FOMENTAR UNA ECONOMÍA DE PAZ EVITANDO ACTITUDES USURERAS: PALABRAS DEL PAPA A REPRESENTANTES DE DIVERSAS INSTITUCIONES BANCARIAS (16/12/2024)
Queridos hermanos y hermanas, buenos días:
Saludo a todos ustedes, a los Presidentes, a los Consejos de administración y a los representantes de sus instituciones bancarias. Este encuentro nos da la ocasión para reflexionar sobre las potencialidades y contradicciones de la economía y las finanzas actuales. La Iglesia ha demostrado una atención particular a las experiencias bancarias a nivel popular, y en muchos casos hombres y mujeres comprometidos en la comunidad eclesial han promovido y dado vida a Montes de Piedad, Bancos, institutos de crédito cooperativo, cajas rurales. La intención siempre ha sido la de dar oportunidad a quien de otra manera no la tenía. Eso es hermoso: abrir la puerta de las oportunidades. ¡Es muy hermoso!
En la primera mitad del siglo XV, con el nacimiento de los Montes de Piedad, el franciscanismo mismo había dado concreción a una idea importante: la presencia de los pobres en una ciudad es signo de una enfermedad social. Y eso también hoy, también hoy eso es verdad. Los Bancos, los Montes de Piedad y los Bancos Agrícolas han ofrecido crédito a quienes no podían permitírselo y han permitido a muchas familias levantarse e integrarse en las actividades económicas y sociales de la ciudad.
Entre los siglos XIX y XX, también a continuación de la publicación de la Encíclica Rerum novarum de León XIII, se realizó algo análogo en los campos italianos. Se desarrolló una economía ligada al territorio gracias a la iniciativa de sacerdotes y laicos iluminados. El crédito bancario pudo apoyar muchas actividades económicas, tanto en el campo de la agricultura como en el de la industria y el comercio.
La memoria de estos acontecimientos sirve para leer las contradicciones en las que se desenvuelve cierta manera de hacer banca y finanzas en nuestro tiempo. Por desgracia, en el mundo globalizado las finanzas ya no tienen un rostro y se han distanciado de la vida de la gente. Cuando el único criterio es la ganancia, tenemos consecuencias negativas para la economía real. Existen multinacionales que mueven actividades lugares donde es más fácil explotar el trabajo, por ejemplo, poniendo en dificultades a familias y comunidades y anulando competencias laborales que se han construido en décadas. Y existen finanzas que corren el riesgo de utilizar criterios usureros, cuando favorecen a quien ya tiene garantías y excluyen a quienes se encuentran en dificultades y tendrían necesidad de ser apoyados con el crédito. Finalmente, el riesgo que vemos es la distancia de los territorios. Existen finanzas que captan fondos en un lugar y mueven esos recursos a otras zonas con el único objetivo de aumentar sus propios intereses. Así la gente se siente abandonada e instrumentalizada.
Cuando las finanzas pisotean a las personas, fomentan las desigualdades y se alejan de la vida de los territorios, traicionan su objetivo. Se convierten, entonces, en una economía no civilizada: le falta la civilización.
Su presencia hoy aquí habla de una diversidad en el mundo económico y bancario. Tienen historias y estructuras distintas para responder a necesidades diferentes de las personas. En efecto, sin sistemas financieros adecuados, capaces de incluir y favorecer la sustentabilidad, no habría un desarrollo humano integral. Las inversiones y el apoyo al trabajo no serían realizables sin el papel de intermediación típico de los bancos y el crédito, con la necesaria transparencia. Cada vez que la economía y las finanzas tienen efectos concretos sobre los territorios, sobre la comunidad civil y religiosa, sobre las familias, es una bendición para todos. Las finanzas son un poco el “sistema circulatorio”, por así decirlo, de la economía: si se bloquea en algunos puntos y no circula en todo el cuerpo social, ocurren infartos e isquemias devastadoras para la economía misma. Las finanzas sanas no degeneran en actitudes usureras, en pura especulación y en inversiones que dañan el ambiente y favorecen las guerras.
Queridas amigas, queridos amigos, las instituciones bancarias tienen responsabilidades grandes para impulsar lógicas inclusivas y apoyar una economía de paz. El jubileo que está a las puertas nos recuerda la necesidad de condonar las deudas. Es la condición para generar esperanza y futuro en la vida de mucha gente, sobre todo de los pobres. Los animo a sembrar confianza. No se cansen de acompañar y de mantener alto el nivel de Justicia social. Así escribía Don Primo Mazzolari: «El peso del día debe estar equitativamente repartido sobre todo las espaldas que pueden llevarlo. A esta equidad inicial se llega educando la conciencia – ¡educar la conciencia! – para un profundo y delicado sentido de responsabilidad social, de manera que sustraerse a la debida contribución de obras y cansancio por el bien común, se advierta como una vergüenza y sea juzgado por la opinión pública como una falta de honestidad» [1].
Les deseo que sean portadores de esperanza para muchos que se dirigen a ustedes buscando levantarse de períodos difíciles o para lanzar nuevamente su actividad empresarial. Los bendigo a todos ustedes. Bendigo también a sus familias, a sus seres queridos. Y les pido por favor que oren por mí. Gracias.
[1] Revolución cristiana, edición de F. De Giorgi, Bolonia 2011, 210.
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