LA TEOLOGÍA NECESITA EL APORTE FEMENINO, SÓLO DE HOMBRES ES A MEDIAS: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN CONGRESO DE TEOLOGÍA (09/12/2024)

El Papa Francisco recibió por la mañana de este 9 de diciembre, en el Aula de las Bendiciones, a 450 participantes en el Congreso Internacional sobre el Futuro de la Teología, organizado por el Dicasterio para la Cultura y la Educación. El Santo Padre les hizo un llamado para que esta disciplina, la “luz” que hace emerger el Evangelio, pueda ser “accesible a todos” y ayude a “repensar el pensamiento” en un mundo complejo, exhortándolos, además, a contrarrestar las ideologías que “lo aplanan todo” y matan la realidad, el pensamiento y la comunidad. Compartimos a continuación el texto de su discurso, traducido del italiano:

Queridas hermanas y hermanos, buenos días:

Me alegro de verlos y de saber que un número tan grande de docentes, investigadores y decanos, provenientes de todas partes del mundo, se han reunido para reflexionar sobre cómo heredar el gran patrimonio teológico de las generaciones pasadas e imaginar su futuro. Agradezco al Dicasterio para la Cultura y la Educación por esta iniciativa. Y gracias de corazón a ustedes, queridas teólogas y queridos teólogos, por el trabajo que hacen, a menudo oculto pero muy necesario. Espero que el Congreso marque el primer paso de un fecundo camino común. Me enteré que instituciones académicas, asociaciones teológicas y algunos de ustedes de forma particular contribuyeron a los gastos de viaje de otros con menos posibilidades. ¡Eso es muy bueno! ¡Adelante, juntos! ¡Y cuando la fe, el amor toca los bolsillos, está muy bien! [risas entre los participantes] Cuando se detiene antes, falta algo.

Quisiera decirles ante todo que cuando pienso en la teología me viene a la mente la luz. De hecho, gracias a la luz las cosas surgen de la oscuridad, los rostros revelan sus contornos, las formas y los colores del mundo finalmente aparecen. La luz es hermosa porque hace que las cosas aparezcan, pero sin mostrarse a sí misma. ¿Alguno de ustedes ha visto a la luz? Pero vemos lo que hace la luz: hace aparecer las cosas. Ahora, aquí, admiramos esta sala, vemos nuestros rostros, pero no nos damos cuenta de la luz, porque es discreta, es gentil, humilde y, por ello, permanece invisible. Es gentil la luz. Así es también la teología: hace un trabajo oculto y humilde, para que surja la luz de Cristo y de su Evangelio. De esta observación deriva para ustedes un camino: buscar la gracia y permanecer en la gracia de la amistad con Cristo, luz verdadera venida a este mundo. Toda teología nace de la amistad con Cristo y del amor a sus hermanos, a sus hermanas, a su mundo; este mundo, dramático y magnífico al mismo tiempo, lleno de dolor, pero también de conmovedora belleza.

Sé que en estos días trabajarán juntos acerca del “dónde”, el “cómo” y el “por qué” de la teología. Nos preguntemos: teología, ¿dónde estás? ¿Con quién andas? ¿Qué estás haciendo por la humanidad? Estos días serán importantes para afrontar estas interrogantes, para preguntarnos si la herencia teológica del pasado aún puede decir algo a los desafíos de hoy y ayudarnos a imaginar el futuro. Es un camino que están llamados a hacer juntos, teólogas y teólogos. Me acuerdo de lo que relata el Segundo Libro de los Reyes. Durante la restauración del Templo de Jerusalén, se encontró un texto; quizás es la primera edición del Deuteronomio, estaba perdida. Un sacerdote y algunos estudiosos lo leen; también el rey lo estudia; intuyen algo, pero no lo entienden. Entonces el rey decide entregarlo a una mujer, Culda, que inmediatamente lo comprende y ayuda al grupo de estudiosos – todos hombres – a entenderlo (2 Re 22, 14-20). Hay cosas que sólo las mujeres intuyen y la teología necesita de su contribución. Una teología sólo de hombres es una teología a la mitad. Sobre esto hay todavía mucho camino por hacer.

Y ahora permítanme compartirles un deseo y una invitación.

