EL ÁRBOL Y EL NACIMIENTO, SÍMBOLOS DE UNA IGLESIA EN LA QUE HAY LUGAR PARA TODOS: PALABRAS DEL PAPA A LOS DONANTES DEL ÁRBOL Y EL NACIMIENTO PARA EL VATICANO (07/12/2024)
Queridos hermanos y hermanas, buenos días:
Estoy muy contento de encontrarme con ustedes en el día en que se inauguran, en la Plaza de San Pedro, el árbol y el pesebre, y aquí, en esta Aula, se abre oficialmente la “Navidad de Belén 2024”.
Saludo a la delegación de Grado, de cuyo territorio proviene la representación de la Navidad colocada al centro de la Plaza, y a la de Ledro, de cuyos bosques ha llegado el imponente abeto rojo que destaca con sus 29 metros de altura, así como también a la representación de la Embajada del Estado de Palestina, la martirizada Palestina, que ha venido a presentar, a nombre de la ciudad de Belén, este “Nacimiento”, realizado por artesanos de Belén. Dirijo un cordial saludo a las autoridades civiles y eclesiales presentes, en particular a los representantes especiales del Presidente de Palestina el señor Mahmoud Abbas – que ha venido varias veces aquí –, el Presidente del Consejo Regional de Friuli Venecia Giulia y al Presidente de la Provincia de Trento, al Arzobispo de Gorizia, a los alcaldes de Grado y de Ledro.
Impacta la majestuosa solemnidad del árbol. Éste, talado respetando los principios ecológicos del cambio natural del bosque, lleva en sí y los signos de muchos años las numerosas estratificaciones del tronco masivo, todas elevándose juntas hacia lo alto. Puede ser una hermosa imagen de la Iglesia, pueblo y cuerpo, desde la cual la luz de Cristo se difunde al mundo precisamente gracias a la sucesión de generaciones de creyentes que se abrazan en torno al único origen, Jesús: las antiguas han dado vida a las jóvenes, las jóvenes abrazan y protegen las antiguas, en misión en el mundo y en camino hacia el Cielo. Así avanza el santo Pueblo fiel de Dios.
A la sombra del gran abeto, después, el Pesebre reproduce un “casone” de la Laguna de Grado, una de esas casas de pescadores que eran construidas con lodo y cañas y en donde los habitantes de las “motas”, las pequeñas islas de la laguna, compartían, durante su duro trabajo de la pesca, las alegrías y dolores de la vida de cada día. También este símbolo nos habla de la Navidad, en la que Dios se hace hombre para participar totalmente en nuestra pureza, viniendo a construir su Reino en la tierra no con medios poderosos, sino a través de los débiles recursos de nuestra humanidad, purificados y fortalecidos por su gracia.
Alrededor del Pesebre, hay otro signo que quisiera hacer evidente: los “casones” están rodeados por agua y para moverse se requiere la “batela”, la típica embarcación de fondo plano que permite desplazarse en aguas poco profundas. Y también para llegar a Jesús se requiere una barca: la Iglesia es la barca. No se llega a él “en solitario” – nunca – se llega a él juntos, en comunidad, sobre esa pequeña-gran barca que Pedro sigue guiando y a bordo de la cual, apretándose un poco, siempre hay lugar para todos. En la Iglesia siempre hay lugar para todos. Alguno puede decir: “¿También para los pecadores?”. Esos son los primeros, son los privilegiados, porque Jesús vino por los pecadores, por todos nosotros, no por los santos. Por todos. No olviden eso. Todos, todos, todos dentro.
Miremos, finalmente, los Pesebres de Belén, construidos en la Tierra donde el Hijo de Dios nació. Son distintos entre sí, pero todos llevan el mismo mensaje de paz y amor que nos dejó Jesús. Frente a ellos, recordemos a los hermanos y hermanas que, en cambio, precisamente allí y en otras partes del mundo, sufren por el drama de la guerra. Con lágrimas en los ojos elevemos nuestra oración por la paz. Hermanos y hermanas, ¡basta de guerras, basta de violencia! ¿Saben ustedes que una de las inversiones que da más ganancias aquí está en la fabricación de armas? Ganar para matar. ¿Pero cómo es posible? ¡Basta de guerras! Que haya paz en todo el mundo y para todos los hombres, que Dios ama (cf. Lc 2, 14).
Agradezcamos a la Dirección de Infraestructura y Servicios del Gobierno de la Ciudad del Vaticano, por el compromiso creativo y generoso con el que ha organizado todo esto. Los bendigo a ustedes, bendigo a sus familias y a todos sus conciudadanos. Y por favor, no se olviden de orar por mí, ¡pero a favor, no en contra!
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