunas nos hacen llorar, pero podemos leer. Pero cuando se lee el Evangelio hay Alguien junto a nosotros. Cuando leemos las noticias no, pero cuando se lee el Evangelio hay Alguien junto a nosotros. Es el Espíritu Santo. Es Él quien nos hace entender bien lo que dice el Evangelio. Y lo hace Él, El Espíritu Santo.
El tercer elemento de la peregrinación es lo que yo he llamado el “protocolo Mateo 25”: «Lo que hicieron a uno solo de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron» (Mt 25, 40). Silencio, Evangelio y hacer el bien a las personas más pequeñas, las personas más desfavorecidas. Siempre hacer el bien. A lo largo del camino, estén atentos a los demás, especialmente a quien le cuesta más trabajo, a quien ha caído, a quien tiene alguna necesidad... San Luis Guanella decía que el objetivo de la vida del que cree es actuar de manera que nadie sea dejado atrás.
Queridos amigos del Camino de Santiago, los animo en este apostolado suyo de evangelización y cuidado. Los antiguos peregrinos nos enseñan que después de ser peregrinos cristianos se regresa como apóstoles. Yo hago la peregrinación y vuelvo como un apóstol para anunciar a Jesús.
Que la Sagrada Familia de Nazaret, peregrina en tierra de Palestina, les sirva de ejemplo en este tiempo de espera. Gracias por haber venido. Me da gusto y les agradezco mucho, y eso se los digo de corazón. Los bendigo y pido por ustedes. Y también ustedes, por favor, oren por mí. ¿Entendido? ¡Pero oren fuerte, oren!
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