El deseo es este: que la teología ayude a repensar el pensamiento. Nuestra forma de pensar, como sabemos, moldea también nuestros sentimientos, nuestra voluntad y nuestras decisiones. A un corazón ancho corresponden una imaginación y un pensamiento de amplio espectro, mientras que un pensamiento encogido, cerrado y mediocre difícilmente puede generar creatividad y valentía. Me vienen a la mente los manuales de teología, con los que nosotros estudiábamos. Todo cerrado, todo “de museo”, de biblioteca, pero no te hacían pensar.

Lo primero que hay que hacer, para repensar el pensamiento, es curarse de la simplificación. De hecho, la realidad es compleja, los desafíos son variados, la historia está habitada por la belleza y al mismo tiempo herida por el mal, y cuando no se logra o no se quiere soportar el drama de esta complejidad, entonces se tiende fácilmente a simplificar. Pero la simplificación quiere mutilar la realidad, engendra pensamientos estériles, pensamientos unívocos, genera polarizaciones y fragmentaciones. Y así hacen, por ejemplo, las ideologías. La ideología es una simplificación que mata: mata la realidad, mata el pensamiento, mata la comunidad. Las ideologías aplanan todo a una sola idea, que después repiten de manera obsesiva e instrumental, superficial, como pericos.

Un antídoto a la simplificación está señalado en la Constitución Apostólica Veritatis gaudium: la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad (Proemio, c). Se trata de hacer “fermentar” al mismo tiempo la forma del pensamiento teológico con la de los otros saberes: la filosofía, la literatura, las artes, las matemáticas, la física, la historia, las ciencias jurídicas, políticas y económicas. Hacer fermentar los saberes, porque éstos son como los sentidos del cuerpo: cada uno tiene su especificidad, pero necesitan uno del otro, según lo que dice también el Apóstol Pablo: «Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato?» (1 Cor 12, 17). Este año celebramos el 750º aniversario de la muerte de dos grandes teólogos: Tomás de Aquino y Bonaventura. Tomás recuerda que no tenemos un solo sentido, sino sentidos múltiples y distintos, para que no se nos escape la realidad (De Anima, lib. 2, lect. 25). Y Bonaventura afirma que en la medida en la que se «cree, espera a Jesucristo» se «adquiere de nuevo el oído y la vista […], el olfato, […] el gusto y el tacto» (Itinerarium mentis in Deum, IV, 3). Al contribuir a repensar el pensamiento, la teología volverá a brillar como merece, en la Iglesia y en las culturas, ayudando a todos y cada uno en la búsqueda de la verdad.

Ese es el deseo. Ahora, quisiera dejarles una invitación: que la teología sea accesible a todos. Desde hace algunos años, en muchas partes del mundo se identifica el interés de los adultos por retomar su formación, incluso académica. Hombres y mujeres, sobre todo de edad media, quizá ya titulados, desean profundizar en la fe, quieren hacer un camino, a menudo se inscriben en una facultad universitaria. Y este es un fenómeno en crecimiento, que merece el interés de la sociedad y de la Iglesia. La edad media es una etapa especial de la vida. Es un tiempo en el que generalmente se goza de una cierta seguridad profesional y solidez afectiva, pero también es el periodo en que los fracasos se advierten con más dolor y surgen nuevas preguntas mientras se desmoronan los sueños juveniles. En esta fase se puede percibir un sentido de abandono y, a veces, el alma se bloquea. Es la crisis de la edad media. Y entonces se siente la necesidad de retomar una búsqueda, quizá a tientas, quizá siendo tomados de la mano. ¡Y la teología es esta compañera de viaje! Por favor, si alguna de estas personas toca a la puerta de la teología, de las escuelas de teología, que la encuentre abierta. Hagan lo posible para que estas mujeres y hombres encuentran en la teología una casa abierta, un lugar donde poder retomar un camino, donde poder buscar, encontrar y volver a buscar. Prepárense para eso. Imaginen cosas nuevas en los programas de estudio para que la teología sea accesible a todos.

Queridas hermanas y hermanos, me dijeron que éste no será un congreso clásico, en donde pocos hablan y los demás escuchan – o se duermen –. Escuché que todos tendrán posibilidad de ser escuchados y de escucharse. ¡Bien! De todos podemos aprender, también de las viejitas, que son sabias. Pido al Dicasterio para la Cultura y la Educación que me hagan conocer los resultados de su trabajo, por el cual ya les agradezco. Los bendigo de corazón. Y por favor, no se olviden de orar por mí. Este trabajo es divertido, pero es difícil.

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